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Noches blancas

Romance. Drama En una ciudad provinciana, Mario, un mediocre oficinista que vive en una modesta pensión, conoce una noche a la joven Natalia, en cuyo rostro se refleja un profunda tristeza. Le da conversación para animarla y ella le explica cómo cambió su anodina vida cuando conoció a un apuesto forastero del que se enamoró y cómo cada noche su regreso. Durante cuatro noches mágicas, Mario, enamorado de Natalia, alberga la esperanza de sustituir en su ... [+]
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Críticas 31
Críticas ordenadas por utilidad
23 de noviembre de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Convence la traslación de la historia de Dostoievski desde San Peterburgo a la Italia norteña, pese a que las noches tengan que ser blancas por nieve y no por sol permanente, especialmente cuando los escenarios mayormente nocturnos resultan tan bien fotografiados. Aceptable solamente resulta trasladarse del siglo diecinueve, cuyas atmósferas y mentalidades marcan casi cada detalle del relato original, al prosaico siglo veinte en su década de auge del rock and roll (muy buena, por cierto, la secuencia del bailoteo juvenil). El relato original está reproducido fielmente en el magnífico guión. El único detalle que varía es que aquí el protagonista tira al canal la carta que se supone que debía entregar en lugar de llevarla a su destino pero, como en el cuento el mensaje no surte ningún efecto, el resultado viene a ser el mismo. El tramo final remarca aún más que en el relato las ilusiones y decepciones por las que atraviesa el personaje protagonista y puede que sea lo mejor del film. Lo que resulta menos convincente es la elección del trío protagonista. No son malos actores ni están desafortunados, pero sus físicos y actitudes básicas no encajan. Es difícil creerse al galán Mastroianni -en aquel momento en ascenso fulgurante- en el papel de derrotado pagafantas (¿cómo se dirá pagafantas en ruso, me preguntaba yo mientras leía el cuento de Dostoievski). En cuanto a la chica, la ingenuidad debería ir en sus modales y su semblante casi adolescente y no en las risitas y sonrisas de una actriz treintañera, como era Schell en ese momento. Marais es el que mejor da el tipo, aunque se le ve un poco inexpresivo y mecánico. Y nada que oponer, desde luego, a la impecable dirección de ese magnífico adaptador de obras literarias que era Luchino Visconti.
Capitan Ahab
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11 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mario, oficinista, ha sido trasladado hace quince días a Livorno. Un domingo por la noche, tras volver de una comida campestre con su jefe y la familia de este, y antes de retirarse a la pensión donde se hospeda, ve a una joven llorando en un puente. Mario se acerca y de inmediato queda prendado de ella. La joven, Natalia, eslava, desconfía en un primer momento del hombre, pero finalmente quedarán para el día siguiente en el mismo lugar y hora.

Luchino Visconti, que llevaba tres años sin rodar, desde 'Senso', dirige esta adaptación del cuento homónimo de Fédor Dostoievski, Visconti coescribe el guion junto a Suso Cecchi D'Amico.

A diferencia del cuento de Dostoievski, en la obra de Visconti los personajes son notablemente mayores, y se pierde la narración en primera persona que hace el protagonista. La acción se traslada al barrio Venezia (un lugar muy pobre donde bastante gente duerme en la calle), de Livorno, casi cien años después que la original del relato en San Petersburgo.

Estamos ante una obra que mezcla la realidad con los deseos. Mario se enamora de Natalia a pesar de que ella le insiste en que está esperando la llegada del hombre de su vida, a quien conoció un año atrás y con quien quedó, en el mismo lugar donde Mario la encontró, un año después. La llegada del hombre no se ha producido al lugar de la cita, aunque ella sabe que está en la ciudad, por lo que Mario alberga esperanzas de conquistarla, incluso valiéndose de alguna argucia. También se nos habla, a través de otro personaje, del hecho de amar a quien no nos ama y desdeñar a quien sí nos desea.

Luchino Visconti muestra bien los caracteres de ambos protagonistas. A Mario le presenta como un seductor, a pesar de haber sido incapaz de enamorar a una sola mujer en su vida. Natalia, por el contrario, es una mujer con poca experiencia en la vida, siempre amarrada a su abuela, literalmente.

