El ángel de Budapest (TV)

Para mí ha sido magistral, me ha transmitido muchas emociones saber de personas que arriesgaron todo en plena guerra, por salvar a seres humanos, que sufrían persecución por su raza, especialmente de Ángel Sanz, que consiguió con su posición, audacia y habilidades hacerlo posible. La interpretación, tanto de Francis Lorenzo que lo encarna. como todo el reparto de diez.
Una gran película histórica, muy bien contada e interpretada. Genial reconocimiento a un hombre que hizo tanto. Gracias por dar tanto.

Todos los pueblos son importantes, los judíos, los palestinos … todos, ningún pueblo debe de ejercer una postura de fuerza sobre ningún otro con intención de someterlo o de aniquilarlo, ninguna razón puede apoyar una masacre.

Los nazis impulsados por el fanatismo de Hitler pusieron en la picota al pueblo judío hasta estar próximo al exterminio quedando este hecho como un claro ejemplo de lo que no se debe de hacer.

Es una pena que este comportamiento de abuso de la fuerza y del poder no se haya erradicado para siempre y que hoy en día los países más ricos y poderosos ejerzan el control y decidan sobre la vida y la libertad de otros.

Película histórica que durante dos horas nos hace reflexionar sobre el comportamiento humano que viaja desde la crueldad y el salvajismo más extremo a la solidaridad e incluso heroicidad más noble.

Los hechos que relatan son apasionantes; el argumento también pero el desarrollo es malo. Se ve pobretona y acabó aburriendo. Le perjudica el intérprete español del diplomático, Francis Lorenzo, con una dicción demasiado rápida, en la que no se le entiende bien lo que dice, y sin personalidad. Quizá el personaje real fuera así, como Francis Lorenzo, pero en cualquier caso el actor destroza el personaje de ficción restándole casi todo el interés..

Ciertamente las comparaciones son odiosas pero no por los personajes sino por el producto comercial en sí: el arte de la majestuosa "La lista de Schindler" (1993) con la televisiva "El ángel de Budapest", por más que Luis Oliveros copie en más de una ocasión a Steven Spielberg. En efecto, la española queda muy por debajo pero dado el tema, recordar la figura de Ángel Sanz Briz (Francis Lorenzo), "Justo entre las Naciones", que salvó a más de 5.000 judíos de Hungría, sí la hace muy necesaria. Ahora todo el mundo quiere ponerse medallas en su condena al Holocausto, especialmente los demócratas, entre otras cosas, porque son los únicos que hay, pero en aquella época a la mayoría le importaba muy poco la persecución antisemita. Por ejemplo, los aliados nunca bombardearon las líneas férreas que llevaban a los trenes a los campos de exterminio, lo que hubiera dificultado o retrasado el Genocidio.

Para ser justos, la gran mayoría de personas, incluidas las que atacaban a los judíos, también los gobiernos, no creían que se les estuviera eliminando sistemáticamente, pues oficialmente se les trasladaba a campos de trabajo o al Este sin más. Sin embargo, de los pocos o muchos, según se mire, que arriesgaron sus vidas para salvar a los hebreos, hubo hombres y regímenes de todas las tendencias, incluidas las más reaccionarias. Dinamarca hizo mucho pero también la Italia de Mussolini. En el caso húngaro, los regímenes autoritarios de España, Portugal y el Vaticano (sus representantes actuaban según sus gobiernos, no al margen de estos como algunos creen) se unieron a las democracias de Suecia y Suiza en la noble misión de salvar al mayor número de judíos, en base a un decreto de 1924 de un dictador, Miguel Primo de Rivera, que concedía la nacionalidad española a los sefardíes.

War Pigs. Un ejército de vírgenes vestales. Silencio administrativo.
Viva España.
Es muy pobre y rudimentaria y cae de lleno en el socavón espeso del héroe melodramático que se enfrenta a las circunstancias adversas, al mundo o sistema, para imponer el bien, absoluto, un modelo narrativo muy del gusto de los yanquis, tan amañado.
Da igual que esté basada en hechos verdaderos o falsos, reales o muy inventados, lo importante es que sea creíble, que parezca que pudo pasar así, y el andamiaje o tramoya aquí montados o mostrados repite caminos demasiado trillados y trucados, obvios, maniqueos, simplistas, pensados para un público poco exigente o preparado, acostumbrado a la papilla imprescindible en estos casos tan desgraciados o nefandos.
Repite la versión oficial de manera edulcorada, ablandada, empequeñecida, perezosa.
Y si no es peor todavía, es casi por su carencia de todo, por su aséptica falta de fuerza, por su parca sobriedad a fin de cuentas.
Apenas molesta, salvo en los inevitables y cansinos y desagradables y grotescos momentos en los que los nazis se ven obligados a hacer cosas de nazis, redundando, dale Perico al torno, tautología; el resto es paupérrimo, solo eso, agonía.
Los actores cumplen, lo mismo que todo con su previsible cometido, a pesar de tan pocos medios y dineros, el resultado es escaso y tierno.