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Antes de la medianoche

Romance. Drama La tercera parte de la trilogía se desarrolla en Grecia. Nueve años después de su segundo encuentro romántico, el destino vuelve a unir las vidas de Celine (Julie Delpy) y Jesse (Ethan Hawke). (FILMAFFINITY)
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Críticas 167
Críticas ordenadas por utilidad
3 de agosto de 2013
38 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estuve leyendo la opinión sobre ésta película de algunas personas, me dí cuenta que las mismas arrojaron una buena puntuación,intenté encontrar alguna razón para reconsiderar mi opinión al respecto, pero no pude.
Voy directamente al punto:
A mi parecer la conversación que mantienen éstos personajes no tiene nada de original ni inteligente, la pauta la da la postura de J Delpy que hace responsable a su marido de la debacle del matrimonio...! Esa mujer necesita análisis! En su especie de monólogo (denso por demás), no escuché que haga alguna autocrítica, adoptando una postura caprichosa propia de una adolescente. Quejosa por demás, reiterativa, inmadura, cansadora, me invitaba a retirarme del cine sin ver el final..
No la recomiendo en absoluto.
Maria Silvia
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2 de julio de 2013
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brillantísimos diálogos, dos actores en estado de gracia, ajustadísimas realización y producción a la historia (perfectamente) narrada, enorme capacidad de observación, e inteligentísima reflexión.

La película es más madura (al igual que lo era la segunda entrega con respecto al desenfadado e ingenuo romance juvenil de la primera), por la sencilla razón de que los extraordinarios personajes protagonistas han madurado y cargan ahora con responsabilidades, ausentes en aquellas primeras vacaciones "interaileras" vienesas, en cualquier caso encantadoras.

Antes del anochecer... qué bien sienta una copa en una terraza del sur del Peloponeso griego. La mejor entrega de una estupenda e imprescindible trilogía del cine contemporáneo.
Amor Perro
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1 de julio de 2013
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues se acabó.
¿O quizás no? Sólo el tiempo y la entente que forman Richard Linklater, Julie Delpy y Ethan Hawke dirán.
El listón estaba alto, altísimo después de Antes del amanecer y Antes del anochecer. Por ello, lo que esta película viene a demostrar es que, cuando hay talento, talento del de verdad, alcanzar la perfección una y otra vez es sencillo.
Para que se hagan una idea: me había propuesto apuntar los momentos más brillantes y las secuencias más arrebatadoras, pero a los diez minutos me he dado cuenta de que no hacía falta. Por la sencilla razón de que toda la película es tan brillante, tan hermosa, tan real y está tan viva que no hay nada que destaque por encima de lo demás. Es pura y dura perfección fílmica, desde el primer minuto hasta el último.
Con su habitual estilo de dejadez visual y sencillez extrema (la importancia está en la palabra, no en lo visual... y aun así, qué maravilla de planos-secuencia se marca el realizador), Richard Linklater nos lleva esta vez a Grecia con Jesse y Celine, y el viaje merece la pena. La gran genialidad reside en esta ocasión en que, en vez de volver a repetir el esquema del encuentro más o menos casual en una capital europea, el trío maravillas, alma y corazón de la trilogía, apuesta por presentar una situación nueva. Nunca antes habíamos visto a Jesse y Celine en la situación sentimental en la que empiezan la película, y la arriesgada apuesta no sólo sale bien, sino que demuestra de nuevo que, como guionistas, Linklater, Hawke y Delpy son insuperables. Y lo son porque los diálogos y la manera en que se describen las relaciones de pareja, de padres e hijos o las dificultades de la paternidad y la vida en común siguen rezumando una credibilidad absoluta, una verdad absolutamente real. No hay artificio, no hay frases prefabricadas, no hay cursilerías, porque tampoco las hay en la vida real. Éso es la película: la realidad más absoluta, a veces dulce, a veces amarga, como el amor y la muerte. Jesse y Celine se divierten, se hacen reír, se aman, discuten y se enfadan, y lo hacen de tal forma que hay una conexión inmediata con todos los espectadores, porque esas mismas palabras han salido de nuestra boca alguna vez en la vida. La conexión emocional con ellos es, por tanto, inmediata y muy fuerte, hasta el punto de que los recibimos en pantalla y los despedimos con una sonrisa, porque son casi como de la familia, como dos más de nuestro círculo de amigos, tan reales resultan.
Y qué decir a estas alturas sobre Hawke y Delpy como actores, salvo que la química que han desarrollado sobrepasa todo lo imaginable. Es espectacular verlos juntos, una experiencia única, por lo electrizante de sus miradas, sus gestos, la enorme confianza que tienen el uno en el otro.
En definitiva, tercera película y tercera obra maestra del equipo "Antes del". Cine cómico (es divertidísima), dramático (no pestañeen siquiera en la secuencia en el hotel, o se perderán una de las más demoledoras y brillantes discusiones de pareja jamás escritas) y romántico (si no lo digo reviento: le da una patada allá donde más duele a todos los romances adolescentes o no que pueblan hoy las pantallas y las novelas) de enorme calidad. Gracias Julie, Ethan y Richard por este regalo en tres partes. Y que sean cuatro, por favor.

