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Ninfomaníaca

Drama Historia de una ninfómana contada por ella misma. Una fría noche invernal, un viejo solterón (Stellan Skarsgård) encuentra en un callejón a una joven (Charlotte Gainsbourg) herida y casi inconsciente. Después de recogerla y cuidarla, siente curiosidad por saber cómo pudo haber llegado esa mujer a semejante situación; escucha atentamente el relato que ella hace de su vida, una vida llena de conflictos y turbias relaciones. Para su ... [+]
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Críticas 118
Críticas ordenadas por utilidad
9 de enero de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nymphomaniac es una de esas películas que no se deja ver por cualquier ojo curioso. Es lenta, minuciosa y cruda, muy cruda. Es fea, vulgar y sucia. Te remueve por dentro. De repente te arranca una carcajada, para acto seguido regalarte una arcada. La película nos cuenta la vida de una mujer adicta al sexo. Su infancia, adolescencia y juventud. El director divide la historia en capítulos y termina de dotarla de un aire literario llenando estos de metáforas que, por momentos, disfrazan de cuento o ensoñación la cruda realidad de la protagonista. La naturaleza, la pesca, el mundo animal o la música son algunos de los universos que el director utiliza para escudriñar la esencia del sexo y de las relaciones humanas. La mayoría de estas poéticas comparaciones están muy bien encontradas, en especial la que el director dedica a la música. Utiliza el ejemplo de la polifonía medieval para explicar la “polirelación” sexual de ella, por qué necesita varias voces en su cama para armonizar su vida. Otro de los excelentes capítulos de la historia es en el que aparece Uma Thurman. Una situación dramática que se complica por momentos de igual modo que se va convirtiendo en hilarante. Unos diálogos maravillosos, tremendamente ácidos; una interpretación colosal (la de Thurman) con el objetivo de mostrar de un modo muy claro pero divertidísimo los daños colaterales del sexo libre.

Cada capítulo, ligado a un episodio de la vida de la protagonista y narrado a través de metáforas, está precedido por una pequeña introducción que hace la propia protagonista y la posterior reflexión de su interlocutor, un hombre que la he encontrado en la calle malherida y que le ofrece cobijo en su casa para sanarse. Y he aquí la parte de la cinta que me suscita dudas. Los enlaces entre capítulos por momentos se me hicieron forzados, farragosos y repetitivos. La estructura del film se vuelve poco dinámica, previsible y redundante. Quizá sea esa la intención del director, pero a mí, desde luego, me distrajo de la atracción principal. Además, no acabo de entender por qué un señor de avanzada edad no se sorprende al escuchar el sórdido relato de la desconocida que acoge en su casa. Por qué la deja entrar, por qué quiere saber más, por qué no se perturba ante el hedor de la podredumbre de su existencia…

Uno de los puntos brillantes de Nymphomaniac es la protagonista, pero no la madura, sino la joven, la sexy actriz que interpreta la versión juvenil de Joe (la protagonista). Stacy Martin, una total desconocida a la cual se le van a abrir las puertas del cielo. Una especie de versión lasciva de Pilar López de Ayala. Una bomba de niña. Al igual que me ocurrió con Adèle Exarchopoulos, me da la sensación de que Martin destila sexo por cada poro de su piel. Te crees hasta el último centímetro de su lujurioso cuerpo. Vibras con cada palabra que sale de su sensual boca y respiras el mismo aire viciado que inunda su habitación del pecado. Las nuevas generaciones vienen pisando fuerte y, desde luego, Stacy Martin dará que hablar. En cambio, Charlotte Gainsbourg, una habitual de Von Trier, da grima. Tan autocompasiva, tan herida, tan hastiada de sí misma, con esa vocecilla irritante… No me la creo. Es más, me dan ganas de darle de hostias. No acaba de entender cómo esa bomba sexual que es su personaje de joven puede acabar convirtiéndose en un ser tan patético. Espero más datos sobre la evolución del personaje en la segunda entrega del film.

Y vamos con el verdadero protagonista: el sexo. Siempre me han gustado las historias intimistas y sin artificio pero he de decir que cada vez me interesan más. Me parecen relatos ciertos y con los que me identifico de un modo u otro, pues muestran la naturaleza del ser humano tal cual es, sin pasar por el filtro de la moralidad barata y la sociedad que nos condiciona irremediablemente. De los tres dramas de este estilo que he visto en los últimos meses, sin duda, el amable es La vida de Adèle. El sexo es real e incómodo, pero no deja de ser descriptivo. Muestra cómo es el sexo entre dos mujeres. Sin más. En cambio, en Paraíso: amor y Nymphomaniac, el sexo es un recurso, una herramienta de la cual el director se sirve para afear la historia, para ponerle el punto grotesco, para generar desasosiego y asco. El sexo como algo sucio y violento, en la primera película, como abuso de poder y en la segunda como fruto de una adicción incontrolable. Y es que el sexo está en todo lo que hacemos. Y el hecho de esconderlo no hace sino ensuciarlo más.

