En la casa

"En la casa" es una comedia perversa que va de menos a más, poco a poco, aunque con un ritmo vertiginoso, y que termina enmarañando al espectador como si de una tela de araña se tratase. Nos convertimos en un voyeur más y deseamos descifrar cómo evolucionará esa relación entre profesor y alumno, así como la presencia de ese chico en esa casa y, muy especialmente, su particular y retorcida visión. Es un juego peligroso que sabemos que terminará mal, pero queremos más.

Ante todo, hay que decir que estamos ante un producto inteligente. Y, como tal, original, al tratar semejante argumento desde el prisma de la comedia, lo que le quita hierro y permite destensar el ambiente. Tal mezcla podría haber matado al conjunto, pero François Ozon sabe dominar el asunto, con la excepción de un tercer acto que no mantiene al nivel porque descarrila hacia la comedia y se olvida por completo de la perversión. No es un hecho determinante pero sí le hace perder enteros.

También el llamado matrimonio de clase media es algo decepcionante, matrimonio que, de entrada, no puede llamarse de clase media. Ese casoplón es de ricos, no fastidiemos. Pero tampoco encajan como tal: él es un zoquete y ella no es tan hipnótica como debería. Hablo tanto de los actores como de los personajes, tan ricos y tan estupendos pero que se comportan como auténticos botarates. No sé que obsesión pueden despertar, honestamente.

Salvo eso, "En la casa" una película deliciosa para los sentidos, casi redonda. Transita por varios estadios y muta según avanza, a tal nivel que termina por confundir la realidad con la ficción en manos de un protagonista para el recuerdo. Hablo del muchacho, Ernst Umhauer, cuyo rostro es puramente cinematográfico, su cuerpo quizás no tanto. Le acompaña Fabrice Luchini en otro personaje genuino, un profesor de literatura frustrado por su falta de talento y que ve como su vida coge vuelo al encontrar a un alumno que, al fin, le sigue el juego. E incluso le supera. El tercer vértice triunfal es una Kristin Scott Thomas que no se queda en una secundaria al uso, ya que, junto a su marido forma un matrimonio culto, algo aburrido y, este sí, perfectamente creíble y también perfectamente hilarante.

A modo personal, confesaré que un ritmo más pausado a la hora de narrar los hechos le hubiese otorgado un punto de oscurantismo mayor, a lo Polanski, y es que a mí la depravación me gusta más que a un tonto un lápiz, pero que nadie dude ni por un segundo que nos hayamos ante una obra magistral, que removerá, aprisionará e implicará hasta al espectador más apático.

PD: me congratula saber que el texto lo escribió el dramaturgo español Juan Mayorga.

Se acercaba el fin de la película y por primera vez en la vida me quise levantar para irme sin llegar al final de semejante disparate.

Uno tiene ya sus años, y sinceramente, no me gusta que me tomen el pelo.

"En la casa no es un juego inteligente"... pues es inverosímil.

Si me dicen que es una película de broma, entonces tendría su punto...

Llega un punto en el metraje: el examen de matemáticas. Hasta ahí seguí el relato... Después de ese giro, ya todo es pose: seducciones tantas veces vistas, mujeres descalzasen el sofá, pedanterías artísticas, reflexiones educativas francesas (¡Oh luz del mundo!), Woddy Alllen en una de sus primeras comedias... pero resulta que ésta no lo es.

¿He dicho copas de vino? ¿Sueña el ama de casa que vive en una casa de lujo con una mansión que nunca tendrá? ¿Ah no? Explíquenme el significado de riqueza...

Fantasioso francés, sueño de eterno post adolescente... El cine se ha vuelto infantil, está invadido por el "es mi sueño", la vida es un reality, el cine es un reality, un concurso...

Un entretenimiento para los infantes de la France, que un día habrán de despertar.

El nuevo trabajo de François Ozon viene siendo tan insoportablemente pretencioso como casi todo lo suyo. Y hay que decir que la idea no es mala; lo que pasa es que Ozon consigue convertirla en una auténtica majadería de principio a fin.

