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Sobreviviendo

Acción. Drama Corre el año 1971, y la tensión social en Irlanda del Norte está escalando hacia una situación casi de guerra civil. Tras un motín y un enfrentamiento muy violento entre vecinos de un barrio y el ejército, un joven soldado británico con poca experiencia, Gary, se extravía en las peligrosas calles de Belfast, donde el conflicto del IRA está en plena ebullición, y donde patrullan unidades paramilitares y bandas radicales callejeras. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 61
Críticas ordenadas por utilidad
21 de octubre de 2014
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curtido en la TV inglesa, donde ha dirigido la estupenda Top Boy (2011) y la maravillosa, innovadora y sorprendente Dead Set: Muerte en directo (2008) entre otras, Yann Demange, con un estupendo guión de Gregory Burke, se monta un thriller más que resultón ambientado en plena movida del IRA, donde su protagonista, un magnífico Jack O'Connell en el papel de Gary Hook, es un nuevo recluta del ejército británico que se encuentra en la ciudad de Belfast como apoyo y refuerzo a la situación de emergencia causada por los ataques terroristas, y que está perdido tras un motín en pleno conflicto. Hook está perdido, solo y lesionado en un distrito controlado por el bloque nacionalista católico de la ciudad, con los miembros del IRA siguiéndole la pista mientras trata de contactar con su escuadrón y ser rescatado de una ciudad que el director nos muestra como un verdadero infierno de violencia y muerte, y que sirve de retrato (absolutamente imparcial) del conflicto que se prolongó durante dos décadas en Irlanda del Norte y que constituye una de las partes negras de la historia del Reino Unido.
A pesar de estar ubicada en plena movida bélica, la peli es mucho más un thriller en toda regla que una cinta con aires de peli bélica, que inteligentemente el director utiliza sólo como trasfondo. Tenemos un personaje con el que fácilmente se establece la empatía, es honrado, valiente y audaz, que se ve inmerso en una situación angustiosa en la que no sabe realmente en quién confiar, lo que carga a la cinta de la tensión y el brío necesario que todos esperamos en un buen thriller, ya desde un arranque brutal que nos introduce en una sucesión de secuencias tensas que se resuelven en el clímax, no por esperado previsible y que sucede en un lapso temporal de 24 horas. Uno de los grandes aciertos de la cinta es no ser partidista ni subjetiva por completo, retratando cómo en ambos bandos hay buenos y malos, como miembros del IRA no conformes con el uso de la violencia innecesaria como medio reivindicativo, así como miembros podridos y corruptos del ejército británico y reflejando situaciones emocionantes e incomprensibles, como la pertenencia de niños a ambos bandos, (los personajes de Billy y Sean), que permanecen como impactantes y crueles señas de lo que la violencia, la guerra y el enfrentamiento pueden hacer con una sociedad cualquiera. El salto a la gran pantalla de Yann Demange puede, pues, considerarse un más que satisfactorio y brillante debut en una cinta en la que el drama convive a la perfección con la intriga y la violencia visual, obra de la fotografía, espectacular, de Tat Radcliffe, que ya fue alabada en el certamen de Berlín de este año, trasladando a las reconocibles barriadas de ladrillo rojo inglés un terror honesto y fluído que dan aún mayor consistencia a la película. Esas casas de ladrillo rojizo, no son sólo viviendas, sino que sirven de búnkers para familias enfrentadas que esconden armas y bombas mientras siguen tratando de criar a sus hijos, que al final son los únicos que tienen respuestas, lo que aporta un componente casi de ciencia ficción a la película que se agradece horrores, al igual que se agradece esa cinematografía “crujiente” que hace que todo se sienta auténtico en la historia. En la cinta, prima siempre el individuo, el ser humano, por encima del bando, de la historia, de esa violencia salvaje que pocas veces han estado tan bien empleada. Es muy difícil sacarle pegas a un trabajo redondo, que cumple a la perfección sus requisitos e intenciones y que si bien no está entre lo mejor que he visto este año en Sitges es una obra premeditada, planificada y calculada hasta el extremo y que logra emocionar, asustar como prodigiosa pesadilla y sembrar dudas y cuestiones en la cabeza de los espectadores pensantes tras su visionado, aunque si nos apartamos un poco del conflicto histórico y la vemos como lo que realmente es, un survival horror en toda regla, se disfruta más, todo sea dicho.
