Cuenca

Tras terminar sus estudios en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, el director oscense Carlos Saura recibe el encargo por parte del ayuntamiento de Cuenca de rodar un mediometraje que muestre el potencial turístico de la ciudad. Parece ser que las autoridades que hicieron el encargo no quedaron satisfechas con el resultado que sin embargo sí tuvo por parte de la crítica y hasta recibió un Premio Especial en el Festival de Cine de San Sebastián.

Este documental de 40 minutos narrado por la voz bronca de Francisco Rabal empieza mostrando la rica naturaleza de la provincia de Cuenca, después pasa revista a sus pueblos, a sus pastores, a sus segadores y sus labradores cultivando la tierra. Tras este recorrido, finalmente, Saura fija el objetivo de su cámara en la ciudad de Cuenca.

Desde mi punto de vista, Saura intenta burlar el encargo inicial de realizar un documental turístico (aunque a veces no lo consigue) y realiza una obra más personal. El director oscense hace gala de su buen gusto a la hora de mostrar bellas, sugerentes e hipnóticas imágenes, aunque siempre desde un frío, neutro y desapasionado punto de vista, pues aunque intenta hacer algo un poco más personal se nota que el proyecto no le apasiona o que le deja poco margen para realizar una más profunda. El texto de la narración de Rabal es notable y se acopla perfectamente a las imágenes que vemos en pantalla.

«Cuenca» recoge el testigo de «Las Hurdes / Tierra sin pan» (1932) de Luis Buñuel que tras 25 años no tuvo continuidad en el cine español; aunque el documental de Saura no tenga la fuerza de esta obra maestra buñueliana espiritualmente entronca con ella. Por lo tanto no hay que desdeñar la mirada sobria que Carlos Saura ha impreso sobre «Cuenca», ya que su esfuerzo por ofrecer una obra honesta se ha revalorizado puesto que, desde un punto de vista etnográfico y antropológico, este mediometraje nos abre una ventana sincera y realista a una España que ya no existe...