Aportar algo, aunque sea controvertido, malo, que tenga mala leche, que escupa a la cara al espectador, siempre desde el punto de vista sonrojante y maquiavélico, intentar hacer remover al espectador viendo pasar los fotogramas. Nada de eso ocurre con la película de Peter Cornwell, un proyecto sustentado en unos sucesos, al parecer, reales. Y te lo ponen ya desde el principio, para engancharte. Creo que hay muchas maneras de enganchar al espectador y bajo mi punto de vista, ésta no es la apropiada. El morbo de querer saber más y más no creo que funcione en el formato cinematográfico con un sólo mensaje expuesto. Creo que se tiene que mostrar más, ser más explícito y montar una cinta narrativamente coherente. Ni la fase de investigación está bien llevada ni la dirección de ciertas escenas raya al nivel deseado.

La fórmula es la misma de siempre, una familia con problemas, que necesita alejarse de su lugar de origen para irse a una casa maldita y ya está todo el rollo formado. Tópicos, personajes con los mismos pilares de siempre, etc. No innova ni aporta nada a lo ya visto. Lo único salvable sigue siendo la actuación de alguno de sus personajes, que no están nada mal.