El pistolero de negro (Asesino siniestro)

Malos años para el western los 70. Durante la década anterior el género deja de interesar a muchos espectadores, tal vez por el abuso que se había hecho del mismo hasta entonces. Se trata ahora de ensayar nuevos caminos. Algunos cuajan de la mano de directores originales tipo Leone, otros, la mayoría, fracasan, los hay incluso que producen vergüenza ajena como ocurre con este "Pistolero de negro" o "Asesino siniestro".
En la mítica ciudad de Tombstone mandan los O'Hara que, pese a la resonancia irlandesa del apellido, está formada por varios hermanos (MIguel, Pedro, José) que son auténticos charros vestidos de domadores de circo, con la cara oscurecida de puro tizne. Una cuadrilla de analfabetos que se dedica a matar, robar, incendiar, violar, beber y reírse de todo.
Por allí andan también los Donovan, más gaélico todavía, un juez aprovechado, un alguacil cobarde ("Es mejor ser un ayudante vivo que un sheriff muerto"), una india vestida de hippie o una hippie vestida de india (minifalda y cintita de pelo incluida) experta en el tiro con arco ("Mano fuerte y ojo de halcón") y el imprescindible pistolero que llega para imponer justicia. Ah, y un abogado alcahuete (Kinski) cargado de libros que encierran dentro pistolas. Todos con sus blondas melenas, patillas y bigotes típicos de los 60 y 70.
Trama bastante incomprensible narrada sin ritmo alguno, pues ni el guion ni la dirección se toman en serio lo que llevan entre manos.
Personajes planos, sin relieve, interpretados de forma rutinaria, Kinski incluido. Y, lo que nos parece todavía más ridículo, la presencia de unos cuantos desnudos femeninos sin venir absolutamente a cuento, que en la época debían bordear lo pornográfico pero que hoy nos hacen sonreír en su estupidez.
Abuso del zoom, de los primerísimos planos, de los giros circulares de la cámara y otras "novedades técnicas" del momento que solo consiguen marear al espectador. Música mala, lo mismo que la ambientación y el doblaje.
La india hippie se da buena maña para extraer una bala con un cuchillo pasado previamente por la llama y rociado con whisky. Intervención indolora por lo visto.
Huir.

No adjudicarle la nota más baja a esta película responde simplemente a mi afición por el western en general y a algunos spaguetti western en particular, pero en este caso sencillamente no se sostiene bajo ningún punto de vista: una historia manida hasta la saciedad, de penosos diálogos y nimia originalidad. Para colmo de males la edición española no permite ajustarle el idioma original, por lo que se debe soportar un pésimo y soporífero doblaje. En ocasiones se tiene la sensación de que Klaus Kinski es una especie de trasunto del mismísimo Nosferatu. Consejo: no pierdan el tiempo... yo ya lo hice.