Contra viento y marea

Desgarrador legado del controvertido director cofundador del movimiento "Dogma 95" Lars Von Trier.
El film relata una conmovedora historia de amor al límite, en donde una inocente joven (la excepcional Emily Watson) se casa con un trabajador de una empresa petrolífera, con lo que se resigna a pasarse largas temporadas en soledad, esperando el regreso de su conyuge, hasta que un buen día un fatal accidente lo postra para siempre en cama, encadenando con ello la vida de la joven a una soledad creciente, que poco a poco se va convirtiendo en una ola de destrucción que demantelará por completo su vida.
Trier corrompe la inocencia con amor, convierte lo puro en podrido de la manera más cruel, con un film que no dejará a nadie indiferente.

Extraña relación entre Bless y Jan, influenciada por la pintoresco carácter de la joven Bless. Fundamentada todo por una crítica a una iglesia tan sectaria como pocas, a las vidas rutinarias de los personajes secundarios y a las costumbres de un pueblo chapado en el pasado.

La dualidad en el pensamiento de su protagonista confunden a todos, menos a su agraciado marido. Todo su ímpetu por salvarlo obra en un milagro un tanto sorprendente.

La verdad que comencé a ver a Von Trier con sus dos películas Dogville, y Manderlay. Me atrajo su forma de afrontar los problemas de la vida. En esta se nota los orígenes de su don, como saca lo mejor de cada personaje y utiliza la potencia de cada uno de ellos para hilvanar historias verosímiles pero con un drama extra como pocos directores pueden hacer. Es bueno reconocerle el merito.

Al margen hay también que entenderlo. A mi se me pierde un poco tanta complejidad, solo comprendida por unos pocos, pero hay esta, es casi palpable. Es un director único e irrepetible.

Me gusta Lars Von Trier, o al menos un puñado considerable de su filmografía. Pero esta película me ha aparecido sumamente densa y en muchos aspectos excedida. Noto el ánimo constante del Danés en innovar, no obstante, pero aquí no comparto su punto de vista. Gran decepción.

Seré breve y concisa, cualidades que últimamente echo mucho de menos en el cine.

La historia no es mala, pero es el claro ejemplo de cómo una buena historia se puede joder totalmente por culpa de la duración absurdamente exagerada y por un inexistente ritmo narrativo.

La primera hora y media es súper tediosa y se podría contar en 45 minutos. La segunda parte parece que va a tener más interés, pero se pone tan surrealista que en ningún momento terminas de creerte nada ni de empatizar con nadie, así que es imposible que me dé pena o me resulte triste nada de lo que les pasa a los personajes (que, por otra parte, me resultan bastante irritantes). He aguantado hasta el final porque había leído que supone un gran golpe de efecto y tenía la esperanza de que se justificaran las dos horas y media, pero se ve que tengo el corazoncito tan congelado como el ritmo de esta cintilla.

Intenta ser profundilla y supongo que por eso gusta tanto, pero a mí lo profundillo me lo tienen que vender mucho mejor.

Como punto positivo, diré que la estética está chula y las escenas que dividen las partes de la historia con una canción y que se asemejan a un cuadro de paisaje molan bastante. Y hay que reconocerle a Lars la maestría para conseguir que un culebrón amoroso pasteloso y exagerado, género del que soy fan absoluta, me resulte completamente infumable y soporífero.

En definitiva, una película maravillosa para entrenar mi paciencia y prepararme para tostones mayores que quiero ver, más que por gusto, por tener algo más de cultura cinematográfica. La sabiduría es dolorosa a veces.

Encarna realidades humanas exagerando a modo de grotesco. Sin disimulo una de las perversiones mas grandes del cine. Von Trier una vez más deja marca en lo mas profundo de nuestras inocencias, las cuales perfora y toma como juguete. Emily Watson encarna el papel más patético y su avidez es lo que mantiene al espectador en la eterna duda de saberla o no como mártir. Increíble música, más el film se prolonga en demasía y esto puede resultar agobiante desde el masoquismo del espectador que un tanto vejado suplica acabe el suplicio.