El final, no dilatado en el tiempo, pues llega tras tres noches, dejará las cosas en su sitio y definitivamente cerradas.

Aunque pueda no parecerlo, todo el rodaje se realizó en interiores, en los estudios de Cinecittá. Calles, canal y edificios se construyeron a semejanza de los existentes en el lugar que anteriormente he citado, en Livorno; para el éxito de su recreación cabe destacar el gran trabajo de escenografía de Mario Chiari y Mario Garbuglia, así como el del director de fotografía Giuseppe Rotunno.

Buenas interpretaciones de Marcello Mastroianni y Maria Schell, si bien, en un principio, ninguno de los dos eran del agrado de Visconti (además ella entonces tenía un caché muy alto, lo que elevó considerablemente el coste de la producción). Y por último, destacar la música de Nino Rota.
Juan Ignacio
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6 de octubre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No he leído la obra, pero hay bastante de Dostoievski en los personajes, él es bondadoso pero cobarde, su inseguridad queda manifiesta por su ansia de tener controlado aquello que desea (tarea imposible a la para que improductiva), y en el personaje de ella se sirve del colapso histérico para retratar la psicología femenina, llevando su conducta al límite a la hora de manifestar y expresar sus emociones. Ambos apasionados, cada uno a su manera, la soledad de él le impulsa a ser excesivamente locuaz, comentar cada detalle y tratar que su acompañante comparta el exaltado entusiasmo con el que percibe él su alrededor, ella es más romántica, gusta de soñar y sufrir por amores imposibles.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
El Extranjero
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22 de marzo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Últimamente, me ha dado por revisitar a ciertos autores y ciertas películas que me impactaron en su momento. Comprobar el paso del tiempo, no sólo en las películas sino también en ti mismo, puede ser un ejercicio un tanto desconcertante, ya que algunas opiniones y algunos recuerdos permanecen extrañamente inmutables mientras que otros se han modificado de manera radical o directamente se han desvanecido.

En este punto estoy con el cine de Visconti, un “autor” en toda la extensión de la palabra con todo lo que eso conlleva. Y aunque es verdad que sigo apreciando ciertos aspectos de verdadera genialidad en su cine, también observo ciertas dosis de ampulosidad e histrionismo con los que no termino de conectar del todo.

Sin duda, es culpa mía. Me estoy haciendo viejo.

Noches blancas de Dostoyevski es uno de esos relatos que han cincelado mi educación emocional. Lo he releído en multitud de ocasiones y creo haber llegado a entender muy bien la esencia y los matices de la historia y los personajes. Llegué a él, paradójicamente, a través de la recomendación de un amigo y del visionado de esta película. Recuerdo el impacto que me produjo y como al día siguiente compré la edición publicada por Alianza editorial en donde se incluía este relato junto con “El pequeño héroe” y “Un episodio vergonzoso”. De alguna forma he completado un extraño círculo de ida y vuelta, que ha cambiado, en parte, mi opinión acerca de esta película.

Creo que pocos autores han diseccionado el alma humana y sus pulsiones más profundas con tanta compasión y tanta elegancia como Dostoyevski. Adaptarle no es sencillo, aunque sea tentador. Y es que, aunque hay algo de cinematográfico en su literatura, que permite trasladar a imágenes de manera más o menos fiel los elementos básicos de sus relatos, lo verdaderamente importante de sus obras no está en su argumento, sino en el dolor que atraviesa a sus personajes. Ese mundo emotivo es transitado por los propios personajes y por el lector con intensidad pero también son sutileza.

Y de aquí viene mi pequeña decepción con este revisionado de la película de Visconti. Creo que le falta sutilidad y delicadeza. Ya sé que una película y una obra literaria tienen lenguajes diferentes y que las adaptaciones aspiran a tener una vida propia. Lo entiendo y lo acepto, pero eso no quiere decir que me tenga que alinear o me tengan que gustar ciertos cambios que afecten a la propia esencia de dicha obra.

