Maniac tales. Relatos inquietantes

Lo que a priori podrían ser diferentes historias de miedo sin conexión aparente, como hemos visto en otro tipo de películas similares, en esta ocasión forman parte de un todo muy bien hilvanado y sumamente entretenido, ya que cada quince minutos tenemos un nuevo y sorprendente relato con un director distinto y un estilo propio.

Estos cuentos oscuros nos llegan a través de una trama principal, al estilo "Four Rooms" pero en plan terrorífico y con más gracia, con unos elaborados escenarios por la que una gran cantidad de actores y actrices desfilan como si de un pasaje del terror se tratara, demostrando todos ellos un gran nivel de seriedad en sus interpretaciones.

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Con una estructura bien definida y una historia troncal que guía a través de los diversos capítulos que nadan entre la orilla del terror y la del gore, se presentan cinco historias -cada una dirigida por un director diferente- que dejan en el ambiente un inconfundible tufillo a serie B.
Las intrahistorias son conducidas con una correcta intriga y una maracada personalidad propia en cada una de ellas. Un sencillo e infalible esquema de introducción-desarrollo-solución en el que se logra una correcta sensación de intriga durante el transcurso y una trabajada angustia al final de cada cuento. Eso sí, algo imperdonable, es el ínfimo -por no decir nulo- desarrollo tanto de trama como de personajes que tienen todas -sin excepción-.Mención especial merecen dos episodios en particular: Zimbelin, el episodio dirigido por Kike Mesa -quien también firma la cinta completa como productor-, por su elegante presentación con una animación que recuerda a la de A scanner darkly (Idem, Richard Linklater, 2006, USA) y que por momentos logra una ágil y entrañable narración retrospectiva para poner en antecedentes; y The visit -dirigida por Abdelatif Hwidar-, en mi opinión, el mejor capítulo por el carisma y la interpretación de sus personajes y el inesperado giro final que te dejará de piedra -que logró arrancar algún tímido aplauso en la sala-. No es una obra imprescindible, pero cumple la mínima función de entretener.

Cuando anunciaron el proyecto se aseguró que el productor había hipotecado su casa para financiar la película. También sabemos que a los periodistas les gusta exagerar. Con un estreno en 4 salas y 136 euros recaudados, espero que haya sido un farol y este señor con tan buen ojo conserve un techo sobre su cabeza.
En conjunto, la película, formada a base de cortos sin ton ni son, es un auténtico despropósito rodado en inglés para facilitar ventas internacionales. Ignoro quién se atreverá a comprar esto, pero supongo que alguien con ganas de reírse, ya que sin pretenderlo, es una película de risa lo que vemos en Maniac Tales. A nivel estético es un batiburrillo que no logra maquillar su presupuesto low cost. A nivel interpretativo nos encontramos con un trabajo muy de aficionado, con miradas a cámara, inglés chapurreado que provoca carcajadas donde tenía que haber sustos. Destacan el corto Cimbelin, dirigido por el productor de la cinta, por ser de animación y quedarse en un quiero y no puedo; y el titulado The perfect moment, absolutamente ridículo tanto por sus personajes carentes de interés y su guión esquemático como por la absurda interpretación de sus dos actores. Virginia Morara sorprende con uno de sus peores papeles. Para resumir, Maniac Tales es una auténtica pérdida de tiempo tanto para el espectador como para todo aquel que ha trabajado en él.

Menuda peliculita... esto es cine de aficionados que podía haberse hecho con un móvil y unas marionetas. Y esto fue al Festival de Málaga???? Que me cuenten cómo lo han conseguido, si a base de jamones o viajes o qué otro regalo, porque canta demasiado, y no es justo para las películas que sí logran entrar a competición en uno de los festivales más famosos de España que va bajando su nivel año a año.
El único mérito es de quien ha hecho el guión, intentando agrupar los relatos con una trama central. Pero la escasez de medios de la puesta en escena hace rozar el ridículo. De vergüenza.

Película original y (quizás sin pretenderlo) de rabiosa actualidad, su lograda ambientación yanqui y sus personajes berlanguianos conforman una mezcla para gourmets del mal rollo y el eurogore. Con momentos de humor y exudando cinefilia, es una digna y consciente serie B que le hubiese encantado dirigir a Jess Franco. Palomitera ideal para salpimentar un fin de semana con amigos y cerveza.