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Madrid, 1987

Drama Miguel (José Sacristán), un veterano articulista, temido y respetado, y Ángela (María Valverde), una joven estudiante universitaria, se quedan encerrados en un baño, situación que da pie a un enfrentamiento generacional. Ella se encontró, en los ochenta, con una democracia ya consolidada, mientras que él forma parte de los privilegiados que lo habían conseguido todo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 52
Críticas ordenadas por utilidad
28 de febrero de 2013
103 de 116 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos acostumbrados en menospreciar nuestro cine. Incluso antes de entrar en una película (en caso de entrar), se entra a regañadientes. Como preparado para descalificar el mínimo error. Esperándolo, y lo que es peor, encontrando en él un consuelo. El consuelo del ignorante.

A lo largo de la historia del cine español, encontramos auténticas obras maestras. Y en la actualidad, el que realmente quiera , encuentra.

Madrid 1987 es un buen ejemplo del excelente cine que se hace en este país. Ante este vendaval de obstaculos en el que se encuentra el cine, acostumbrado a medir el talento con galardones, se encuentran tipos como David Trueba. Personas que no han sido infectadas por la carencia del individualismo. Que tienene mucho que decir y se atreven a decirlo. Porqu estamos ante una película que es ante todo VALIENTE. Trueba corre riesgos y le da igual. Se la juega. Y lo hace con la PALABRA , el VERBO, como su mejor carta. Además de director, es escritor, periodista y columnista habitual de El País. Y se nota. Su RESPETO A LA PALABRA conmueve.

Y si esas palabras salen del sobresaliente José Sacristán y la magnífica María Valverde, tienes como resultado un excelente ejercicio donde Trueba aisla a los protagonistas de un mundo exterior que, al igual que la música, son simples obstáculos para un verdadero entendimiento entre ambos.

Madrid 1987 habla y dice mucho para el que quiera escuchar. Y entre conversaciones cargadas de reflexiones de todo tipo, Trueba se desnuda ante el adormecido espectador, para estimularle, para contarle cosas... para mantenerle despierto en un mundo somnoliento.
play it again Sam
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5 de julio de 2013
40 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curioso, sí. Por varios motivos. Es singular porque escribe libros para gente que no lee demasiado y dirige películas para gente que no ve demasiadas películas. Cuando escribe un guión o un libro no es porque esa idea sólo se pueda expresar por ese medio, si no porque parece que así le da el venazo y no hay más. No es que sea un escritor brillante a lo Goytisolo ni tiene ideas visuales grandiosas y dotes para el montaje como Paul Thomas Anderson. Nunca le he notado talento alguno. Toda su obra se basa en la búsqueda de ese aforismo de barra de bar insertado en una historia dónde abunda el elogio al perdedor, la amargura aséptica y de escaparate, la auto ironía indulgente y predomina, siempre, invariablemente el regusto meloso. Sea intencionado o no, siempre apunta al que es su feudo genuino: el articulito de dominical. Un producto orientado para gente que le gusta contactar con la cultura, aunque sin mancharse. Todo es convenientemente leve, agradable e inofensivo, con citas culturetas aseadas y convencionales hasta las trancas, idóneo para ser la opción refinada de los estantes de novedades, justo al lado de los libros de auto ayuda y los recetarios presentados por personajes televisivos.

Eso está en esta película. Su estilo visual inexistente y académico, sus reflexiones de sobremesa, el viejo que imparte lecciones desde su púlpito y la chiquita dulce, agradable y dúctil, con mucho labio y poca teta, de sexualidad inofensiva, catalizador de una historia sin demasiada hondura y sin demasiada brillantez, todo estupendo para reconfortarse después de otro día pesado en la oficina y no sentirse demasiado bruto por contentarse con el estrépito de los efectos especiales. Para darle algo de tono hace un poco de name-dropping chachi y por eso oyes por ahí los típicos de la alta cultura: Proust, Joyce, Faulkner, pero sin que tengas que conocerlos a fondo para comprender lo que se habla de ellos y sin que su cita luego tenga trascendencia alguna en las escenas. A ratos es simpático, pero la mayoría de las veces es cargante porque sus quejas suenan a jeremiadas, a tópicos que no llevan a ningún lado y que sólo pretenden ser el eco del descontento... pero dejándote al final con una sonrisa. En teoría. Igual que un encuentro en la escalera con un vecino simpático del que tienes buena opinión porque no lo conoces demasiado. A que todo suena a trivialidad? Para mí lo es. Y vano, que por eso elogia con tanta insistencia la sencillez, no porque ésa sea una perla de la experiencia como intenta fingir en la película, sino porque sus creaciones siempre han empezado y terminado en la simpleza y nunca ha alcanzado ninguna grandeza. Desde luego David Trueba no tira piedras contra su propio tejado, que tampoco es tonto como para eso.

