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París, bajos fondos

Drama. Romance París, 1900. Marie, una bella prostituta, es la amante de uno de los hombres de la banda de Felix; pero, sorprendentemente, acabará encontrando el verdadero amor en un sencillo carpintero. Su amante, celoso, lo provoca, y ambos se enzarzan en una terrible pelea. (FILMAFFINITY)
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
1 de febrero de 2009
80 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film considerado por muchos como la obra mayor de Jacques Becker (1906-60), es su séptimo largometraje (sobre un total de 13). El guión, del propio Becker y de Jacques Companeez, se inspira en personajes y hechos reales. Se rueda, entre el 24/IX y el 22/XI de 1951, en escenarios naturales de Annet-sur-Marne, Meaux (muro de la prisión) y Menilmontant (casa de Lecat) y en los platós de Paris Billancourt Studios (Paris). Nominado a 2 premios Bafta, gana uno (actriz extranjera). Producido por Robert y Raymond Hakim para Speva Films y Paris Films Prod., se estrena el 16-IV-1952 (Francia).

La acción dramática tiene lugar en el barrio parisino de Belleville, en el río Marne y en la localidad de Joinville-de-Pont (Francia), a lo largo de un tiempo indeterminado, en los años del cambio de siglo (1899-1902). La acción comienza en una apacible tarde de un domingo de otoño. La joven prostituta Marie (Signoret), apodada “Casque d’Or” por la forma de su peinado, el color de sus cabellos y su nacimiento en Orleans, atrae la atención y suscita el interés de muchos jóvenes “apaches”, delincuentes dedicados sobre todo al robo, atracos a mano armada y a la explotación de la prostitución, que proliferan en Paris entre los últimos años del XIX y los años 20. Su novio y rufián es Roland (Sabatier), esbirro de la banda de Félix Leca (Dauphin). Cuando en un baile, Marie conoce a Georges Manda (Reggiani), levanta los celos de Roland y de Leca. Marie es coqueta, alegre, apasionada y sincera. Encuentra en Manda su amor verdadero. Éste, antiguo ”apache” reinsertado, tras cumplir varios años de prisión, se ha puesto a trabajar como carpintero autónomo. Es noble, leal y pundonoroso. Leca es despótico, codicioso, vanidoso, violento y traidor.

El film suma crimen, drama, romance y análisis social. Al realizador le interesa, sobre todo, la exploración de un amor sincero, joven, libre, puro y verdadero, marcado por el destino como imposible y trágico. De la mano del mismo, Becker construye una interesante y detallada descripción de los ambientes populares parisinos y recrea una época singular de cambios ("Belle Époque") que tuvieron en la ciudad su escenario preferido.

Varios proyectos anteriores habían querido llevar al cine la descripción del submundo de los “apaches”, pero todos se habían visto interrumpidos, aplazados o frustrados por causas diversas. Además, el film aporta un análisis preciso y convincente de la amistad. La analiza desde el punto de vista de dos amigos de la infancia, que han compartido experiencias delictivas y la misma celda en prisión durante un tiempo. Al enfrentar amor verdadero y amistad sincera, se plantean preguntas de gran interés con interrogantes sobre las preferencias, la mayor fuerza, la superior nobleza, etc., de uno sobre el otro.

(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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26 de setiembre de 2011
34 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Le reclaman a uno a gritos con la mirada. Le arrancan de la paz del sueño y le sumergen de cabeza en el vértigo del deseo. Le empujan al centro de la pista y le obligan a bailar, despertando al demonio del odio y de los celos. Logran que sus bofetones los sintamos como besos o caricias y que volvamos a por más, urgidos por la impaciencia. Le arrojan a uno a callejones oscuros y ponen en sus manos una navaja, y cuando la sangre brota, se pasean por ella ronroneando, como gatas ahítas de satisfacción que le dan la espalda al vivo mientras olvidan sin remordimientos al muerto. Le apartan del buen camino y lo conducen de nuevo a la vieja senda equivocada. Le sumergen en envenenados remansos pastoriles que algunos se empeñan en llamar amor, aunque tal vez merezcan otro nombre. Le obligan a uno a elegir entre la lealtad a los amigos y los apremios de la carne. A las mujeres –lo dice uno de los personajes- hay que procurar no comprenderlas. No sólo es absurdo, sino inútil: lo fatal es lo fatal. Nadie forja su propio destino con las manos atadas a la espalda. Así de insensatos somos los hombres, así de frágiles y manipulables. Así de estúpidos.

Es más que posible que no fuera su intención hacerlo, pero, por una vez, un traductor de títulos al español logró hacerle más justicia a esta espléndida película acerca del irresistible y fatídico poder magnético de la atracción amorosa que su pobre título original, ese “Casco de Oro” que alude al peinado de su rubia protagonista y que no es sino un pálido reflejo de la riqueza y profundidad de sus propuestas. Y no porque sea un fiel retrato del mundo lupanario parisino, sino por recorrer la geografía universal de las bajas pasiones y sus devastadores efectos como lo haría uno de los muchos instrumentos de filo cortante que pueblan la película. Sobria, concisa e incisiva, “París, bajos fondos” rehúye los histéricos perifollos y golpes de efecto del folletín que podría haber sido y opta por las sugerencias, los silencios y las elipsis, por la contención y la sequedad narrativa, por el poder expresivo de rostros y miradas y unas pocas y significativas palabras. De la image avant toute chose.

