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The Vessel (El navío)

Drama Diez años después de que un maremoto destruyera el colegio de primaria de un pueblo con todos los niños en su interior, un joven decide levantar una misteriosa estructura con los restos del colegio dando lugar al resurgimiento de recuerdos y viejas pasiones. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
22 de diciembre de 2016
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ópera prima de Julio Quintana avalada por la presencia de Terrence Malick en la producción, The Vessel (El Navío), nos cuenta la historia de una bella y pequeña aldea costera de Puerto Rico sin nombre donde un trágico acontecimiento ocurrido hace diez años marcó la existencia de todos sus habitantes, un tsunami destruyó la escuela de primaria situada a la orilla del mar, llevándose consigo la vida del profesor y la de todos los niños menos uno, nuestro protagonista Leo (Lucas Quintana).

El pueblo sigue de luto y afligido sin presencia de niños por las calles, sin ilusión ni motivación por volver a tener descendencia, la gente más joven se ve obligada a abandonar el pueblo dirección a la gran ciudad para encontrar un futuro más próspero. A pesar de todo, Leo se queda al cuidado de su madre Fidelia (Jacqueline Duprey) que sigue traumatizada por la muerte de su hijo menor. El padre Douglas (Martin Sheen) tiene la difícil misión de conseguir recuperar la fe perdida de todo un pueblo que se siente abandonado y rechazado por Dios y por tal motivo no acuden a la iglesia. Otra repentina tragedia junto a una rara ocurrencia de Leo (construir un barco) provoca que los habitantes de la aldea crean haber presenciado un milagro y consideren a éste como una especie de mesías. El Padre Douglas con en estos hechos y a través de la figura de Leo tiene la esperanza de resucitar a un pueblo deseoso de encontrar una señal que les devuelva de nuevo la fe.

En The Vessel (El Navío) se siente la presencia e influencia del director Terrence Malick con el que Julio Quintana trabajó en el Árbol de la Vida (2011) y en To The Wonder (2012). En la primera colaboró en la elaboración del documental El Árbol de la Vida que forma parte de los extras del interior del DVD comercializado de la película, y en la segunda como consultor. La presencia del maestro se percibe en la espiritualidad y el simbolismo de sus imágenes, muchas de ellas bellamente fotografiadas como si fueran composiciones pictóricas, en los elegantes travelling donde la cámara parece que flota y se balancea cuando recorre la aldea y persigue a los personajes, y en ese realismo imperante a lo largo de la película al mostrarnos el paisaje y los entornos iluminados de forma natural.

Julio Quintana crea una película muy emotiva y espiritual donde se cuestiona el significado de la vida, la existencia de Dios, cual es nuestro lugar en el mundo, o la eficacia del amor para curar las heridas de nuestro interior y olvidar el pasado. Se contempla la religión de una manera inteligente al mostrarnos tanto sus ventajas como sus inconvenientes dando lugar a establecer un interesante debate teológico sobre la necesidad e importancia o no de la Iglesia, y el sentido de su propia existencia. El tema central de la película se basa en la búsqueda constante de la esperanza y la fe como elementos vitales para encontrar esa fuerza y estimulo necesarios en las personas para liberarse de ciertas ataduras del pasado.

Todas mis críticas en:
http://timejust.es/author/barriodelensanchegmail-com/
Eduargil
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3 de febrero de 2017
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se nota la mano de Terrence Malick en esta producción.
Probablemente él haya sido la inspiración tras los miles de planos, entre oníricos y realistas, que pintan el cuadro de un pequeño pueblecito costero, de esos por los que no parece que pasa el tiempo. Los atardeceres, las nubes en el cielo, cada gota de lluvia y cada soplido de viento entre las tejas reciben la justa atención como orquesta de una melodía que solo se puede escuchar cuando la mar está en calma.

Ese espacio, casi paradisíaco, contrasta con el sentir de sus habitantes, callados y apenas visibles, criaturas escondidas entre las derruidas casas, disminuidos poco a poco por los jóvenes que marchan a la ciudad en busca de un futuro mejor.
¿Qué podría haber mejor que ese lugar?
Cualquier cosa en realidad, porque aquello es una tumba viviente: hace tiempo, un maremoto se llevó por delante la única escuela que había, y con ella todos los niños que allí estudiaban, instaurando de tal manera el dolor entre los vecinos que concluyeron no tener ningún hijo más.
Lo que era una acogedora localidad se transformó en una especie de pueblo de los malditos, que se han negado a si mismos el sufrimiento, y con él todas las demás emociones.

Leo no puede ser más ajeno a ello, todavía tiene una vida entera por delante, pero sufre sus consecuencias, en una madre callada y una amada ausente.
Irse parece el camino obvio para él, sencillo, fácil.
Pero la fe obra de maneras insospechadas: una serie de acontecimientos extraños le recordarán que, de algún modo, su sitio sigue estando en el pueblo.
Luchando por lo que quiere. Creyendo en lo que no había creído.

