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Voto de Telefunken:
9
7,2
10.613
Drama
Narra la historia de amor entre Elise y Didier. Ella tiene una tienda de tatuajes, él toca el banjo en una banda. Es amor a primera vista, a pesar de sus diferencias. Él habla, ella escucha. Él es ateo y un ingenuo romántico. Ella tiene una cruz tatuada en el cuello, y los pies en el suelo. Su felicidad se completa con el nacimiento de la pequeña Maybelle. Pero la niña enferma a los seis años. (FILMAFFINITY)
10 de mayo de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque la pregunta es esa: ¿qué hacer? Tarde o temprano el cauce de la vida visitará o se atascará en los recodos de la negatividad, soportando o cediendo a esas corrientes que vienen contra nosotros, furiosas, y nos pasan por encima. El dolor y el sufrimiento como instantes inseparables de esta vida, destinados a permanecer, por muchas anestesias para los sentidos que nos inventemos.
Murieron los dioses, y con ellos el sufrimiento de origen cósmico, divino, bíblico. Queda no obstante el sufrimiento derivado de las injusticias humanas. No hay que olvidar que estamos en Bélgica, en plena sonrisa del mundo, y no en uno de esos países acechados por la deuda, el comercio injusto, las consecuencias de la descolonización o las tiranías prooccidentales. El de esta película representa el sufrimiento de la parte amable del mundo, uno que, si en ‘Amour’ sobrevenía con el desgaste biológico, aquí lo hace como fruto del azar y del infortunio más contingente (“podrían ser las mantas sucias, los cigarrillos durante el parto, una lactancia mejorable; podría ser cualquier cosa”).
Murieron los dioses, y con ellos el sufrimiento de origen cósmico, divino, bíblico. Queda no obstante el sufrimiento derivado de las injusticias humanas. No hay que olvidar que estamos en Bélgica, en plena sonrisa del mundo, y no en uno de esos países acechados por la deuda, el comercio injusto, las consecuencias de la descolonización o las tiranías prooccidentales. El de esta película representa el sufrimiento de la parte amable del mundo, uno que, si en ‘Amour’ sobrevenía con el desgaste biológico, aquí lo hace como fruto del azar y del infortunio más contingente (“podrían ser las mantas sucias, los cigarrillos durante el parto, una lactancia mejorable; podría ser cualquier cosa”).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Didier no se entrega a explicaciones extramundanas. Para él, todo se acaba en este mundo, y cuando se acaba, se acaba -valga la redundancia-. Admite la posibilidad de no existir. Y con esa premisa encajará los golpes, por momentos desviándolos hacia agresivas consignas arraigadas en la voluntad de disminuir, en la medida de lo posible, los infortunios de la vida, maldiciendo a los responsables de agregar al infortunio de las circunstancias y de la contingencia el infortunio derivado de la estupidez humana (recomendación de no usar preservativo, legislación norteamericana sobre las células madre, etc.)
Ese convertir la vivencia en ‘causa de’ es algo que no comparte ni entiende Elise, aplastada por las circunstancias, entregada a la idea de que no todo se ha acabado y de que en uno de esos cuervos puede haber algo de su Maybelle. Su fuga de la realidad proseguirá con el cambio de nombre (símbolo de ruptura y vida nueva), llevado finalmente hasta las máximas consecuencias: a la huida simbólica le seguirá la huida total.
Y en medio de todo, el bluegrass, oración de vida y de muerte, amigo y colaborador de esas personitas que tratan de coger aire ante el dolor, mientras ese uno que es el espectador se hunde en la butaca, proyectado hacia el centro del sufrimiento.
Ese convertir la vivencia en ‘causa de’ es algo que no comparte ni entiende Elise, aplastada por las circunstancias, entregada a la idea de que no todo se ha acabado y de que en uno de esos cuervos puede haber algo de su Maybelle. Su fuga de la realidad proseguirá con el cambio de nombre (símbolo de ruptura y vida nueva), llevado finalmente hasta las máximas consecuencias: a la huida simbólica le seguirá la huida total.
Y en medio de todo, el bluegrass, oración de vida y de muerte, amigo y colaborador de esas personitas que tratan de coger aire ante el dolor, mientras ese uno que es el espectador se hunde en la butaca, proyectado hacia el centro del sufrimiento.