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Voto de vitroxbh:
9
8,0
15.890
Acción. Drama
En el siglo XIX, en un Japón todavía feudal, un samurái llega a un poblado, donde dos bandas de mercenarios luchan entre sí por el control del territorio. Muy pronto el recién llegado da muestras de ser un guerrero invencible, por lo que los jefes de las dos bandas intentan contratar sus servicios. (FILMAFFINITY)
6 de marzo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Convertirse en una de las obras más destacables y celebradas de la filmografía de un director desorbitadamente prolífico no debe ser tarea fácil. La película que nos ocupa, sin embargo, es uno de estos casos de excelsitud de entre la excelencia, un ejemplo del cada vez menos frecuente consenso universal a la hora de aceptar la famosa (y en cierta manera ya devaluada) etiqueta de obra maestra del cine.
La culpable de esta introducción hiperbólica no es otra que Yôjinbô, de Akira Kurosawa. Relata la historia de un samurai anónimo y vagabundo que, al llegar a un pueblo desconocido, presenciará cómo dos bandas de mercenarios enfrontadas se pelearán por sus servicios.
Aunque la historia presenta ciertos atractivos remarcables, como pueden serlo la no-definición clara del objetivo del protagonista, la cierta voluntad de estructura circular para remarcar su condición de trotamundos, o la manera de resolver el comunmente llamado "falso final", la película no deja de estar concebida en los (altamente eficaces) parámetros clásicos de la escritura industrial. Lo que ha prescrito de Yojimbo, por lo tanto, no es precisamente el guion.
El aspecto que en cambio sí se ha convertido en una referencia para las escuelas de cine es, sin duda, la dirección; y más concretamente, cómo trabaja y explota Kurosawa la puesta en escena. Exprimiendo sobre todo las posibilidades del blocking con los actores y la disposición de los elementos en el plano, el nipón es capaz de hablar en imágenes, en el sentido más absoluto de la expresión. Usando fundamentalmente recursos puramente visuales es capaz de narrar y subrayar descaradamente los aspectos clave (incluso simbólicos) de la historia. El resultado es un cuadro abarrotado de las ideas brillantes de un director en estado de gracia, y ejecutadas, por si fuera poco, con la pulcritud de un corte de catana.
Lo que puede llegar a extraerse de esta voluntad de plantearse cada encuadre de la forma más expresiva posible es que en Yojimbo, Kurosawa hace, en definitiva y como dirían los puristas: "cine de verdad". Lo que quiero decir con esto es que el director saca el máximo partido a aquellos recursos que a lo largo de la historia del cine se han consolidado como puramente cinematográficos, es decir, que no tienen razón de ser en otras disciplinas artísticas. Sin ir más allá, la historia de Yojimbo es completamente secundaria porque lo que enriquece la película, lo que la dota de valor trascendente, es dicha holgura de posibilidades expresivas que solo son posibles EN el cine, como medio. Nos contaban en clase que es habitual referirse a esta cinta como una "película de directores", y es que tal cual. Yojimbo es indudablemente una de las muestras más ilustrativas de las posibilidades expresivas del lenguaje cinematográfico.
La culpable de esta introducción hiperbólica no es otra que Yôjinbô, de Akira Kurosawa. Relata la historia de un samurai anónimo y vagabundo que, al llegar a un pueblo desconocido, presenciará cómo dos bandas de mercenarios enfrontadas se pelearán por sus servicios.
Aunque la historia presenta ciertos atractivos remarcables, como pueden serlo la no-definición clara del objetivo del protagonista, la cierta voluntad de estructura circular para remarcar su condición de trotamundos, o la manera de resolver el comunmente llamado "falso final", la película no deja de estar concebida en los (altamente eficaces) parámetros clásicos de la escritura industrial. Lo que ha prescrito de Yojimbo, por lo tanto, no es precisamente el guion.
El aspecto que en cambio sí se ha convertido en una referencia para las escuelas de cine es, sin duda, la dirección; y más concretamente, cómo trabaja y explota Kurosawa la puesta en escena. Exprimiendo sobre todo las posibilidades del blocking con los actores y la disposición de los elementos en el plano, el nipón es capaz de hablar en imágenes, en el sentido más absoluto de la expresión. Usando fundamentalmente recursos puramente visuales es capaz de narrar y subrayar descaradamente los aspectos clave (incluso simbólicos) de la historia. El resultado es un cuadro abarrotado de las ideas brillantes de un director en estado de gracia, y ejecutadas, por si fuera poco, con la pulcritud de un corte de catana.
Lo que puede llegar a extraerse de esta voluntad de plantearse cada encuadre de la forma más expresiva posible es que en Yojimbo, Kurosawa hace, en definitiva y como dirían los puristas: "cine de verdad". Lo que quiero decir con esto es que el director saca el máximo partido a aquellos recursos que a lo largo de la historia del cine se han consolidado como puramente cinematográficos, es decir, que no tienen razón de ser en otras disciplinas artísticas. Sin ir más allá, la historia de Yojimbo es completamente secundaria porque lo que enriquece la película, lo que la dota de valor trascendente, es dicha holgura de posibilidades expresivas que solo son posibles EN el cine, como medio. Nos contaban en clase que es habitual referirse a esta cinta como una "película de directores", y es que tal cual. Yojimbo es indudablemente una de las muestras más ilustrativas de las posibilidades expresivas del lenguaje cinematográfico.