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Juicio en Berlín

Drama En 1978, un hombre secuestró un avión polaco de pasajeros con destino a Berlín del Este, obligando a los pilotos a aterrizar en una base americana de Alemania Occidental. Su petición de asilo político puso al gobierno americano y alemán en una posición muy delicada... (FILMAFFINITY)
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Críticas ordenadas por utilidad
14 de setiembre de 2010
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los muros siempre han sido muy difíciles de saltar, y no sólo por su altura, solidez, alambradas, o por la vigilancia de guardianes implacables, sino también porque tras ellos, tras su pétrea realidad material, se ocultan frecuentemente otros muros, más discretos, a veces invisibles, pero igualmente efectivos.

Sobre ambos muros trata el argumento de esta interesante película de Leo Penn, padre de los actores Criss Penn y Sean Penn, el último de los cuales tiene un breve pero importante papel en el filme. En 1978, un habitante de Berlín Este escapa al sector occidental secuestrando un avión, obligándolo a aterrizar en Tempelhof, por entonces reconvertido en base militar estadounidense. Y de repente, lo que él pensaba que era el principio de su vida en libertad se convierte en un arriesgado juicio en el que el interés de estado prima sobre los derechos individuales, amenazando con privarle de aquello por lo que se ha arriesgado.

Adoptando las características habituales de un drama judicial, Penn explora hasta qué punto los estados y sus gobiernos son capaces de actuar, en aras de supuestos intereses de alta política internacional, en detrimento de las libertades de sus ciudadanos, cuya preservación es en principio, y aunque parezca paradójico, la principal motivación de su existencia. Así, a este ciudadano alemán intentan juzgarle "a la carta", desentendiéndose de las leyes estadounidenses, aprovechando, en un prodigio de sutil malicia, que la condición de la presencia americana en Berlín sigue siendo la de ocupante, lo que permitiría desarrollar el juicio sin las debidas garantías.

Todo el valor del filme deriva del tema tratado, de innegable interés dada su universalidad, que lo hace aplicable a cualquier época. Por lo demás es una película modesta, con un aceptable guión adaptado, y unas correctas interpretaciones, con Martin Sheen a la cabeza.

A modo de conclusión cabe decir que su realizador, Leo Penn, trata aquí temas (la libertad individual amenazada por la peligrosa "razón de estado") que le afectaron personalmente en el pasado; en efecto, cuando a finales de los cuarenta, siendo un joven actor de la Paramount, fue reclamado por el Comité de Actividades Antiamericanas para declarar en contra de los famosos "diez de Hollywood", se negó a colaborar, lo que acarreó su despido y su ingreso en la lista negra, que le cerró las puertas del cine como actor. Desde entonces se dedicó al teatro y la televisión, donde ha dirigido episodios de series famosas, como Kojak, Matlock y muchas más. Penn murió en 1998, saltó ya el último muro, y bien está que este filme nos sirva de advertencia, y que inspire la esperanza de un mundo sin muros, sean estos de sólido hormigón o de sutil pero infranqueable "razón de estado".
Quatermain80
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