Desde que Ronald Reagan propusiera en 1983 su Iniciativa de Defensa Estratégica, jocosamente conocida como "proyecto Guerra de las Galaxias" (véase spoiler 1), el asunto de la militarización del espacio siempre ha bordeado el recochineo.

Lo cierto es que la mezcla de mentalidad castrense, presupuestos obscenos, paranoia y una puesta en escena infinitamente más cerca de la ciencia ficción que de la realidad, hacen de este tipo de propuestas un caldo de cultivo perfecto para la mofa. El espacio, la última frontera... para el humor.

Aunque la payasada anticomunista de Reagan acabó colapsando con el fin de la Guerra Fría, la idea nunca murió del todo, como prueban los esfuerzos hechos desde el 2000 por crear una rama espacial de las Fuerzas Armadas estadounidenses. La idea acabó cuajando en la Navidad del 2019, con su fundación a manos de Donald Trump, quien le tenía ganas al asunto desde el año anterior. Por ello, no sorprende que desde enero de ese mismo año se empezara a trabajar en una "sitcom", máxime cuando se hacen series de cosas mucho más extrañas.

Con Steve Carell y Greg Daniels al frente del dinero y de los guiones, la serie gira en torno a la creación de ese nuevo músculo militar. Durante diez episodios, se intenta convencer al telespectador de que la iniciativa es una monstruosidad presupuestaria, sin pies ni cabeza, y que aquello solo puede terminar como el Rosario de la Aurora. El resultado es una serie que, a mi entender, es abiertamente mala.

Lo primero que falla son los diálogos, sin apenas gracia. Casi todo el humor se concentra en el piloto y, quizás, en algún que otro episodio suelto. El resto del tiempo los guionistas mantienen las distancias con la comedia. Tanto, que hay entregas en las que prácticamente se olvidaron de que era una "sitcom", optando por el drama sin cortapisas.

Luego están los personajes, pues no hay manera de empatizar con ellos. El de Malkovich es el único que parece tener ínfulas de aportar algo de interés, y está a años luz de ser interesante. Carell hace lo que buenamente puede a base de repetir clichés ya vistos en otros trabajos suyos. Y los secundarios son, simple y llanamente, odiosos. Algunos llegan a causar repulsión.

Otro problemón, y gordo, es la inverosimilitud del contexto. Nadie con dos dedos de frente se creería que eso es una organización militar, y mucho menos la sexta rama de las Fuerzas Armadas. Casi todo lo que ocurre en esa organización es lisérgico, en parte porque la mayoría de sus trabajadores parecen una panda de oligofrénicos, como si los de RR.HH. hubieran creado un enorme psiquiátrico. Esto impide cualquier contraste entre la formalidad castrense y las metas imposibles fijadas por un presidente infantilizado (véase spoiler 2). Recuerda mucho a aquella delirante empresa que servía de trasfondo en la fracasada "Better off Ted" (2009-2010).

En resumen, una "sitcom" aburrida, aunque actualizada para reflejar la geopolítica reciente (véase spoiler 3). Puestos a reírnos con los militares y sus delirios espaciales, la floja "Espías como nosotros" (1985) me parece superior, y eso que hay que tener tragaderas para soportar a Chevy Chase y Dan Aykroyd. Casi todo el humor de esta serie quedó exprimido en su tráiler. Más allá de él no hay nada salvo cáscara amarga. Si de mí dependiera, le metía un cerrojazo ahora mismo.

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Actualización a 29-Junio-2022
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Han pasado dos años desde que escribí esta crítica y, por casualidad, he sabido que, en abril de este año, Netflix canceló esta serie tras seis episodios de la segunda temporada. Recuerde que la primera fueron diez entregas.

Veamos. Cuando en mis críticas afirmo que los directivos de las productoras andan escasos de entedederas, siempre me queda la pequeña duda de si no estaré siendo demasiado duro. De si no estaré pidiéndoles demasiado. Sin embargo, y tras saber de esta cancelación, me queda claro que no estoy equivocado. Dije, digo y diré que esta serie no vale un pimiento, que es mala de narices. Me importa un cómino y dos pastillas de Avecrem que otros la alaben. Hace tiempo que aprendí que la mayoría de la gente es incapaz de sopesar los hechos y valorarlos con la cabeza.

En consecuencia, ver que Netflix ha dado su brazo a torcer dos años después de que yo lo predijera, es la constatación de que en los despachos de los directivos no hay personas inteligentes tomando decisiones. Que nadie se deje engañar por sus trajes de chaqueta, sus andares de machote, ni su verborrea en las presentaciones. Son unos incompetentes. Son como todos esos compañeros tontos que todos tuvimos en el colegio, en el bachillerato y en la universidad.

Gente que, al salir al mercado laboral, aprendió a aparentar que saben lo que se hacen, y que viven de transmitir una falsa imagen de seguridad, de parecer los reyes del mambo, de fardar, vaya. Pero no tienen ni idea. Y, sin embargo, ahí están, tirando a la basura dinero de terceros y ganando cantidades obscenas. Dinero que no se merecen. Porque cualquier persona inteligente que vea esta serie concluye que esto apesta, y que tiene menos gracia que pillarse los dedos con una puerta.

En fin, ninguna lástima. Ellos solitos se lo han buscado. Confío en que algún listo, aficionado a jugar con dinero ajeno, lo haya pagado caro.