A mí este hombre me empalaga. Y lo digo después de un libro y cuatro películas suyas. Estoy harto de sus tópicos, de sus manierismos, de sus chicas formales y pasivas, de su aire de profe enrollado. También digo que es curioso porque parece que se mete dónde no le llaman, que hace gestos para una universidad de ciegos y declama para los sordos, que todo lo que crea es huero y extraño, como si fueran de un planeta ajeno, un planeta al que espero no ir a parar nunca salvo en una pesadilla apocalíptica.
Jean Ra
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4 de setiembre de 2016
26 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre ha hecho una película absurda e intrascendente para hacerse una paja y para que otros hombres se hagan una paja. Los hombres le alaban por ello. Cabreo mayúsculo. ¿Hasta cuándo?
ValerieSolanas
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11 de enero de 2013
19 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Relamida como ella sola, esta película nos muestra a un periodista/escritor encantado de haberse conocido que, como nada, suelta un monólogo de más de hora y media, con frases ingeniosas y literarias que podrían aburrir al más culto.
Por lo demás no hay nada. María Valverde asiste como espectadora casual a esta declamación "sacristaniana" viéndose impotente ante la incapacidad de huir. Nos muestra su desnudo cuerpo, eso sí, ya que el director se habrá dado cuenta de que algo debía aportar la chica. Perorata autocomplaciente donde las haya, nos persigue por cada vericueto de la película, sin descanso, hablando de todo a la vez que no habla de nada, saltando de tema como el que cambia de ropa interior, pero con el mismo trasfondo: el de un anciano carcomido que busca echar una cana al aire con una jovencita a través de su fallida embriaguez a través del palabreo.
Me extraña su buena nota y lo complaciente de las críticas. Tal vez si esto se hubiera desarrollado en papel o en una obra de teatro, mi opinión sería distinta, pero no es el caso.
Lo dicho, aburridísima, estulta y relamida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Yo mismo (o no)
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10 de enero de 2013
21 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película pensada, ejecutada y protagonizada por un hombre. El hombre y el paso del tiempo, el hombre y el gorila, el hombre intelectual, viejo y sexualmente fuera de juego. ¿ Qué hace ese hombre frente a la juventud exuberante?, ¿ cómo se enfrenta a las muchachas en flor que ya no lo consideran?.

Ese hombre, admitámoslo, está jodido. Un tío tan listo como Sacristán tiene que llevar muy mal acabar convertido en un pagafantas. Por otra parte, ¿ quién necesita que le admiren?: ! yo he venido aquí a hablar de mi libro!

Vista con los ojos de un hombre, esta película me mosquea bastante porque da carta blanca a una ideología que detesto. El hombre que retrata no me gusta y la película está hecha a su medida, así que poco queda por salvar. El personaje de María Valverde no tiene calado y la reflexión no es tal:se trata de un monólogo encubierto. En el fondo, con la excusa de la pitopausia y la diferencia generacional, Trueba acaba haciendo un fresco perfecto de un cierto egocentrismo masculino que todos podemos reconocer. Es un poco raro porque me consta que Trueba es un tipo con sentido del humor y en sus novelas lo demuestra constantemente, así que supongo que este es el peaje que ha tenido que pagar por haber crecido junto a algunos intelectuales barbudos que, cual si fueran magos de la tierra media, aumentan de tamaño cuando se enfadan.
glothisman
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