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Drama En una reunión con su banquero, el dueño de un pequeño negocio, que se gana la vida conduciendo un taxi, descubre que tiene que pagar un soborno para obtener un préstamo. El comité que revisó su queja de extorsión ahora quiere cobrárselo. Fuera de sus casillas, dispara al banquero y se dispara a sí mismo. El incidente causa revuelo a nivel nacional, cuestionando el desencanto de la sociedad. Mientras tanto, seis taxistas y sus pasajeros ... [+]
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
2 de diciembre de 2017
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vivimos tiempos turbios en lo que se refiere al negocio del taxi. La aparición de plataformas como Uber y Cabify, a priori más baratas y accesibles que el tradicional sistema de licencias, nos lleva al ya histórico y siempre complicado dilema de hasta qué punto debe llegar la libertad empresarial. En este sentido, la continua evolución de las redes proporciona cada vez más posibilidades de compartir coche entre particulares sin necesidad de intermediarios y, nuevamente, gozando de precios más asequibles. Así, el clásico oficio del taxista, cuyo gremio defiende las reivindicaciones del sector a través del término “profesionalidad”, parece que va poco a poco transformándose en un espectro diferente del que durante décadas nos ha reflejado el cine mediante obras como, por ejemplo, la excepcional Noche en la Tierra de Jim Jarmusch.

Precisamente a través del mundo del taxi se articula Destinos (Posoki), película búlgara dirigida por Stephan Komandarev. Inspirada en hechos reales vividos por taxistas, tal y como asegura el propio director, el film narra varias historias que parten de un trágico suceso: el homicidio de un banquero por parte de un taxista. A partir de ahí, en las radios de los diferentes vehículos se escucharán extensos debates acerca de los motivos que pudieron impulsar al conductor a cometer semejante acto. Lejos de afirmarse como un simple Macguffin dentro del film, este hecho supone la perfecta síntesis de aquello que nos quiere contar Komandarev a lo largo de los 103 minutos de metraje.

Porque, como vemos en Destinos, la mayoría de los taxistas no son realmente taxistas por voluntad propia sino que han acudido a este oficio para paliar ciertas desventuras acaecidas en su profesión anterior; “para pagar facturas” como asegura el primer conductor que vemos en pantalla. Esta circunstancia enlaza con el espíritu general de la obra, que es el de realizar un repaso por ciertas preocupaciones que conciernen a la Bulgaria actual. Por encima de todo, se resalta que la pobreza y la criminalidad no son sino la consecuencia de algo que se gesta muy por encima de la gente de a pie, concretamente en esas capas de poder político-empresarial que bien conocemos por la Europa occidental, pero que allá en el este alcanzan cotas incluso más altas.

Borrachos, mentirosos, listillos, maleantes, neofascistas… Toda la peor calaña que uno se pueda imaginar desfila por el asiento trasero de los varios taxis que aparecen en Destinos. Con ello nos hacemos una idea de la clase de gente que a diario tienen que soportar los conductores. ¿Cómo reaccionaría uno si de repente el cliente le intenta estafar? ¿Y si se da cuenta de que está transportando a un tipo que desgraciadamente conoció en otra época? Komandarev plantea a la perfección estas secuencias otorgándolas, asimismo, una resolución bastante creíble y precisa, puesto que opta por no alargarlas en exceso. Ello nos da la posibilidad de ver varios perfiles de taxista, todos bajo el paraguas de la continua precariedad que acecha tanto a su trabajo como, especialmente, al conjunto de la sociedad búlgara, cuestión que queda reflejada en ese tipo de clientes que comentábamos al inicio de este párrafo.

Gracias a esta agilidad narrativa, al hecho de saber transmitir un problema global desde una óptica tan reducida y a la intensidad que cobran sus diálogos y escenas pese a no recurrir a una excesiva motivación estilística (tampoco es que los planos en el interior del vehículo den pie a tirar de imaginación, más allá de recursos como ese plano-secuencia inicial), Destinos toma la forma de una road movie de grácil visionado, que nos guía y nos enseña, de una manera notable, el paisaje social que se puede ver en Bulgaria durante esta época.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para Cine Maldito
Kasanovic
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30 de noviembre de 2017
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director búlgaro Stephan Komandarev, pese a que solo tiene tres películas en su filmografía, ya es uno de los más importantes de su país, tuve la ocasión de verlo este año en Gijón. En 2008 debutó en con su opera prima “El mundo es grande y la felicidad está a la vuelta de la esquina”. Después vino la que para mí es su mejor película hasta la fecha “El juicio”. Presentada en el Festival Atlántida del año 2016. Ahora nos presenta su nueva cinta, la cual fue presenta por primera vez en el Festival de Cine de Cannes, en la sección Un Certain Regard, también ha formado parte de la sección oficial del Festival internacional de cine de Gijón, donde ha obtenido el premio al mejor guion.

La historia que nos presenta en esta ocasión es un drama social que transcurre en una sola noche en la ciudad de Sofía. Presenta seis impactantes historias entre los clientes y los conductores de unos taxis.

