La escena inicial, si te gusta el cine de acción, tiene su aquel. Muertes a mansalva a base de shurikens y katanazos, persecuciones por tierra, mar y aire (bueno, casi, ¡pero un helicóptero si que hay!) y un ninja a prueba de balas (quien me diga cuantos tiros recibe antes de caer al suelo, se lleva un gallifante), harán las delicias de cualquier fan de Chuck Norris. A partir de este momento y de la aparición de Lucinda Dickey la película se convierte en una comedia involuntaria. Con las mismas dotes interpretativas que un tronco, Dickey dará vida a la multitarea Christie, la cual, compatibiliza su trabajo de técnico de teléfonos con el de monitora de aeróbic. Tras su encontronazo con el 'ninja malvado' irá a poner una denuncia a la policía. Allí conoceremos a Billy, policía que, utilizando la técnica de 'el que la sigue la consigue' (hay acosadores mas sutiles), acabará encamándose con nuestra protagonista (lo que nos brindará una panorámica de su peluda espalda que nos perseguirá por el resto de nuestros días). Tras varias escapadas nocturnas por parte de la poseída Christie, Billy la llevará a que la exorcicen (¡planazo de pareja!) a un tugurio regentado por James Hong (el David Lo Pan de 'Golpe en la Pequeña China'). Fracasado el exorcismo, todo quedará en manos de otro ninja misterioso interpretado por Sho Kosugi… Intentar enumerar todos y cada uno de los momentos delirantes de esta cinta sería una ardua tarea, pero a mi gustaría destacar dos: El estado de trance de la protagonista al ser poseída/hipnotizada por un arcade y, esa katana que flota hasta su mano, suspendida por un hilo que, aún entrecerrando los ojos, no dejas de ver. 'Ninja III' me marcó en mi infancia y, aún consciente de lo mala que es, no puedo dejar de revisitarla. Señores, en los ochenta había vida más allá de 'Los Goonies'. Long live the Cannon Group!