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El círculo del poder

Drama Basada en hechos reales. Crónica sobre la vida de Ivan Sanshin, un leal ciudadano soviético que fue el operador cinematográfico de Stalin. Filmada en el Kremlin. (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
18 de enero de 2012
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para contar la historia de un controvertido revolucionario, qué mejor que basarse en hechos reales contados por un hombre tan cercano que, no sólo fue su proyeccionista durante largos años, sino que llegó a hacer parte de su Círculo Interno (The Inner Circle). Aleksandr Ganshin (Ivan Sanshin en la película), conoció cara a cara a Iósif Stalin, sintió su aroma de líder aguerrido y respetado, pero también llegó a temblar con esa mirada escrutadora y con esas afiladas y certeras palabras que, en ciertos momentos ponían, a quien erraba, a sentir el frío de la muerte.

Ivan Sanshin, hombre modesto, experto en el manejo de cámaras reproductoras de películas, casado con la noble Anastasia, y amigo de los Gubelman, cuya hija Katya pronto quedará huérfana cuando se sepa que sus padres son opositores al régimen, “ama” a Stalin de la misma manera como tantísimas personas “aman” a Dios: Con ciega veneración y con profundo temor. Para él, como para sus seguidores incondicionales, Stalin es la luz del pueblo, su protector invencible, y el proveedor de todo cuanto necesita. Pero, muy dentro suyo y aunque se niega a reconocerlo, Sanshin siente que, el verdadero amor, es otra cosa y que se parece más a lo que por él manifiesta su esposa o al compromiso osado e irrestricto que la misma Anastasia asume con la pequeña Katya.

Rodada en el mismísimo Kremlin, con esmerada precisión, milimétricamente medido cada movimiento para no sobrepasarse en la luz ni en la sombra que hacían parte de su cuestionado y alabado, odiado y admirado personaje, el director ruso Andrei Konchalovsky, pone en escena los alcances revolucionarios de Stalin, su buen gusto artístico, su generosidad con los leales… al tiempo que entrecruza su temida intolerancia, su predisposición a arrasar con los detractores del sistema, y el abuso de poder que ejercieron algunos de los colaboradores que llegaron a hacer parte de su particular Círculo Interno.

La historia ahonda, de manera eficaz y muy significativa, en el carácter de sus protagonistas, haciendo que logremos sentirlos como personajes de carne y alma; y lo que ocurre, en escena, es tan intenso y sentido que casi podemos penetrar en sus corazones y en sus mentes como si fuéramos nosotros mismos los que estuviésemos viviendo aquella dramática historia.

Tom Hulce, exaspera con su candidez, pero brilla cuando sentimos que su conciencia comienza a expandirse. Lolita Davidovich, nos da ejemplo de la mujer objetiva, leal única y exclusivamente a sus sentimientos y emociones; y Aleksandr Zbruev, representa al líder de la, por entonces, Unión Soviética, como esa clase de hombre que se odia o que se ama... pero, al que nadie puede mirar con ojos indiferentes.
Luis Guillermo Cardona
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19 de marzo de 2010
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Está basada en una historia real y la recomiendo a aquellos cinéfilos de la 2ª Guerra Mundial, justo cuando Stalin dejó de joder a sus propios paisanos, cuando Rusia terminó de consolidarse ese estado-guía, y cuando el nazismo tenía los días contados.

Se plasma ese comunismo creador del miedo, las conspiraciones, los obstáculos de la gente sencilla y la transformación del amor de una pareja (Tom Hulce y Lolita Davidovich), en la vejación de la mujer por la supervivencia en el mundo cruel de ese tiempo.

La película es un clima de temor constante a sufrir la acusación de cualquier conspiración contra el amo Stalin, y transcurre en esa vida diaria llena de desconfianza entre todos, obligados a buscar constantemente un ámbito de privicidad que jamás existiría.