Nuestro protagonista, que desde el inicio (me repito, pero es que el arranque me ha encantado, como expresión del conflicto urbano y sus armas, bombas de orina y heces) se convierte en un lobo estepario aislado, perdido y solitario perseguido por los “malos” en uno de los disturbios más realista y dramáticos que nos ha ofrecido el cine reciente, está estupendamente bien interpretado y evoluciona durante el metraje mostrando emociones, sentimientos y miedos absolutamente creíbles.
El resto del reparto cumple a la perfección, destacando Sean Harris y Paul Anderson como superiores corruptos, violentos y deshumanizados que nos recordarán algún que otro aspecto de la situación social de hoy día, décadas después. Porque las cuestiones sobre las que se construye la trama son en realidad intemporales y vemos como si nada contínuas guerras civiles similares en otros lugares, con trasfondos políticos y de diferencia religiosa de fondo, cada día en nuestros informativos (desinformantes la mayoría de las veces).
Ni todos los “buenos” son buenos ni los “malos” lo son por completo, no todas las personas decimos la verdad y trasladar la culpa al otro es algo inherente al ser humano. Y eso es básicamente lo que resalta, más que bien, 71.
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javieritos
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31 de enero de 2015
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1988, dos soldados británicos, llamados Wood y Howes, de unos 20 años, que tropezaron accidentalmente con un cortejo fúnebre en Belfast, fueron apaleados, desnudados y asesinados ante numerosos fotógrafos y cámaras de TV, por miembros del IRA o por simples espontáneos de la causa nacionalista del norte de Irlanda. Si bien el IRA se las apañó para confiscar sobre el terreno la mayoría de las imágenes, pueden verse numerosos testimonios a través de Internet como "Corporal killings".
Esto viene a cuento de quienes, ingenuamente, crean que hay excesos dramáticos en esta película, que cuenta lo que pudo haber ocurrido a dos soldados ingleses, de unos 20 años, que quedan atrapados en "tierra hostil".
En Irlanda del Norte fueron asesinados unos 1.000 soldados británicos, en un conjunto de unas 3.500 personas que perecieron por el fanatismo de los llamados católicos o la brutalidad y la incompetencia de las fuerzas del orden, que en ocasiones colaboraban con el terrorismo unionista.
No está mal esta película, tiene tensión dramática y, como queda dicho, verosimilitud contextual. No es la mejor de las muchas que tratan el tema. Personalmente, me quedo con "Domingo sangriento" y "Omagh".
Muy lejos de este buen cine inglés o irlandés, aquí nuestros cineastas tratan con incompetencia o simple memez (como Rosales) nuestros propios "Troubles" del Norte.
ariosto
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3 de febrero de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llamar grata sorpresa a una película que me ha mantenido en vilo todo el metraje es un poco contradictorio, pero es que realmente no me esperaba ver un film tan bueno. Además representa muy bien lo absurdo y otra vez digo, contradictorio de una guerra interna, casi de hermanos.
El prólogo es correcto pero el planteamiento es de los que quitan el hipo. Me ha dejado noqueado. Con una realización viva, casi documental, muy al estilo de Greengrass y su "Bloody Sunday" -y por supuesto a todo lo que ha hecho posteriormente- cámara en mano y con un montaje trepidante nos adentra en las "contradicciones" de un conflicto que está lleno de aspectos emocionales y humanos. Disparos a quemarropa reprochados por amas de casa estampando guantazos a los sicarios como si fuesen sus hijos maleducados, son imágenes que perdurarán en el recuerdo. Este film está lleno.
La veracidad de lo que se plantea, la honestidad de la realización, lo realista de las interpretaciones, la complejidad de la política y los sentimientos que despierta, me ha llegado a emocionar como hacia tiempo no sentía en una película de estreno.