La protagonista de la película declara estar en contra del amor y utiliza el sexo descontrolado como arma para combatirlo. En cierto modo, estoy de acuerdo con ella. No en la forma de darle batalla pero sí en la tesis de partida. Vivimos en una sociedad obsesionada con el amor. El sistema nos cría como seres incompletos que deben buscar incansables esa otra mitad que llene de sentido sus desgraciadas vidas. Y esa parte es el romanticismo. Llamadme cínica o satanás, pero es así. El amor es un negocio y una forma de control social. Nos han hecho creer que no seremos individuos realizados hasta que no encontremos el verdadero amor, esa alma gemela que nos acompañará el resto de nuestras vidas. Permitidme que me descojone. Buscar fuera de ti lo que llene tu ser, aparte de una pérdida de tiempo, es una putada, porque el vacío nunca desaparece. La batalla debería librarse desde la búsqueda de la libertad individual y la deslegitimación de la pareja como respuesta vital absoluta. Eso no quiere decir que el amor no exista, que aniquilemos los sentimientos y que seamos todos ermitaños. En absoluto. Es más una cuestión de encontrarse, sentirse cómodo con el hallazgo y solo así alcanzar la libertad. Y no, no me he fumado nada verde. Simplemente creo que el ser es mucho más potente, y contestatario por otro lado (y he ahí la necesidad de control por parte del sistema) cuando tiene libertad absoluta sobre su individualidad.

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Iris Alca
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28 de enero de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No era mi primera opción, pero a todo el mundo le dio por ver la de Scorsesse y me quedé sin entradas. Obviamente dos estilos, dos visiones del cine diferentes.
Entré en la sala un poco arrepentido, pero una vez empezó la peli me metí en ella, entré en el juego que nos ofrecía Lars.

Me gusta Von Trier porque se atreve con películas tan diferentes, tan libres que hace que admire que es capaz de hacer lo que de verdad le apetece.

La manera de contar la historia engancha, con imágenes a ratos hipnóticas, a ratos incluso pedantes (rollo Bach) pero que no me desagradan. A veces no funciona, pero creo que es algo con lo que cuento cuando veo una película de Von Trier, sé que no va ser perfecta pero al menos sí va a ser diferente.

Gainsbourg y Stacy Martin están espléndidas, la primera, musa del director, que se atreve con papeles tan osados. La segunda creo que da al papel la sensualidad, sexualidad y tormento que se requiere. Destaco también el breve pero intenso papel de U. Thurman, tan desaprovechada en Hollywood como muchas otras actrices que pasan de los 40.

En conclusión, una película interesante, aunque queda muy abajo de joyas como Rompiendo las Olas, Bailando en la oscuridad o Dogville.
studio54
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7 de junio de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mezcla perfecta.
Es coger las obras del director Bigas Luna, conocido por rodar películas que pretenden ser profundas (Yo soy la Juani) y darles un toque de porno blando para ser así de atrevido.
Luego es coger frases de filosofía barata como las que regala, o mejor dicho nos ofrece a los simples mortales, el autor Paulo Coelho para parecer que conoce todas las entrañas del ser humano.

Lo metes en una batidora (yo hubiera preferido una trituradora) durante dos horas para que se mezcle bien pero dejando grumos en forma de imágenes de documental (puestas de sol, animales salvajes, fotos típicas de Instagram de una hoja seca con filtro sepia, etc...) o en forma de "El código Da Vinci" (secuencia de Fibonacci, Bach, número áureo, etc...).

Lo dejas secar con actores muy conocidos y una metáfora sobre la pesca (la misma que se ha usado toda la vida entre adolescentes al ir a la discoteca y decir aquello de "espero pescar algo").
Total, von Trier vuelve a pescar a sus acólitos con el mismo anzuelo de siempre.
FOR8NER
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17 de noviembre de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lars Von Triers pertenece a esa categoría de cineastas que te hacen pensar en lo difusa que es la frontera que separa la genialidad de la estupidez y lo mucho que cuesta distinguir al innovador del trilero. Tuvo una primera etapa en la que, como uno de los ideólogos del manifiesto ‘Dogma 95’, la mejor definición de su arte quedó plasmada en “La hora chanante” cuando su imitador Joaquín Reyes se arrancaba las gafas con una fingida mezcla de solemnidad e indignación y las destrozaba con grandes aspavientos acusándolas de representar todo lo que él odiaba por distorsionar la realidad (aun a costa de permitirle ver con nitidez dicha realidad, claro, ahí estaba el chiste). Desde entonces, mayormente, ha hecho lo que le ha brotado del ciruelo y, curiosamente, no suele brotarle nada que no escandalice a unos a otros por un motivo o por otro. ¿Artista controvertido o un artista que busca y se aprovecha de la polémica? Pues igual que hay casos parecidos de cantamañanas donde el diagnóstico es meridianamente claro, con Lars Von Triers no sabría decir. De hecho, creo que la generalización no es posible y hay que ir película a película separando el polvo de la paja. Así, encontraremos truñacos como “Bailar en la oscuridad”, genialidades como “Dogville”, estupideces como “Los idiotas” o cosas incalificables como “Melancolía”.

