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Voto de Jose_Lopez_5:
4
Aventuras. Fantástico. Acción. Comedia Siguiendo la estela de lo sucedido en “Piratas del Caribe: el cofre del hombre muerto”, nuestros héroes, Will Turner y Elizabeth Swann, se han aliado con el capitán Barbossa para buscar y liberar al capitán Jack Sparrow del poder de Davy Jones. Mientras el Holandés Errante y la Compañía de las Indias Orientales causan estragos a lo largo de los Siete Mares, Will y Elizabeth navegan hacia Singapur, donde deben enfrentarse al astuto ... [+]
12 de julio de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ejemplo de manual de cómo prostituir una saga en solo cuatro años y tres entregas.

Mucho riesgo corrieron Disney, Bruckheimer y Gore Verbinski cuando apostaron por una película de piratas basada en la atracción de un parque temático. A lo pueril de sus orígenes se unía un subgénero, el de los bucaneros, más muerto que nunca desde que Geena Davis y Renny Harlin montaran un pifostio a mediados de los noventa en su intento por salvar a Carolco Pictures (véase spoiler 1).

Sin embargo, al trío calavera la jugada le salió redonda y, en el 2003, parieron una película de aventuras en donde corsarios y maldiciones se daban la mano con brío, presentando además a uno de los personajes más icónicos (y guarros) del cine reciente: el capitán Jack Sparrow. Ese hippy carente de higiene personal que, en palabras de Johnny Depp, estaba inspirado en su amigo Keith Richard. Su carisma, su palabrería, sus amaneramientos, su misteriosa personalidad, su comicidad contenida y su gomosa moralidad hicieron de él un tipo que no dejaba a nadie indiferente.

A Depp, además, lo hicieron formar equipo con un elenco bien escogido para que la historia fluyese, amén de un CGI que, por entonces, ya demostraba potencia suficiente para dar el pego sin problemas, tal y como George Lucas y Peter Jackson se habían encargado de impulsar y pulir por esa época, respectivamente. Finalmente, una banda sonora pegadiza y claramente reconocible se encargó de moldear los sentimientos de los espectadores, haciendo que Hans Zimmer se apuntase otro tanto. La taquilla, por supuesto, acabó dando buena cuenta de todo esto, por lo que sus $140 millones de presupuesto se convirtieron en $654 millones globales. A Disney la saliva empezó a gotearle de los colmillos. Allí había donde hincar el diente.

Tres años después, llegó la segunda parte, "Piratas del Caribe: el cofre del hombre muerto" (2006), algo más floja, con una historia más oscura y algunos elementos que ya empezaban a repetirse. El presupuesto, como es normal en Hollywood, se infló hasta los $225 millones, y la taquilla le siguió el juego con $1066 millones. El ratio se mantenía, aun cuando la morterada inicial aumentó el riesgo de la inversión.

Sin embargo, lo curioso de esta entrega no fue que se tratase de una continuación, sino del pistoletazo de salida a una máquina de hacer churros en donde, incluso, se llegaba a rodar material para entregas posteriores, tal y como ocurrió con parte del metraje usado en la siguiente, "Piratas del Caribe: en el fin del mundo" (2007), la cual llegó justo un año después.

A la peligrosa estrategia de saturar el mercado con películas estrenadas en un plazo muy corto (véase spoiler 2), se unió el hecho de que la historia se volvió un descomunal lío. Ahora ya no se trataba de una película de aventuras, sino de un folletín novelesco en donde todo el mundo traicionaba a los demás y los pactos e intereses ocultos surgían por doquier. A esto se le sumó un relato con tintes surrealistas y un delirió con el CGI, el cual se apropió de la historia. Baste decir que Industrial Light & Magic, por entonces aún propiedad de Lucas, hizo dos tercios de la infografía. El resto recayó en otra de las grandes del sector, Digital Domain.

"Piratas del Caribe: en el fin del mundo" acabó siendo un pastiche difícil de seguir, a cuya historia enrevesada se unieron unos personajes que ya empezaban a mostrar síntomas paródicos. Una cinta en donde la acción y el bombardeo de imágenes sintéticas se mezclaban con un exceso de personajes, cada uno enfangado en sus cuitas personales, impidiendo que el espectador pudiera pensar en lo que estaba viendo. Este exceso tuvo su reflejo en los $300 millones que costó, haciendo de ella la cinta más cara rodada hasta esa fecha.

Al público, no obstante, no pareció importarle esta sandez, y le rio las gracias con una taquilla mundial de $960 millones. Una cantidad que no es tanto como pueda parecer, pues un ratio de 3,2 apenas supera el 2,5 que se exige a estos presupuestos para salvar los muebles.

En resumen, importante bajón cualitativo en la saga fruto del delirio de los directivos de Disney, a quienes la inteligencia les persigue pero ellos corren más. Demostró, por enésima vez, lo peligroso de supeditar una historia al CGI, de invertir cantidades absurdas difíciles de recuperar y dejó claro, a quien aún no se hubiera enterado, que el cine es un negocio que, a veces, se convierte en arte. Lo contrario, si ocurre, es infrecuente y casual.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jose_Lopez_5
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