Algo que 'The Vessel' captura muy bien es la incertidumbre de la fe: ni el padre Douglas, el sacerdote del pueblo, ni Leo son los iluminados, ni los demás son los locos o desviados.
El padre solo tiene una fe escrita para sostenerse, de la que desearía experimentar algo, mientras que Leo ha experimentado pero nunca ha creído tanto como para pensar que lo que le ha pasado es especial.
Así, se acaba estableciendo un diálogo duro, sincero y difícil entre los dos, intentando salvar el alma de un pueblo que nunca ha querido ser salvado.
La posibilidad de huir, de olvidar, planea constantemente sobre Leo, desilusionado por una madre que nunca le ha brindado amor, rendido ante un objeto de deseo que nunca parece más distante que cuando comparte intimidades con ella lavándose en la fuente (cuando está vulnerable, sensualmente mojada y dolorosamente bella).

Por un momento, parece que el pueblo va abandonar con él.
Demasiado dolor, demasiado silencio desde un cielo que parece divertirse con su confusión.
Es entonces cuando aparece el verdadero sentido de la fe, de cualquier fe: la comunidad dentro de ella.
Leo intentaba vivir, el padre Douglas mostrar, el pueblo creer, y solo cuando unen esas imperfecciones es cuando empieza a asomar algo en lo que merece la pena volcarse.

Menciona el padre Douglas que los actos de fe son fortuitos: si los niños no hubieran estado en la escuela aquel día, todo el mundo habría dicho que era un milagro.
Y después, Leo habla de las gotas de lluvia, solitarias y aisladas, que van a parar a un mismo mar donde más tarde se sienten comprendidas y unidas.
Son los accidentes, los milagros, los sufrimientos los que en principio unen dichas gotas: pero es la fe en algo mejor lo que las acaba manteniendo unidas.
Charles
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10 de agosto de 2017
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Vi “El Navío” (“The Vessel”, EEUU-Puerto Rico, 2016), dirigida por Julio Quintana (esta es su ópera prima), coprotagonizada por Martin Sheen y producida por Terrence Malick (el mismo de “La Delgada Línea Roja”, 1998, y “El Árbol de la Vida”, 2011). Los protagonistas son Martin Sheen (quien hace de sacerdote católico, rol que ha repetido, con actitudes similares, en varias cintas anteriores), Lucas Quintana (hermano del director y quien aquí hace su debut) y Jacqueline Duprey. La obra se circunscribe en un pueblo costero que no ha podido superar un maremoto, acaecido algunos años antes, en el que murieron todos los niños. Es un pueblo aparentemente maldito y, por tanto, sin futuro. En ese escenario, un joven que revive de un accidente, decide construir una nave, lo cual reanima al pueblo. Ahora bien, ¿qué se puede decir de la película? La verdad, no mucho, pues el producto final, sin ser malo, no entusiasma demasiado. Es una narración modesta, fundada en los silencios y en los gestos, que al menos no cae en la sensiblería barata, por lo que llega a tocar en algo al espectador. Por ejemplo, es fácil sentirse frustrado por la forma en la que la comunidad suele reaccionar, masificándose, ante las desgracias. Esto queda patente con la escena en la el pueblo quema la nave. En lo que atañe a los aspectos estéticos, la cinta es correcta, pero la mala dicción de los personajes (Sheen porque intenta hablar español y los demás porque siguen el acento caribeño, algo inentendible hasta que el oído se acostumbre) sumado a algunos baches de sonido, hace que sea necesario repetir escenas o preguntarle al vecino, en caso de que tenga mejor oído, especialmente en los primeros minutos. La fotografía es interesante, aunque no logra sacar del todo provecho a los buenos escenarios que una costa caribeña suele ofrecer. En lo que respecta a las reflexiones que la obra promueve, allí se tocan asuntos como la migración de la periferia al centro urbano, la alienación y la masificación de las personas, masificación que suele ser peligrosa cuando se confronta con la individualidad libertaria de quien no se deja dominar plenamente por la habladuría, por la dictadura del uno (Heidegger). El final, agrego, es una buena parábola, incluso algo schopenhaueriana, de la vida: Ver spoiler. No la recomiendo de pie juntillas, pero tampoco creo que se pierda el tiempo viéndola. 2017-08-10
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Andres Botero
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2 de octubre de 2017
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Terrence Malick fue productor ejecutivo de la película, teniendo en cuenta esto prepárate para pura poesía en imágenes con excelente fotografía. Martin Sheen un actorazo que se come la película.
chechitar
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10 de setiembre de 2019
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En un pueblo marcado por el dolor de la perdida de niños y parientes, los protagonistas luchan por volver a un mundo mejor, la vida cotidiana se hace pesada y sin brillo, tratan de escapar de los rencores; Martin Sheen en papel de padre queriendo casi obligar a la gente a despojarse de la pena y seguir sus vidas con más anhelos.
Cesar_edu
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