Entrando en lo que es el díptico “Nymphomaniac”, su marca distintiva, el elefante blanco en la habitación, son sus escenas de sexo explícito. Unas escenas bastante abundantes y totalmente prescindibles que tienen mucho de travesura, de provocación, de querer dar que hablar. Prescindibles en el sentido artístico de la narración, me refiero, porque está claro que una película sobre la adicción al sexo sin escenas de sexo sería incomprensible. A lo que voy es que Von Triers podría haber recurrido perfectamente a cualquiera de los trucos habituales para no violar los tabúes de películas generalis (no enseñar vulvas, no erecciones, no penetraciones, eyaculaciones, etc…) y buscar encuadres ingeniosos o no enfocar según que cosas y cualquier espectador inteligente se haría a la idea de que allí hay tomate sin necesidad de enseñar todo el mazapán. Pero está claro que entonces la película correría el riesgo de pasar desapercibida sin acaparar reseñas de críticos escandalizados por recurrir a un truco tan barato o encantados con la valentía por romper supuestas censuras puritanas. Probablemente, la explicación no sea única sino un compendio del ya mencionado gusto por la transgresión, de cumplir con las expectativas que se atribuyen a ese personaje que Triers se ha construido y también para proponer un juego al espectador, un esfuerzo para que vea más allá de personas follando e intente llegar a lo que el director quiere contar.

Porque aquí está la clave de este tipo de películas. ¿Tienen realmente algo que contar o es todo una gigantesca performance para recaudar en base a la controversia? Pues yo diría que “Nymphomaniac” sí tiene algo que contar aparte de lo que es la documentación de las vivencias de una adicta al sexo, de cómo condiciona su vida el estar siempre pensando en lo mismo, como afecta a sus relaciones y a su forma de ser. De alguna manera, como suele ser habitual en el cineasta danés, muchas escenas aparentemente vacías (o llenas de sexo en este caso) ocultan reflexiones personales acerca de la culpa, el castigo, el dolor, el perdón. la hipocresía o la redención. Y es que Triers, aunque lo disimule bajo capas y capas de prepotencia y patochadas narrativo-visuales, tiene una concepción bastante negativa de la naturaleza humana (y bastante acertada, en mi opinión) en la que todos somos esclavos en mayor o menor medida y lo ocultemos más o menos de nuestros más bajos, crueles y sórdidos instintos y siempre termina haciendo que sus obras giren en torno a ese concepto.

“Nymphomaniac” no es una excepción, aunque lo reserva para la segunda parte… y para aquellos que sean capaces de ir más allá de las secuencias pornográficas y estar atentos a la narración (no es fácil seguir el hilo durante cuatro horas) y a lo que sucede cuando los protagonistas van vestidos.
OsitoF
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13 de marzo de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lars Von Trier es diferente, todos lo sabemos; le gusta provocar al espectador, sorprenderle, causar impactantes emociones, explosionar su sosiego más oculto y hacer que se le mueven las entrañas, alterar su intimidad más emocional. Nada de eso vas a encontrar aquí, para tristeza y decepción de tu persona -al menos en esta primera parte-; puede que sea su película más descafeinada, menos indolente -nunca creí llegar a bostezar en una de sus historias!-, desilusión sorpresiva difícil de repara o compensar. Una protagonista que se siente la peor persona del mundo, el ser más horrible pues abusa del sexo en todas sus formas posibles sin llegar a sentir nada, ninguna emoción o empatía con el otro ser; metaforismos varios para presentar el vicio sexual, el vacío de una pesca con mosca sin beneficio alguno, la soledad de una caza cuyo objetivo es el disparo sin más, un acumulo de presas donde lo importante es la cantidad. De otra, el mecenas, el razonamiento de la edad, la voz calmada que acepta su testigo sin inmutarse e intenta suavizar todo su castigo auto-impuesto, ese machaque dañino que conduce toda su vida. No hay manera, por mucha voluntad que pongas, de quedar seducido por el relato, de sentir ese atrape dialéctico que te impide dejar de observar la pantalla, olvido de ese incómodo nudo estomacal marca propia de la casa; no impresiona lo relatado, no impacta lo expuesto y no ofende ni sorprende ni asquea sus motivos, ese espeluznante y horrible "por qué" que mueve su vida. Nada de nada -quién lo diría tratándose de este grandísimo y apreciado director!-, frase y sentimiento que son la mayor ofensa que se le pueden achacar, la peor emoción que se puede sentir, vacío inexpresivo tan profundo como el de su intérprete representante; ausencia inexplicable de su esencia más confirmada, de su alma más viva e impactante, en esta ocasión, totalmente olvidada y desaparecida. Lo único que se puede decir es..., esperemos a ver la segunda parte!!!

http://lulupalomitasrojas.blogspot.com.es/
lourdes lulu lou
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