En todo momento está presente en la película el pasado comunista y el triste presente que vive el país, casi toda la población es muy optimista, porque los pesimistas y los realistas ya han abandonado el país. El director se centra en todo momento en los taxistas que nos van contando su punto de vista sobre la pobreza y la desigualdad que ha generado una sensación de fracaso en la sociedad.

La película funciona muy bien gracias a un guion muy bien estructurado, todas las historias que nos cuenta tienen su interés. Con unos planos largos y unos planos secuencia (como la escena del intento de suicidio), el director consigue meterte en la historia, con unos movimientos de cámara que hacen que las secuencias por las calles de la ciudad sean hipnóticas.

El director consigue un ambiente seco y agridulce, la estructura y conexión de todas las historias están muy bien relacionadas. Las imágenes tienen mucha fuerza y visualmente la película resulta durísima.

El grupo de actores protagonistas están bastante bien, con unas actuaciones duras, pero convincentes. . Se van cruzando la denominada buena gente y los denominados como malvados. Y eso se consigue con una buena dirección de actores.

La película quiere sobre todo lanzar un mensaje, es una clara reflexión sobre la violencia. Como dato curioso, la mayoría de la población búlgara cuando pierde su trabaja, se mete a taxista.

Lo mejor: El guion y las historias que nos van contando.
Lo peor: Aún podía haber sido más malvada.
LASO83
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26 de febrero de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por fin se ha cruzado en mi camino una de esas pequeñas películas que vienen cargadas de la dosis de conmovedora humanidad que en ocasiones le falta a este mundo en el que vivimos. Ese es el gran logro del director búlgaro Stephan Komandarev, quien con esta obra estuvo presente en la sección oficial de Un Certain Regard del Festival de Cannes, un apartado que año tras año sirve como perfecto escaparate a aquellos cineastas menos conocidos que quieren mostrarse al resto del planeta cine.

La película comienza con una trama central a la que el resto de intrahistorias estarán vinculadas en mayor o menor medida. Este vector servirá como preámbulo para escuchar las diversas opiniones de una sociedad harta de las injusticias, cansada de vivir sumida en la pobreza, pero que mantiene prendida la pequeña llama de la esperanza de que algún día todo irá a mejor. Dentro de los cubículos de cada taxi surgirán conversaciones y encuentros de lo más variopintos, tocando prácticamente todos los géneros del cine.

Está rodada muy ágil y hábilmente y de forma elegante, en su mayoría con largos planos secuencia que dotan de un extremo realismo a las escenas. Komandarev halla la combinación perfecta entre la radio, el diálogo en el taxi y el silencio en este triste, sórdido e hipnótico relato que en algún momento deja coger una breve bocanada de aire con pequeños toques de humor que en todo momento están rodeados de reflexiones acerca del fracaso, la muerte, la soledad y las irreparables cicatrices de una sociedad hundida en la miseria.

Nosotros nos sentaremos en el asiento de copiloto de cada uno de los taxis y nos dejaremos llevar hacia los distintos y remotos destinos hacia los que conduce cada uno de ellos. Cada taxi es una vida -o incluso varias- y cada una lleva su propia senda. A unos les sonríe más el destino; a otros no tanto. Es una lotería en la que todos buscan conseguir un poco más de estabilidad.

En definitiva, se trata de una de esas películas que se quedan grabadas en la mente durante bastante tiempo y vuelven una y otra vez a la mente. A pesar de toda crítica social, los sueños enterrados, los deprimentes y lúgubres parajes y la mentalidad egoísta del "sálvese quien pueda", siempre da lugar un rayo de esperanza y de ganas de luchar por un futuro mejor para uno mismo y toda la sociedad. Es la disección de una sociedad podrida, cansada de la injusticia y el inmovilismo, pero con la esperanza de un cambio que parece no llegar nunca.
Álvaro Navarro
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14 de diciembre de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Destinos”, dirigida por Stephan Komandarev e interpretada por Ivan Barnev, Georgi Kadurin, Borislava Stratieva, Anna Komandareva y Vassil Vassilev entre otros, nos retrata la dramática situación de Bulgaria a través de pequeñas historias que suceden en los taxis en una noche en Sofia. Magníficamente rodada y con vocación de documental, la película con sus tremendas historias cotidianas embriagan al espectador, que se queda con ganas de más historias y de saber qué pasa al final con cada pasajero y cada taxista.

No he estado en Bulgaria, pero después de ver esta película, es casi como si hubiera estado. El retrato que hace Komandarev es definitivo. “En Bulgaria solo existen los optimistas, puesto que los pesimistas y los realistas emigran”, dice uno de los protagonistas. La desigualdad, la corrupción, el pesimismo y la pobreza ahogan a una población que no ve salida a su situación.

