Extraño y tramposo filme cuyo principal atractivo reside en la doble interpretación de Cillian Murphy, uno de los actores más completos de las últimas hornadas del cine británico y, bajo mi punto de vista, también uno de los más subvalorados.

El filme de Michael Lander es un análisis, bastante superficial, de la bipolaridad extrema que sufre John (Murphy), un apocado trabajador de banco que lleva una vida anodina de cara a la gente, pero se viste de mujer dentro de su casa. Cuando un tren acaba invadiendo por accidente el jardín de su casa, su hasta ahora tranquila existencia se verá amenazada como nunca antes había experimentado.

El relato que construye Lander se centra en las relaciones de John con el mundo exterior, un mundo repleto de gente que vive unas costumbres que no logra entender, y que chocan con él desde el momento en que esos “intrusos” (como la Sarandon) entran en sus dominios. El secreto de su travestismo también se ve expuesto, y necesita grandes esfuerzos para mantener un estado de normalidad ante los demás.

El ritmo pausado y contemplativo del filme le da un cierto aire de lirismo y calidad de la que, sin embargo, carece; lo único interesante de la cinta es la interpretación de Cillian Murphy, pues la narración se pierde en divagaciones y en hechos mal explicados y poco claros.

“Peacock” podría haber llegado a ser mucho más si su planteamiento hubiera sido distinto. Si la apruebo es, única y exclusivamente, por el talento que Cillian Murphy derrocha una vez más.