El problema surge cuando el Chico-Mesías viaja al futuro; a partir de aquí las incongruencias aparecen una detrás de otra. Se supone que si toda la vida vegetal ha desaparecido ya en el año 2067, ¿por qué 400 años después está todo verde, lleno de plantas por todas partes?, no tiene ningún sentido, la verdad.

Otra incongruencia surge cuando el Prota descubre su propio cadáver; aquí ya empiezan los lios con mayúsculas, porque se da a entender, pero sin mucha claridad, que el chaval ya estuvo allí antes. Luego resulta que su querido amigo le sigue también en su viaje en el tiempo; ¿no decían que resultaba casi imposible hacerlo con una sola persona?, parece ser que no. A todo esto el Prota se ve continuamente asaltado por recuerdos sobre su padre y el destino mesiánico que le aguarda, lo que produce mucha confusión.

Casi al final confirmamos que, evidentemente, ya estuvo allí una primera vez, porque él mismo se autoenvía un mensaje con su propio nombre al Pasado; es decir, que se generó un bucle temporal, que podría haberse estado repitiendo indefinidamente; sin embargo el dramático suicidio de su amigo parece romper el bucle, ó quizás no, aunque vemos que el cadáver del Prota ya ha desaparecido.

No queda bien resuelto el final, cuando descubre fuera del bosque la existencia de una ciudad; ¿cómo y por qué, si él no vuelve al año 2067? Ah si claro!! por las plantas que envió en su lugar; o bien porque de todos modos volvió, en un nuevo giro del bucle temporal, cosa que no queda explicada en el guión.

Conclusión: la idea es buena, pero el guión resulta lioso, tedioso y muy mal desarrollado; las dos horas que dura el metraje se hacen demasiado largas.