La fuente de la vida

La película me ha parecido genial, sobre todo porque me ha hecho sentir durante toda la película. Es auténtica poesía y como tal suelo estar predispuesto a aceptar y a sentirla, no a explicarla. La poesía si la explicas se banaliza, se destruye, pero tras pensármela y repensármela al día siguiente llegué a algunas conclusiones y es que la película no cuenta un viaje en el tiempo, sino que más bien es una metáfora que cuento más adelante.

No hablaré de las majestuosas interpretaciones, ni tan solo pienso entretenerme en la belleza y soberbia que desprenden su excelsa imagen y dirección, como tampoco añadiré nada sobre una de las bandas sonoras más místicas, adecuadas y preciosas que he tenido el gusto de gozar.

Solo diré que "The Fountain" es puro corazón, es un sentimiento (o miles de ellos), y como tal no entienden de Tiempo, racionalidad, orden o solución. El sentimiento fluye, existe y te invita a unirte a él. A ser fiel a sus expresiones pero tolerante con sus manifestaciones. "The Fountain" no es una historia narrada por un ente omnipotente, dictador de sus voluntades. "The Fountain" es la mayor expresión de interacción entre los estímulos de la vida y de nuestras facultades de lectura de todas ellas, no en lo correcto de realizarla, si no de saber llevarla a nuestro corazón. ¡Pero que cosa más preciosa y humana al fin y al cabo!


Para ver olvidándo todo lo que has visto, sin pararse a buscar explicaciones en experiencias pasadas. Para darle una oportunidad a nuestro sentido más visceral y neto.

"The Fountain" es ver "The Fountain". Nada más.

Es evidente el que a día de hoy Hollywood se encuentra en crisis, y prueba de ello es el hecho de que salvando los grandes directores de siempre -Scorsese, Eastwood, Coppola-, todas las grandes películas americanas provienen de sangre nueva, directores con ideas frescas capaces de hacer cintas del nivel de "Gracias por Fumar", "Brick" o "Pequeña Miss Sunshine". Hace un tiempo se presentó una promesa, Darren Aronofsky, que se confirmó como un gran cineasta a seguir con su segunda obra, la magnífica "Requiem por un sueño". Ahora, con su tercera película, Darren se arriesga -por tercera vez-, creando una película maravillosa, arrebatadora visual, filosófica y metafóricamente que gustará a unos mientras que otros, con razón, las asquearán.

Por mi parte estoy en el primer grupo, lógicamente. "The Fountain" me ha parecido genial, así resumiendo, la historia de un amor eterno, de cómo un hombre puede pasarse toda una eternidad buscando la cura a la enfermedad de su esposa, un canto al amor, a la vida y a la muerte. Resumir la película sería entrar demasiado en detalle, y realmente el argumento que pone en la ficha de Filmaffinity no hace honor a lo que realmente podemos ver aquí. Sin querer dar más datos argumentales, me centraré únicamente en confirmar lo que ya han dicho casi todas las críticas anteriores, y es que este sobresaliente relato sale a flote gracias a la interpretación múltiple de un sobresaliente Hugh Jackman, un actor que demuestra su calidad por enésima vez -después de El Truco Final-, alejándose completamente de ser "Lobezno". A él se le suman Ellen Burstyn, en un papel más facilón que el de "Requiem", y Rachel Weisz, preciosa como siempre, que se come la cámara en cada escena o plano donde aparece.

Interpretaciones magníficas para un poema filmado extremadamente bello, arrebatador. Y acompañando a este festival visual, se le une una banda sonora de Clint Mansell. Sin ser tan genial como la de "Requiem", es igualmente demoledora, magnífica, y unida a las imágenes hacen un todo fantástico. Realmente Darren es un director que sabe unir la música y las imágenes.

En fin, qué más decir... no entiendo la postura de la crítica -que la pone verde-, aunque si entiendo que haya gente a la que se le pueda atragantar. "The Fountain" es una película difícil, requiere los cinco sentidos, dejarse llevar durante 90 minutos, no te dan el argumento digerido, eso es cosa tuya. Tienes que interpretarlo, sentirlo y moldearlo. Darren Aronofsky ha creado una obra única, visualmente espléndida y con un argumento fantástico, mágico, realmente destacable. Obligada. Y desde ya, una cinta a reivindicar.

Había leído en muchas críticas de otras películas la palabra "pretenciosa". Creo que ninguna me
había hecho sentir eso. Ahora entiendo perfectamente a todos los que usaron esa palabra alguna vez.
Desde el inicio con la cita del génesis me dije: -Ya está, tiene que ser muuuuy groso para
enfrentar esto, para "hacerse cargo" de lo planteado-. Por supuesto, no lo fué. Al punto del
ridículo, del despropósito total, de la ignorancia del lenguaje mas básico, cinematográfico,
HUMANO!...

Película plagada de situaciones absurdas (y ojo, que no estoy hablando de las partes "místicas", místicas de oropel, dicho sea de paso) estoy hablando de toda la película. Las conversaciones, las reacciones, las tomas en si, la forma hasta en que caminan, que se mueven, que se toman un café, es irreal y absurda. Vergüenza ajena las partes de "época". Los decorados, la ropa, los datos, todo es tan inverosímil. Y las conversaciones idiotas de cada uno de los personajes, sumado a que la única palabra que se aprendieron en español parece ser "conquistador" y dicho para el carajo igual, me recordaba el "Arrivederci" de "Bastardos sin gloria". Y ese vagar de la película entre épocas y "planos" diferentes, pretendiendo provocar el asombro o el respeto provoca mas bien o nauseas o carcajadas (mi caso).