La idea es que un profesor de Lengua y Literatura se queda enganchado a la redacción de un alumno y le pide que siga con la historia, que en las siguientes entregas se va haciendo más y más rocambolesca hasta el punto de que incluso llega a afectar seriamente a las vidas de los implicados.

La realidad y la ficción se mezclan constantemente y así, la figura del profesor empieza a aparecer en el relato de su alumno y las vidas de los protagonistas del relato empiezan a confundirse tanto para el profesor como para el espectador entre lo que es, lo que pudo haber sido y lo que no puede ser. Vamos, que en ningún momento se sabe a ciencia cierta si lo que cuenta el muchacho, por cierto un chaval un tanto inquietante, ha ocurrido en la realidad o es fruto de su calenturienta imaginación.

Y digo que esta idea, que en un principio podría parecer buena, se convierte en pura majadería, debido a la idiosincrasia de los personajes. Es muy difícil concebir a un profesor tan manifiestamente torpe y tan imbécil como el que interpreta el inefable Fabrice Luchini; al igual que es difícil concebir a un alumno que consiga tomar el pelo de tal manera a un profesor, con ese descaro y esa desfachatez. Como es difícil concebir al personaje de la mujer del profesor, por mucho que la interprete con su buen hacer habitual, la fantástica Kristin Scott Thomas.

Y no, no es una apreciación personal poco fundamentada. Podría serlo si ésta fuera sólo mi opinión, pero se da la circunstancia de que en mi casa estábamos tres espectadores. Paso a exponer los comentarios de cada uno:

ESPECTADOR 1º: Pero de dónde ha salido ese profe. Cómo puede ser tan tonto. Mira que en mi instituto hay mamarrachos pero tan colgao y tan primo como ése no he visto ninguno, imposible. Menudo pringao.

ESPECTADOR 2º: Pero bueno, cómo es posible que el amigo del niño, el tal Rafa, no se mosquee cuando le pone ejercicios y, en lugar de quedarse con él para ayudarlo y resolverle las dudas, lo deja solo haciéndolos y se va durante horas a dar vueltas por la casa, a colarse en todas las habitaciones y a espiar a los padres. Pero qué invento es éste.

ESPECTADOR 3º: Grrrrrrrrrrrrrrrr Fiuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu! (Onomatopeya de un ronquido)

Como podéis comprobar, tres críticas bastante unánimes, fundamentadas y contundentes.

Estoy de acuerdo en que lo del chaval es algo muy real, ¿a quién no le ha molado la madre de un amigo?, pero desde luego eso no es algo que haga destacar a esta película de las demás, si hasta el Canto del Loco hizo una canción del asunto. De acuerdo con que el crio puede llegar a resultar aterrador y un poco psicótico y que la historia esta bien contada, pero, ¿realmente era necesario cebarse así con el personaje de Luchini?, ¿no era suficiente con que fuese un pringado?, para este director la respuesta es NO, tenía que convertirlo en un auténtico desgraciado con Síndrome de Estocolmo para que resultase mas efectista, a mi entender los últimos quince minutos de metraje sobran.

Deliciosa, precisa, elegante, intrigante, interesante... son solo algunos de los adjetivos que se me vienen a la cabeza al recordar el visionado de "Dans la maison", el nuevo trabajo de uno de mis directores favoritos, el gran François Ozon.

Fantástica película llena de buenos momentos, de miradas, de grandes diálogos. Una maravilla técnica y musicalmente, por no hablar del perfecto montaje.

Unos actores en estado de gracia (aunque espero la oportunidad de poder verla en versión original, cosa que no se nos brinda en muchos cines, desgraciadamente, y que es decisiva para poder disfrutar de las interpretaciones en total plenitud).

Un guión inmenso plagado de recovecos que juega con el espectador y lo manipula, pero en el buen sentido de la palabra.

Una bofetada en toda la cara para el cine actual, enfermo de evidencias y efectismo. una película tremendamente disfrutable.

Ozon es un genio.