Su trama, a la que también aludo en el título de mi crítica, me ha recordado al primer film que tocaba de manera seria el conflicto irlandés. "Larga es la noche" de Carol Reed. Tengo un vago recuerdo de ella, al margen de algunos momentos del inconmensurable James Mason, pero no recuerdo si exactamente si se trataba de una trama similar de supervivencia. Aún así, si se trata de un remake encubierto, bienvenido sea.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
waldeker
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23 de enero de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si bien es cierto que vivimos en un mundo que cambia cada vez más rápido, y que por lo tanto exige de actualizaciones (por nuestra parte) más y más constantes con tal de no quedarnos desfasados, no menos cierto es que todas estas variaciones obedecen a unos patrones que, desgraciadamente, se repiten a lo largo del tiempo. Hablamos, por supuesto, de la tragedia más humana de todas, la de tropezar dos (y muchas más) veces con la misma piedra. Hablamos, por ejemplo, de las razones que nos llevan a enfrentarnos los unos contra los otros; a coger una piedra y a arrojarla a otra persona; a empuñar un arma, a apretar el gatillo y a borrar así otra vida de la faz de la Tierra; a detonar una bomba para llevarse por el camino a cuantas más almas mejor... ¿Por qué? Por el color de la piel, por las creencias religiosas, por la sexualidad, por las afiliaciones políticas... En definitiva, por la tontería esa de creer que el otro es diferente cuando, sencillamente (y basta ya de darle tantas vueltas al asunto), no es así.

Pongamos que estamos en el año 1971, que los ojos del mundo entero están puestos en una Alemania cuya -traumática- partición es el más claro y doloroso síntoma de una esquizofrenia generalizada que por poco no nos lleva a todos (a los que ya estaban y a los que todavía teníamos que legar) hasta el mismísimo Apocalipsis. Aquella maldita guerra no se enfriaba, por mucho que su denominación indicara lo contrario. Mientras, palabrotas como "libertad" o "seguridad" iban devaluándose. En picado, y a velocidad exponencialmente terminal. Con razón los más belicosos hacían todo lo que estaba en su mano con tal de que algún genio les destinara ahí donde se estaba celebrando la auténtica fiesta. Demócratas justicieros contra sucios comunistas. Esto sí era una buena causa por la que luchar. Bueno, dejémoslo en que era la moda del momento, porque por increíble que pareciera, en 1971, seguían arrastrándose rencillas que ahora (es decir, en aquel momento) parecían haber perdido todo el sentido.

Y desgraciadamente, allí mismo es asignado el protagonista de esta historia. Muy a su pesar, el joven soldado Gary Hook (estupendo Jack O’Connell) va a perderse la juerga. Su culo va a parar directamente a uno de los peores sitios del planeta. A un agujero en que siguen las guerras santas (unidas a los conflictos territoriales más engorrosamente atávicos). A la neblinosa y granulada Belfast del año 71, convertida en ''71' (elemental) en una inmensa trampa mortal. Unos soldados británicos encargados de controlar los movimientos del I.R.A. en dicha ciudad se ven atrapados entre los bandos católico y protestante (y ante el suyo propio). Puro canibalismo, y la maldita ley de la jungla que vuelve a llamar a la puerta. El televisivo Yann Demange salta a la gran pantalla haciendo un uso exquisito de la técnica cinematográfica, para revelarse de paso como un aventajadísimo alumno del maestro Paul Greengrass. Tanto el de los inicios como el cineasta en que ha acabado convertido (de momento).