Destaca el papel de Bob Hoskins como el comisario ruso Beria y el de Lolita Davidovich.
Francisco de Guzmán
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29 de marzo de 2010
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que una noche de madrugada me impresionó y que años despues he conseguido volver a verla. Con algo más de madurez (inevitable paso del tiempo) me encontré ante una película, que pese a errores técnicos considerables, bastante bien ambientada. Nombres ilustres de la época figuran entre sus protagonistas. Quizá podamos diferenciar una primera parte realmente entretenida y una segunda en donde el guión pierde fuerza. Lástima que haya caído en el olvido más absoluto.
maxduarte
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18 de junio de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada campaña electoral se repiten los mismos fenómenos sociales. Todos confiamos demasiado en que nuestra percepción de quienes nos van a gobernar y aquellos por quienes vamos a votar son la mejor decisión que podemos tomar. Razones ciegas siempre justifican nuestras determinaciones para luego concluir diciendo en la mesa de cualquier bar que "siempre elegimos a los mismos", "nada va a cambiar.
Nos acercamos al primer siglo tras la Revolución rusa y las cosas siguen tal cual. Ah, pero tenemos facebook y redes sociales y creemos que somos más libres. En esta película el acento va dirigido precisamente a actores de la sociedad que se creen protagonistas de sus vidas y sus historias pero que no son más que fichas de lo que los sistemas, de toda índole, han querido hacer de ellos. Sí, así como nosotros.
Valetamayo
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12 de marzo de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como si de un documental se tratara, esta obra dramática filmada apenas dos años después de la caída del Muro de Berlín coloca al espectador en los zapatos de un humilde proyeccionista de cine en el Moscú de 1939, Iván Sanchin (interpretado por Tom Hulce al que todos recuerdan por su interpretación de Mozart en el Amadeus de Milos Forman) que es el alter ego del personaje histórico Alex Ganchin, al que Hulce trató personalmente para componer su papel.

Comunista convencido y enamorado de la Revolución Soviética, Sanchin se nos presenta como un animoso y optimista trabajador que reparte su tiempo entre proyecciones de celuloide en el cuartel general de la KGB (institución que por cierto en esa época tenía otro nombre) y las atenciones a su recién desposada mujer la bella Anastasia, con quien vive en un decadente bloque de pisos de la calle Matadero. "¿A quién quieres más, Iván? ¿Al camarada Stalin o a mí?" le preguntará, y contestará sin vacilar "Qué pregunta. Al camarada Stalin por supuesto".

Hasta este humilde domicilio alcanzan las persecuciones políticas cuando el matrimonio vecino de los Gubelman es arrestado acusado de actividades contrarrevolucionarias por su relación con países extranjeros, dejando atrás a su pequeña hija Katya que será acogida por el instinto maternal de una Anastasia que desea fervientemente ser madre. El episodio de la detención permite descubrir hasta qué punto Sanchin confía en el criterio de las autoridades y su elevado grado de compromiso con la causa soviética, al punto de rechazar la posibilidad de adoptar a la niña por tratarse de la hija de unos "enemigos del pueblo".

El nudo de la trama salta a primer plano cuando el proyeccionista de la KGB es fichado por las autoridades del Kremlin para trabajar al servicio de la máxima autoridad del Estado, el todopoderoso Josef Stalin. Con una mezcla de terror reverencial y de admiración incontenible, Sanchin entra de esta manera en el "círculo interno" que da título a la cinta de los dirigentes de la URSS, y atiende desde su posición subalterna a las disputas entre los líderes, los exhaustivos controles de seguridad y la mundanidad casi campechana de unos personajes (Stalin, Beria, Voroshilov) que la propaganda ensalza como dioses en la tierra.

De esta manera y según avanza el metraje, veremos la fe en principio inquebrantable de Sanchin en el sistema socialista puesta severamente a prueba, al igual que toda la URSS dos años después de entrar al servicio del Amo, en 1941, cuando estalla la guerra contra Alemania. En el último tramo de la película la acción se traslada a más de una década más tarde, a 1953 con el fallecimiento del camarada Stalin que también pone punto final a la película.

Llama la atención el cuidado del filme en recrear con mimo la época tanto en vestuario y escenarios como en el elenco de actores. Para mi gusto la peripecia personal del protagonista adquiere excesiva importancia a costa del retrato del círculo interno del Kremlin, lo que resta algo de interés e impregna cierta teatralidad, pero aún así pocas veces se habrá visto representada en el cine esta parte de la Historia mejor que en esta cinta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
jrcheca
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