Es inevitable evocar películas como la iranesa “Taxi”, de Panahi, o la inolvidable “Night on Earth”, de Jarmusch, que son otras películas que se desarrollaban en taxis. Pero ésta no se parece a ninguna de aquellas, salvo en el hecho de que se trate de historias que suceden en los taxis. No tienes en ningún momento la sensación de estar viendo algo que ya has visto antes. Es una película distinta, y lo que cuenta no tiene nada que ver con aquellas que mencioné antes.

El gancho que atrapa al espectador es la veracidad que desprende la película. No parece una película que haya requerido montaje, es como si todo se hubiera rodado en una sola toma, lo que hace que el público se implique inevitablemente con lo que ve, es como si nosotros también viajáramos en el taxi y viviéramos la historia.

En la película se da a entender que uno se hace taxista como último recurso. Ninguno de los taxistas ha llegado a serlo por elección, sino por que ha termiando conduciendo un taxi por las circunstancias de la vida o problemas de su pasado. Hay incluso un cura conduciendo un taxi. En apenas un par de frases, el espectador se entera del motivo que ha llevado a cada taxista a ejercer ese oficio. Aunque se supone que los pasajeros son los de las historias importantes, son los taxistas los personajes más interesantes de la película, a mi juicio.

Por los asientos de esos vehículos amarillos que recorren nocturnamente las calles de Sofia pasan borrachos, jóvenes violentos, putas, mentirosos, pusilánimes y hasta algún profesor desesperado que quiere suicidarse (“Hablo siete idiomas, soy doctor en filosofía, y sin embargo gano 600 levs al mes y mis alumnos se ríen de mi”). Los diferentes perfiles que tienen los clientes y los taxistas dotan a la película de la diversidad necesaria para que el espectador esté siempre interesado en lo que ve, a pesar de que todos los personajes están cubiertos por el mismo velo de precariedad social.

Lo mejor de la película es el guión, excelentemente estructurado y capaz de hacer que todas las historias tengan interés (cosa muy difícil de conseguir cuando hay tantas pequeñas tramas) y estén bien conectadas las unas con las otras. También me gustó mucho la atmósfera que crea el director, esa noche en Sofia visualmente demoledora, la potencia de sus imágenes y los pequeños pero efectivos toques de humor entre tanta miseria humana.

En cuanto a lo menos bueno, poco puedo decir. Quizá la historia del reencuentro con el pasajero que recoje en el aeropuerto me resultó poco creíble tanto en su planteamiento como en su desarrollo. Pero no desmerece en absoluto en el resultado final de un film que para mí es una de las mejore películas europeas del año.

Y es que si la película te atrapa por completo y la ves con interés creciente, si cuando termina te quedas con ganas de más… no puedes hacer otra cosa que alegrarte de que en medio de tanta tristeza que vive Bulgaria, al menos haya un motivo de alegría. Y me congratulo de que se haya hecho precisamente allí una película con esa elocuencia narrativa, que haya sido capaz de mostrarnos el paisaje social de todo un pueblo y transmitir la problemática de todo un país desde un punto de vista tan limitado como lo es el cubículo de un taxi.

https://keizzine.wordpress.com/
keizz
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20 de julio de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ha pasado una década desde que Komandarev afirmaba que: "El mundo es grande y la felicidad está a la vuelta de la esquina" su opera prima en la que la visión que nos ofrecía de su Bulgaria natal era optimista. El país abandonó el régimen comunista y a principios de los 90 inició su andadura democrática. Paradojicamente la desigualdad social aumentó considerablemente y en los primeros diez años del nuevo siglo la calidad de vida y el rendimiento económico empeoraron. Su incorporación en el 2007 a la Unión Europea, momento en que Komandarev rodó "El mundo es grande...", prometía cambiar la situación. La cruda e implacable visión pesimista del país en todos sus estratos sociales que el director nos ofrece en "Destinos" confirma que no ha sido así. La anquilosada, corrupta, inoperante y acomodaticia generación de los últimos dirigentes de la vieja Europa está haciendo temblar sus propios cimientos mientras la carcoma de nacionalismos, populismos y todo tipo de fantasmagóricas serpientes xenófobas, totalitarias y ultra radicales vuelven a incubar sus huevos.
Los taxistas siempre fueron un buen termómetro para medir la temperatura de un país. La gente viaja, charla en este "confesionario laico con ruedas" y cuenta como y de que va la vida.  Ellos también están siendo absorbidos por un futuro implacable, nuevos modelos de negocio que prometen ser más baratos y solidarios a costa de menor calidad y servicio dicen los taxistas.

El cine les ha hecho un hueco en la historia, citemos como más significativos a Scorsese y Jarmusch. Komandarev no está a su altura. Consigue imprimir un ritmo fluido en estas historia cruzadas, que por mucho que se basen en hechos reales y la realidad supere la ficción no terminan de desprenderse de un cierto aire de falsedad teatral, pequeñas e intermitentes escenas cuya limitación en el tiempo por mucho que se esfuerce el elenco no acaban de prender lo suficiente para que empaticemos con sus protagonistas. El mensaje descorazonador es rotundo y todas las carreras llevan a un destino incierto donde lo único seguro es que el precio del taxímetro vital será muy elevado.

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
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