Con pulso, nervio y con ganas de zarandear a lo bestia tanto a la Historia como al patio de butacas. Su particular y agotador (en el buen sentido) descenso a los infiernos podría convertirse perfectamente en un nuevo y potentísimo referente del cine bélico y, por qué no, del social. Porque lo que al fin y al cabo consigue Demange con este sorprendente tour de force de la puesta en escena y la narración más adrenalínicas es reflexionar, con la respiración entrecortada (como debe ser), sobre el más importante (por grave) de los dramas. El que nos remite a la propia naturaleza del ser humano. Aquella que, de alguna manera, le obliga a apostar siempre por la piedra, el rifle o la bomba. Aquella que, en un año 2015 ya inaugurado (o en el 2014 de su presentación oficial) nos obliga a echar la vista atrás (hasta 1971, por supuesto) y a comprobar, con total horror (es la intención), que por mucho que hayan cambiado (en apariencia, al menos) las fronteras o las tendencias económicas, todo lo demás; lo que realmente duele, sigue rugiendo con la misma intensidad.
reporter
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3 de abril de 2018
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a que últimamente el cine inglés no goza de buena crítica, pues lo suelen calificar de frío, distante, académico y otros adjetivos menos elegantes, seguramente porque intenta desligarse de la estela fantástica de videojuegos apabullantes, aparatosa y banal con que nos invade el actual cine norteamericano, lo cierto es que en los últimos años han llegado a nuestros cines excelentes films como “Mr. Turner”, “La teoría del todo”, “Descifrando Enigma” o esta excelente “´71”, ópera prima del director Yann Demange, hasta entonces sólo conocido por unos cortos y alguna interesante serie de TV. Esta humilde y certera cinta, es una estimulante obra llena de talento, heredado del tradicional estilo británico que ha sabido mantener vivo su legado artístico, definido por el realismo y el documental, su solidez basada en el drama teatral, cuyo arraigo dramático se ha visto beneficiado por la buena fotografía y el montaje, pero sin perder por ello la innovación y la experimentación.

Narrada con buen pulso, cuenta las vicisitudes de un joven e inexperto soldado inglés, herido y abandonado a su suerte, perdido en un barrio controlado por el IRA en la capital de Irlanda del Norte en 1971. Por momentos, esta cinta me ha recordado al del febril y tenebroso film de Carol Reed, quiero decir que, igual que el gran James Mason de “Larga es la noche”, malherido, pertrecho y acorralado por sus perseguidores como activista revolucionario irlandés. El soldado inglés Gary Hook (un excelente Jack O´Connell) se esconde en las laberínticas, lluviosas y oscuras calles de Belfast, mientras católicos y protestantes mantienen una guerra fratricida. El cineasta Demange narra de forma sobria una variante del film de Reed, con estilo sombrío que ofrece un retrato cruel y despiadado de lo que ocurría en ese territorio durante esos nefastos años. La policía, el ejército y las dos facciones del IRA, contemplados todos ellos de forma poco complaciente, pues casi nadie sale bien parado, por sus métodos más que cuestionables.

Unos actores muy adecuados, un guión excelente lleno de giros inesperados donde nada es lo que parece, una fotografía inquietante, todo ello consigue un equilibrio en la descripción de las adversidades del soldado nobel, la forma de abordar la odisea del muchacho como reflejo del clima de terror y desconfianza, marcado por la violencia, el miedo y la sed de venganza de una sociedad ebria de odio. Se trata de un drama individual pero también es un drama colectivo, todo ello manchado de sangre a causa de una política laberíntica, como la pesadilla que sufre el soldado Hook, perpetuando un conflicto político lleno de intereses poco confesables. Notable película, nada discursiva ni demagoga, que seduce por su acción e intriga, la hostilidad de un pueblo enfrentado con el poderoso imperio británico en un infierno difícil de controlar.
EL ALBATROS
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