Brimstone dura 150 minutos, afortunadamente divididos en cuatro episodios, y propone una visión de la vida cruel, asfixiante, sin salida, donde lo único que puedes esperar después de una desgracia es otra desgracia.

No me ha gustado, es más, me ha agobiado mucho. La personaje central no es que sufra, es que directamente el destino la ha tomado con ella y absolutamente cualquier cosa que le ocurra va a ser negativa. Ver padecimientos sin cesar durante un metraje tan largo, subrayados por una fotografía de colores gélidos y grises, se acaba haciendo desesperante y acaba dejando mal cuerpo. No me parece una buena película porque no me gusta esta propuesta, no es realista y resulta muy machacona a su manera.

Quiero decir que hubiese tomado otro aire con momentos de respiro, de alegría, de un cierto optimismo, aunque luego no sirva para nada. Pero hubiese sido todo mucho más humano y en mi opinión, artísticamente más bonito y realista. Pues no, ni eso.

Súmale a esto la muerte en escena de un animal (una oveja a la que se le pega un tiro). A ver si nos enteramos: NO HACE FALTA. Es más, ES MISERABLE. Un animal no tiene por qué pagar tu puta visión pajillera de la vida, y la película no va a ser por ello más desgarradora, sino en todo caso, más repugnante. Hacer esto no es para nada necesario, es más, me parece inaceptable.

En fin, le he puesto un cinco porque si algo bueno tiene la película, es el personaje del predicador, estupendamente encarnado por Guy Pearce, que logra una actuación brillante, creíble y turbadora. Lástima que la película que lo rodea sea lo que es.