Clayton Drumm

Sam Peckinpah haciendo un pequeño papel, Fedra Lorente sin acreditar haciendo de Lady Godiva dos segundos en un circo, un Warren Oates en horas bajas... No es ni de lejos el mejor Western de Hellman, pero sí merece la pena el visionado sólo por las curiosidades con las que se va topando el espectador.

Cuando están a punto de ahorcar al pistolero Clayton Drumm (Testi), le conmutan la pena a condición de matar al dueño de un miserable rancho por donde debe pasar el ferrocarril que se está construyendo.
Su dueño, Mattew (Oates), que vive con la despampanante Catherine (Agutter), se resiste. La que no resiste es ésta los encantos de Testi.
"Hasta que llegó su hora", pensamos enseguida. Pues no.
La trama es una mezcolanza heterogénea de subtramas que se abren y se cierran o que quedan abiertas sin cerrar como la del ferrocarril que se olvida del todo.
Por haber hay hasta un circo ambulante que vende de paso un curalotodo "The peabody cocaine remedy", una merienda familiar donde se canta "La paloma", o un periodista que quiere comprar la biografía de Clayton para convertirlo en una leyenda en el Este. De ahí nuestro título.
La historia resulta fofa, como fofos resultan el guion y una realización lenta y aburrida. Personajes inconclusos, poco creíbles, que esconden su vulgaridad detrás de prolongados silencios.
Tal vez para "animar" un poco la cinta, se incluyen sin venir a cuento escenas de un erotismo subido de tono, hasta casi poder hablar de pornowestern. Con laconismo, Clayton ofrecerá a la adúltera tres únicas salidas: prostituta, maestra o nuevo matrimonio.
Cinta extraña, como dicen otras críticas, pero floja. No la recomendamos.