A partir de unos hechos extraídos de la más prosaica realidad, Becker recrea y enhebra, además, algunos de los momentos más granados de la rica tradición literaria y artística francesa: esa excursión en barca por el río, esos señoritos ataviados con bombín y bigotito engominado y acompañados de descocadas jovencitas, esos bailes populares que traen a la memoria más de un cuento galante de Maupassant; el París humilde y arrabalero de las novelas de Zola, sus tabernas, sus meublés y sus fulanas, sus chulos y hampones hermanados por juramentos secretos y por las severas leyes de la herencia; ese extraordinario epílogo, en fin, en el cual se subliman todas las virtudes de una película intensa y tan cruda como lírica, y que resulta digno del mismísimo Stendhal. Ahí es nada. Como si fuera tan fácil decirlo como hacerlo.
Normelvis Bates
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29 de octubre de 2008
30 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
La señora Signoret es de esas damas del cine que enamoran a la cámara. Y el señor Becker lo sabe y sabe usarla (la cámara). Bellísimos primeros planos de esta actriz que también enamoran al espectador.
El carpintero, Serge Reggiani, es también de esa clase de actores que cuando salen ellos todo gira alrededor de su imagen, lo recuerdo de El Confidente, con Belmondo. Un rostro intrigante.
Magnífica ambientación del París de 1900, donde el vestuario, sobre todo el masculino, debería haber recibido un oscar. La carpintería, el bar, el piso del mafioso, todo está muy bien realizado.
Muy buena dirección de actores, ninguno desentona.
Por fin vemos en una película una pelea real. La escena de la pelea es perfecta.
Todas estas cosas hacen que en cuanto termina la película, desees volver a verla.
Muy recomendable.
Infierno de Cobardes
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9 de junio de 2012
23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jacques Becker, un director francés que empezó como asistente de dirección con Jean Renoir, y acabo reconocido como uno de los más prestigiosos y mejores directores franceses de todos los tiempos, y al cual he ido descubriendo poco a poco, desde "La evasión 1960", la primera película que he visto de él (y la ultima de su filmografía), hasta "Goupi mains rouges 1943" y Touchez pas au grisbi 1954" (las otras 2 que había disfrutado hasta esta que nos ocupa), tras cada visionado quedaba fuertemente impactado por el poderío, tanto visual, como de desarrollo de trama y personajes, y paradójicamente me dejaba con una frustrante sensación resultante de la certeza de que por muchas vidas que uno viviera, nunca tendrá tiempo y ocasión para disfrutar con todas esas obras maestras existentes en el Séptimo Arte (sobre todo si no eres un cinéfilo militante, y sufres ese síndrome de Diógenes cinematográfico que te lleva con mucha frecuencia a escarbar entre series B varias, y/o cualquier producción que por una causa u otra, excite tu curiosidades), a la vez que posponía la visión de otra de sus producciones para el momento exacto que mi estado de ánimo y apetencia me lo pidieran.

Pues bien, en esas estamos, cuarta película que me enchufo de Jacques Becker y cuarta (espero si Dios me da salud que no sea la última) obra maestra que degustan mis pupilas; inspirado en una historia real (si escarbas por la red, no es difícil saber cómo acabo realmente la historia) de crónica negra sucedida en Paris a principios de siglo XX que tuvieron como principales protagonistas, a la prostituta Amélie Élie, y los apaches parisinos George Manda y Felix Leca (Serge Reggiani y Claude Dauphin), el uno rehabilitado como carpintero tras su paso por la cárcel, el otro jefe de una banda de rufianes de los bajos fondos parisinos, y ambos hechizados por la belleza y poderío de esa rubia apodada "Casque d'or" por su peinado, aquí llamada Marie (Simone Signoret), nos encontramos ante la que está considerada como la mejor y más personal película de Jacques Becker y una de las mejores de la cinematografía francesa, cosa que no seré yo quien lo rebata (no he visto mucho cine francés, ya saben, lo anteriormente expuesto de "por muchas vidas que uno viviera, nunca tendrá…etc, etc"), ya que desde ese conjunto de escenas que abren la función en las que primero vemos al grupo de apaches y sus respectivas llegando en varios botes por el cauce de un río a un salón de baile al aire libre (Sigue en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
tiznao
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9 de enero de 2008
40 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirige Jacques Becker esta 'Casque d'or' con tozudas reminiscencias del realismo poético francés aprendido, imagino, de Jean Renoir (del que fue ayudante de dirección).

Y allí que va ese carpintero a enamorarse, lógicamente, de la Signoret, haciendo caso omiso de todos los avisos que el fatalismo mecanicista y el, para entendernos, destino natural e impepinable le hace con señales luminosas durante todo el metraje.

Y es que este buen ejemplo de naturalismo poético, como no puede ser de otra manera, condena a estos personajes a no elegir, prisioneros de un final que ya deduce el avezado espectador por su condición de humildes bajofondistas (parisienses en este caso). Porque estos amantes ya pueden chillar, patalear, escupir al aire o cagarse en los muertos de su entorno social. Marcados están y marcados terminarán.

Eso sí, antes de concluir, por el camino, Becker se recrea en muchas secuencias de hermosa intensidad (el final, sí; pero también las escenas en que con miradas, primeros planos y reflejos iridiscentes en el cabello rubio de Simone Signoret nos muestra ese estado bobalicón del enamoramiento con precisión y lozanía).

En fin, que si eres carpintero, pobre y con un más que probable turbio pasado, no se te ocurra, siendo francés (la tierra de Zola y Stendhal), enamorarte de una prostituta que anda con mafiosos. Porque estás tentando a la suerte, a los hados y al determinismo en pleno.

Claro que Reggiani, viendo ese contoneo signorial de la rubia Simone, es lógico que ansíe el meneo correspondiente y reglamentario descuidando estas alertas atávicas. Porque una rubia es una rubia: "¡que me corten la cabeza si entiendo algo de lo que me dices!", diría él.

Tú sabrás.
Bloomsday
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