Lo mejor: Todo.
Lo peor: Nada.
Sibila de Delfos
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30 de julio de 2013
21 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sinceramente, quizás mis expectativas eran demasiado elevadas por las altas valoraciones de esta película en FilmAffinity, pero aún así creo que si hubiera ido a verla sin saber nada antes mis reflexiones hubieran sido las mismas. Se trata de la teatralización (porque parece una obra de teatro) de un día cualquiera en la vida de una pareja que después de varios años de convivencia comienza la tan común fase de los reproches. La única circunstancia anormal en esta situación es que los protagonistas se pasan hablando en distintos tonos pasando de la cordialidad a la discusión sin intermedios durante toda la cinta. Insoportable. Me pasé toda la película esperando que pase algo, pero no pasa nada. Y quien piense que al menos la ambientación en Grecia aportará algo de estética se equivoca, los planos exteriores se cuentan con los dedos de una mano. debo decir que eésta película no me ha aportado absolutamente nada, salvo ganas de demandar a la protagonista por cretina.
La próxima vez, leeré primero las críticas de peor valoración, me parece que son bastante más razonables la mayor parte de las veces.
JohnnyBGood
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28 de junio de 2013
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los dos jóvenes se conocían desde hacía apenas unas pocas horas. No obstante, ya eran dos auténticos enamorados, casi desde el momento mismo en que se vieron por primera vez en el tren. Andaban (no cogidos de la mano, sino de algo invisible pero mucho más fuerte) por las calles de una ciudad extraña pero que a la vez les resultaba muy familiar. Se la hicieron suya. Lo que decía ella le interesaba a él; lo que decía él le interesaba a ella. Lo que ambos decían absorbía a todo oyente que hubiera tenido la suerte de interceptar alguna de sus observaciones y/o comentarios. Pero ni los diálogos más gozosos hacían olvidar a los actores de la obra que, de vez en cuando, se tenía que mirar el reloj. No por aburrimiento, sino porque ese idilio que tan pronto había nacido... tan pronto moriría. El guiri norteamericano y la turista francesa tenían impuesta una -innegociable- hora de vuelta a casa... y cuando salió el sol, muy a su pesar, a casa volvieron.

Nueve años después, la suerte (que contó con el inestimable empujoncito de los designios de la industria editorial) propició un segundo encuentro. El escenario había cambiado. Ahora ella jugaba como local y él como equipo visitante. Casi una década había transcurrido desde su primer -y hasta la fecha último- encuentro, sin embargo, nada parecía haber cambiado entre ambos. Opiniones, ocurrencias y sentimientos intactos... solo que en un estado un poco más avanzado de maduración. Todo esto surgido como de la nada, casi sin quererlo. A veces parece (y solo parece) que las grandes conquistas apenas requieren esfuerzo. Será, quizás, por la inspiración, que como se sabe, si bien es escurridiza, también puede recuperarse con el debido estímulo. Las musas, efectivamente, existen, solo hay que saber encontrarlas. Y así, como se ha dicho, todo parece más fácil... por increíble que parezca, valga la redundancia.

Por ejemplo, durante el transcurso de la primera -y mágica- noche, los dos tortolitos contrataron los servicios de un poeta callejero. El trato consistía en que ellos debían decirle sus respectivos nombres, así como un par de conceptos. Pasados unos segundos, y para mayor asombro de los contratantes, el artista ya tenía terminada la composición, y aunque ésta no fuera precisamente digna de, por ejemplo, el Siglo de Oro (quizás por esto gustó tanto), sí que consiguió dejar un excelente sabor de boca en su audiencia. El joven gallito, que por un momento vio peligrar su conquista, insinuó que, tal vez, todo se tratara de un engaño. Que el poeta ya lo tenía todo preparado. Que tenía en su cabeza un esqueleto de rimas y versos claramente definido y adaptable a cualquier palabra que se le diera. Pero en el fondo, todas estas sospechas, como se ha dicho, tenían su origen en la más insana de las envidias.

Aceptemos pues que la improvisación existe. Que la sorpresa causada por lo espontáneo es un regalo al que no hay por qué mirar con desconfianza. Aceptemos también que en el arte (especialmente en el cine) esta alegría en potencia es poco más que una quimera. La razón: una vez el espectador ha pagado por la función (hay quien sigue haciéndolo), no hay que recriminarle el que exija al producto un mínimo de calidad, algo que normalmente puede garantizarse con un intenso trabajo de preparación. Pulir el guión, sudar la gota gorda durante el periodo de post-producción, ensayar una y otra vez, probar con nuevas tomas... todo sirve para que el cliente salga contento. A pesar de todo esto, sigue siendo posible dar la impresión (si ésta parece auténtica, nos damos por satisfechos) de que todas las horas dedicadas a que las piezas encajen, ''en realidad'' hayan sido escasos segundos.

Sin rodeos: lo que está a punto de vivirse en nuestras desérticas salas de proyección puede marcar, y puede decirse sin temor alguno a ser tildado de exagerado, un auténtico momento histórico. La razón: Richard Linklater, maestro absoluto de la improvisación impostada (en el buen sentido de la expresión), presenta por fin la película supone la culminación de su estilo; de su manera de captar la vida a través de ese artificio al que llamamos cine. Ocho años después de la formidable 'Antes del atardecer', el cineasta de Texas vuelve a buscar la compañía de Ethan Hawke y Julie Delpy, es decir, la de Jesse y Celine, ambos en plena crisis de los cuarenta (y con quienes sobra decir que se siente como en casa), para resucitar, en 'Antes del anochecer', la cumbre contemporánea del género con una de las más secuenciales -vista por capítulos- y a la vez elípticas -en conjunto- historias amorosas que nos haya dado jamás el séptimo arte (en este último aspecto, en apretada disputa con el mismísimo Ingmar Bergman y sus 'Secretos de un matrimonio', o con la forma que ha tenido siempre Leos Carax de acercarse a sus queridos actores)... y dicho sea de paso, y de nuevo sin miedo a pasarse de frenada, una de las más maravillosas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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