La serpiente y el arco iris

El norteamericano Wes Craven, director que debe su incierta fama a la saga de Elm Street y su psicopático y sobrenatural protagonista, Freddy Krueger, deja de lado el tono juvenil que, salvo contadas excepciones, marca toda su obra para realizar un acercamiento sensato a un tema antropológicamente muy interesante: el vudú y la zombificación en Haití. Para hacerlo, Craven nos pone en la piel de un antropólogo estadounidense que viaja al país caribeño a investigar dichas creencias y, de paso, obtener muestras de la droga usada en tales rituales. Bill Pullman, actor que acertadamente da vida al investigador de Harvard, pronto se verá en el interior de un misterio superior a lo que esperaba, con agitaciones sociales, los infames Tonton Macoutes persiguiéndole y la aterradora dictadura de los Duvalier como telón de fondo.

Las tres primeras partes del metraje son realmente excelentes, con un fundado carácter etnográfico e histórico, buena fotografía y ambientación, visiones oníricas convincentes y un acertado ritmo que bascula a la perfección entre lo sobrenatural y lo mundano, la creencia y el escepticismo. Craven huye de la puerilidad con que adorna otras obras para dotar la presente de seriedad y credibilidad. El trasfondo que enmarca la historia, la salvaje dictadura de la estirpe Duvalier, las torturas y vejaciones del régimen y su cuerpo paramilitar, aderezado todo ello con las creencias y rituales del vudú con tono sobrio y juicioso, otorga al conjunto la suficiente fuerza y verisimilitud como para mantener un muy buen nivel y contento al espectador.

Sin embargo, en el tramo final, en el esperado desenlace, todo se le escapa de las manos al buen Wes y el hilo argumental, hasta ese punto ciertamente interesante y reflexivo, se convierte en un disparate de enfrentamientos mágicos, sillas voladoras y efectos baratos que desmerecen la buena continuidad del anterior metraje. Y es que Craven no es Jacques Tourneur. La vena juvenil y descerebrada que empapara sus anteriores (y posteriores) obras sale a la superficie para destruir el mejor y más cercano intento de Craven de realizar una muy buena película.

Una verdadera lástima.

Wes Craven no es un director de mi agrado, sus obras tienen siempre ese toque cómico que odio en las películas de terror, pero con “La Serpiente y el Arco Iris” fue por otros derroteros. No le veo yo ese toque comedia-aventuras que se comenta y me parece que es la mejor película que ha firmado el director de Elm Street, con ello no quiero decir que sea una maravilla y tampoco la recomiendo para los aficionados al “cine palomitero” ya que se aleja de los tópicos de otros films del género.
Por último comentar que la película no va tanto del tema zombi profundizando mucho más en el del Vudú que es realmente lo que ocupa la trama principal.

La película de Wes Craven (Pesadilla en Elm Street), rodada en 1987 nos relata la interesante historia de un antropólogo (Bill Pullman) que se desplaza a Haití a estudiar los ritos vudú, la zombificación y todos sus métodos en busca de las fórmulas que componen los compuestos químicos que surten tales efectos en los humanos.
Su misión es traerse el secreto a EEUU para aplicarlo en medicina. En esta aventura le ocurrirán todo tipo de peripecias, físicas y espirituales.
La película está muy bien construida y nos regala un retrato del mundo del vudú muy diferente al que estamos acostumbrados. No es un film de terror sin más, nos retrata el ambiente sociopolítico y cultural de un país pobre económicamente pero inmensamente rico en folclore.
Basada en una novela del mismo título, rica por su buena documentación, da como resultado un viaje al lado oscuro de las religiones que merece la pena realizar.
Enoch

En algunos lugares te la venden con la falsa chapa de peli de muertos vivientes al mejor estilo Romero. Lo cierto es que Craven suele tener otras inquietudes en primer lugar, y en segundo su manera de plasmarlas resulta bien distinto. La serpiente... es una peli de terror con toques de thriller, sin llegar a serlo.

El prota tiene la misión de viajar hasta Haití con el objetivo de investigar y conseguir un tipo de "medicamento", al parecer el responsable de la zombibificación en dicho país.
Desde luego comienzan los problemas, el principal de ellos es el interés político que recae sobre ese dichoso polvillo medicinal. Luego habrá que ver en quien confiar...

La obra, vista como un pantallazo general, no resulta dichosa ni mucho menos, pero hay un particular trabajo de investigación que condimenta al guión. El argumento gana no sólo en interés sino en credibilidad, siempre teniendo en cuenta las leyes del género, desde su retrato minucioso y detallado de las costumbres haitianas: ceremonias, procesiones y hechicería mezclada con factores técnicos como el pez globo y la tetrodotoxina. Ésto es importante porque juega un poco con la ciencia ficción.

Desde estos aditamentos La serpiente... se hace fuerte y es menester que los explote porque, de estar más desnudo, el argumento no pasaría de la mera anécdota.

Cuando vas a ver una película de zombies, es inevitable en pensar en la imagen clásica de estos seres, la que le dio George A. Romero. Esos zombies come carne humana y sin cerebro. Peleles autómatas que se mueven por instintos.
Pero aquí Wes Craven trata el tema desde otra visión más esotérica, más mágica. No son zombies idiotas que no piensan. No son caminantes descerebrados que sólo quieren devorar seres humanos. No. Es vudú. Para mí, una de las películas de género zombie que parten de una premisa más interesante que he visto en mucho tiempo.
Obviamente, no es una obra maestra. Las escenas de acción le quitan algo de brillo. Y, sinceramente, Bill Pullman no es un actor muy de mi agrado. Pero el argumento subsana los pequeños y grandes errores. La fotografía es bastante buena. Y la banda sonora paranoica y muy conseguida. Recomendable.