La segunda película de Kubrick y todavía hoy, y casi seguro que por siempre, por más vueltas que lo demos, la mejor de su filmografía junto a la admirable "Senderos de gloria" (por cierto que casualidad que tanto en una como en otra el coguionista sea el autor de novela negra Jim Thompson). Con una magistral e impactante fotografía de Luciane Ballard, la película es la reconstrucción milimétrica y ajustadísima del atraco planeado y perpretado por un grupo de hombres a un hipódromo.
Película sobria, de preocupada pero funcional puesta en escena, que tiene un guión preciso, que logra tensionar soberbiamente la trama, la cual inteligentemente avanza y retrocede no por capricho sino de forma muy explicativa, lo cual la confiere un aire de film distinto a lo hecho en Hollywood.
En "Atraco perfecto" se dan las claves de todo el cine negro, policiaco y de thriller clásico: el cinismo, la mujer fatal que manipula al pelele e inicia el camino para que todo se estropee, la corrupción, las mentiras encadenadas. Hay un gran dominio del tiempo y el espacio cinematográfico por parte de Kubrick, quien hizo, efectivamente, una película "personal" y de autor (es también una especie de homenaje a "La jungla de asfalto" de Huston), pero en los límites del cine de género, respetando sus canones, sin esa enfermiza, petulante e irritante fijación por inventarlo en cada plano con la que continuaría luego su sobrevaloradísima carrera. "Atraco perfecto" es una obra maestra y una película idónea para enseñar en escuelas de cine, como lo es "Senderos de gloria", pero también fueron las "culpables" directas (aunque ya incluso se dijo de su debut "El beso del asesino" que era un film genial) de que este tipo se creyera un cineasta superlativo a los otros, ensimismado hasta lo increíble, autocreído de su propia condición divina y genial de talento humanista, cuán Leonardo da Vinci del cine, por ejemplo. Y eso si que ni de coña.