Punto aparte a las interpretaciones. De una descartamos a los que no son Hugh Jackman y Rachel Weisz porque el resto pasan la película pintados. Ninguno de los dos protagonistas me gustó nunca, desde antes de ver este engendro. Aquí volvieron a confirmarmelo. Jackman no se si es pésimo, pero no le creo nada de nada en ninguna de las cosas que hizo, sus interpretaciones son siempre exteriores y forzadas. Y Weisz, que de pronto pareció alguna vez que capaz daba para mas, resulta también agobiante haciendo siempre lo mismo, siempre los mismos gestos, las mismas expresiones. Y la verdad que cansa ya que siempre es la supermujer, inteligente, bella, sabia y altruísta, siempre lo mismo, ya no se lo debe creer ni ella. Puedo comprobar que estoy en lo cierto ,aunque muchos me contradigan, al ver la lista de películas siempre mediocres en las que participa. Igualmente los dos me conmovieron en un momento. Jackman cuando la vieja hablaba en el entierro y el se va y cuando ella lo llama le dice "Basta, basta!" era realmente lo que tenía ganas de hacer yo con la película. Y Weisz cada vez que decía "terminala, terminala", me llegaba al corazón, si se refería a la película.

En fin, las extravagancias pretenciosamente profundas no son mas que efectos basura y no pueden llegarle a nadie mas que a algún envase vacío que nunca pensó acerca de nada mas que lo que ven sus ojos. Palabras clave para atrapar incautos pseudo-místicos de moda o fans del, como diría Sabina, "budismo zen de la tele". Tales como: Árbol de la sabiduría, profecías mayas, Adán y Eva, nebulosa, xibalba, dipsy, lala y po.

Si les pareció muy larga mi crítica (gracias por leer) lo resumo todo en estas sabias palabras:


http://www.youtube.com/watch?v=U9sMaQSvz7k

Como ya ocurriera con sus dos primeras películas, Pi (1998) y Réquiem por un sueño (2000), Darren Aronofsky vuelve a fabricar una obra de culto, un clásico en potencia cuya genialidad será refrendada algún día por los mismos que ahora la tachan de artificio o engendro. Tiempo al tiempo.
Hay creaciones que traspasan cualquier frontera artística, tal vez porque son capaces de aunarlas todas. Si los talentos que pueblan la industria del celuloide tuvieran sólo una porción de la valentía con que Aronofsky encara sus proyectos, el cine estaría más cerca de una experiencia religiosa/mística que de la vida misma. Desde Stanley Kubrick (salvando las distancias, por el momento), no he visto un talento tan desproporcionado. Quizás las obras de arte puras y perfectas no existan, tal vez, para ello, deban llevar dentro de sí signos de imperfección (y no cambios radicales) que nos recuerden precisamente que son humanas. La fuente de la vida está plagada de fallas (guión poco trabajado, abuso de planos cenitales, cutre ambientación, agujeros narrativos, diálogos banales, fárrago psicológico…), raro teniendo en cuenta su presupuesto, 35 millones de dólares (Pi, 65.000, y Réquiem, 4´5), pero eso da una idea de las dificultades que ha podido encontrar un director capaz de sacrificarlo todo por una visión.
Ficción, realidad y más allá. Pasado, presente y futuro. Mitos, leyendas y símbolos. Tres planos plagados de tanatofobia, realismo mágico, telurismo y relatos precolombinos, del Génesis de la Biblia a la Cábala del Árbol de la Vida, de Herzog a Tarkovski, para componer un ritual de la muerte en toda su odiosa realidad. Como en 2001, una odisea del espacio, para este servidor la obra demiúrgica del séptimo arte, Aronofsky se pone Jodorowsky (El topo) en su parte final, y en una secuencia psicodélica (20 minutos) por su cosmogonía, consigue eliminar toda noción de tiempo para el espectador, sumergiéndolo en un vacío ingrávido cuya hipnosis supone un éxtasis para los sentidos, un acto de creación vanguardista por su ruptura y romanticismo existenciales. Arropada por otra banda sonora prodigiosa de Clint Mansell (quién no se acuerda todavía de los violines de Réquiem por un sueño), Kronos Quartet y Mogwai incluidos, La fuente es un acto de fe dirigido al subconsciente del espectador, un odumodneurtse donde la cultura, la inteligencia, la imaginación y la sensibilidad de cada uno funcionan como mecanismo de lectura ante los estímulos de la vida. Si crees en la trascendencia del amor (“no somos más que polvo de estrellas”), si crees en la vida después de la muerte, si quieres enriquecer tu alma, bebe de esta fuente, porque te abrirá (y dejará abiertas) vertiginosas perspectivas metafísicas. Todo el mundo sabe que un día se morirá, pero casi nadie se lo cree. Cada vez nos cuesta más creer, soñar, pero cuando el cine se convierte en ARTE, cuando entra en una nueva era, todavía queda esperanza.