Para empezar, creo que Noches Blancas es una obra difícilmente extraíble de la época en la que se escribió. Es un texto de mediados del siglo XIX que recrea una manera de entender la vida muy concreta y totalmente contextualizada a esa época. En 1848, las decisiones que se tomaban en la vida tenían un peso específico: los trabajos eran para toda la vida, coger cualquier resfriado te podía costar la vida y encontrar el amor también se convertía en una decisión de por vida. Es decir, la vida tenía un cierto componente trágico asociado a la irrevocabilidad de las circunstancias.
Sacar a la obra de ese contexto y trasladarlo a la Italia contemporánea es un riesgo artístico que desvirtúa, en cierta medida, el peso existencial que encierra este pequeño y maravilloso relato.

Tampoco me parece acertada la elección de Mastroianni para el papel protagonista. No siento una especial simpatía por este actor (es cosa mía) pero más allá de eso, creo que, objetivamente, no es el actor indicado para interpretar a un personaje caracterizado por la timidez, la melancolía y la soledad.

Maria Schell está correcta, sin más. Tampoco es una actriz que me entusiasme, tengo que decir, y quizás su actuación es un poco exagerada también, casi expresionista, al modo que tenían que ser las actuaciones (por ejemplo) en el cine mudo. Hay algo extraño en su personaje y en su actuación que no me terminan de convencer, pero, sin duda, es capaz de trasladarme y hacerme conectar mucho mejor con la inocencia y fragilidad de su réplica literaria de lo que lo hace Mastroianni con la suya.

Tampoco conecto con la teatralidad de la puesta en escena, ni con la introducción de ciertos elementos como la cargante escena del bar y todo ese “momento baile” que me sacan completamente de la historia.

Digamos, por sintetizar, que los primeros 80 minutos de este revisionado me han parecido erróneos, cargantes y superfluos...

...Pero entonces es cuando se produce el milagro...

Pasa algo un tanto inexplicable en ese final de tintes excesivos y melodramáticos que me llevan a la más pura emoción. Visconti consigue, con ese final, redimirse y atrapar la esencia misma del relato jugando con elementos narrativos y expresivos completamente distintos a los que utiliza Dostoyevski.

La composición casi pictórica de esta secuencia, junto con las actuaciones de Schell y Mastroianni (que aquí sí están inmensos) terminan de construir uno de los finales más bellos y desgarradores de la historia del cine.

Gracias a ese final, recordé porque me había fascinado esta película en su momento.

Y es que hay veces que la parte da sentido al todo.

Simplemente por eso y porque al fin y al cabo, nuestra mente tiene una extraña obsesión por almacenar aquellos instantes que te dejan una huella emocional, pongo un notable a esta película fallida e irregular pero profundamente conmovedora.
Marvin_Benson
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21 de febrero de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante que "Noches blancas" es la película más triste que he visto jamás.

Triste porque Visconti habla de la soledad, en todas sus vertientes, desde todos los ángulos posibles: una soledad cíclica, una soledad compartida, una soledad imperturbable, una soledad infinita...todo personaje implícito en la historia es un alma solitaria.

El comienzo ya nos da unas pistas, enmarcando la trama en una Venecia depauperada, triste y sombría, llena de rincones tan nostálgicos como potencialmente románticos para una historia que se desmarca del cine italiano de sus coetáneos, desprendiéndose de ese liricismo y misticismo de Antonioni y rechazando esa falsa modestia, esa profundidad prosaica de los inicios de Fellini. A ratos se acerca más a Rosellini, incluso tiene unos toques de Capra, pero todo desemboca en la soledad, esa que tan bien retrató Dostoievsky.

Visconti sabe de lo que habla, sabe como contarlo, conoce el neorralismo como nadie, y lo explota hasta unos límites que son de todo menos mágicos, con unos personajes tan llenos de ¿falsa? esperanza como ricos de espíritu.

Retrata con descaro, pero sin ahondar, en la sociedad de la época, en las imposiciones sociales, e incluso en el destino, incierto y cruel, pero inevitable, lo que hace que te sientas a ratos reconfortado y a ratos desolado ante tanta veracidad, deseando un final que sabes que es imposible, y que no por menos esperado, te devuelve a ese estado nostálgico, triste, sombrío, y sobre todo, lleno de soledad.
funkie_83
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