Piccadilly

Ver películas como Piccadilly equivale a arqueología cinematográfica y uno tiene la sensación de haber descubierto esa tumba faraónica de la que hablan antiguas leyendas o el collar que Nefertiti lucía en los guateques al borde del Nilo. Eso, si, luego cuando te duchas no tienes arena en las pestañas.

Se que muchos, nada mas leer el año de realización le darán al ratón para pasar página. Bueno, es una opción, tan respetable como otras. Lo mismo de respetable que si se da sobre "la x indica el lugar de salida" en el caso de pelis de vísceras a gogo o de "niño de pocas luces busca niña ídem para vivir vida loca". Pero, como hay gente para todo y alguno que otro tiene la misma enfermedad que yo, pues a ese reducido círculo de cinéfilos sin redención posible y excomulgados de antemano, les digo que Piccadilly de Dupont sin ser una obra maestra es un ejercicio de cinefilia imprescindible.

No voy a tratar de convencerles. Pero si les gustó Anna May Wong en El expreso de Shanghai, brillando con luz propia aunque algo palidecida por la presencia de Marlene Dietrich, aquí la tienen, en su etapa inglesa, en un papel de lujo, con esa mezcla de exotismo y sensualidad tan característica suya. También podrán volver a ver a Jameson Thomas quien lo hacía francamente bien en aquel trabajo a las ordenes de Hitchcock, La mujer del granjero y que aquí da la talla como empresario de vodevil, mas que entre dos aguas, entre el oleaje de dos mujeres, Shosho (Anna May Wong) y Mabel (Gilda Gray), actriz ésta desconocida para mi pero muy interesante. ¡Ah! Y para los Fans de ese actor con mayúsculas que fue Charles Laughton, un breve pero significativo papel y donde, como siempre, está espléndido.

Por si aún no se deciden, recordar que su director lo fue también de Varieté, interesante película, donde Jannings brillaba a una altura y a una "corpulencia" descomunal. El cine inglés de su tiempo no se caracterizaba especialmente por los temas del glamour y de la pasión y en ese sentido Dupont puso una especie de pica en Flandes con esta película a la que podría calificarse muy bien de cine negro primigenio con mujeres realmente fatales y que se ajustaba a una especie de moda de películas multirraciales.

Curioso coloreado del film por ambientes, los interiores sepias, los exteriores azul y los flasback grises. Muy ajustada la restauración y la música. En definitiva una obra excelente de una época donde, aunque algunos no lo crean, el cine también existía y se hacían cosas muy interesantes.

Un triangulo amoroso desarrollado en un club en Picadilly Circus en Londres es la trama de esta historia estupendamente dirigida por Dupont ya que de manera sutil , con una mirada , un gesto o algún simbolismo heredado claramente de la escuela alemana expresionista , transmite las sensaciones deseadas convirtiendo a esta olvidada película en una verdadera delicia .
Las escenas nocturnas de la gente divirtiéndose y bebiendo , los bailes y la atmosfera alegre de finales de los años 20's están reflejados atinadamente . La actriz de ascendencia china Ana May Wong interpreta a la exótica villana que pasa de la cocina como lavandera de platos a el estrellato como la reina de la noche de Londres gracias a su acto de baile en el club , circunstancia que llena de celos a la otra protagonista, la bella Gilda Gray , amante del dueño del lugar el actor australiano de teatro Cyril Ritchard , recordado en el rol de malvado en el film de Hitchcock Blackmail .
Como una verdadera curiosidad , este film es el debut filmico del gran Charles Laughton que interpreta un breve papel al comienzo caracterizando a un embriagado cliente insatisfecho

Nos ocupamos hoy de un suntuoso melodrama sobre el mundo del espectáculo, lleno de tensión sexual… y racial, una buena mezcla de "cine negro" (antes de tiempo) con números musicales, exotismo y pasiones entre un cuarteto de personajes: el propietario de un club (Jameson Thomas), su bailarina y amante principal (Gilda Gray), una bella china de los bajos fondos (Anna May Wong) y, finalmente, el celoso novio chino de esta chica (King Ho-Chang). Tras la cámara se encuentra el director alemán E.A. Dupont, quien se había hecho un nombre internacionalmente gracias al éxito avasallador de “Varieté” (1925), Dupont sabía perfectamente lo que el público y la crítica esperaban de él, y se lo ofrece sin duda a los espectadores, como en “Variété”, la cámara hace lo que quiere: baila literalmente junto con los actores, entra de forma autónoma tras los personajes en los ambientes en los que éstos se adentran (como la entrada del propietario del club en un local del Londres chino), se aparta de un personaje mediante un traveling circular por toda una habitación para buscar al otro interlocutor, se difumina cuando una de las chicas dormida se va despertando para ver a la otra, que acaba de llegar, o se queda deliberadamente estática ante un personaje cuando realmente quisiéramos ver qué pasa a su alrededor, recurso utilizado especialmente al final para ocultarnos una información sobre el asesinato que se nos dará después.

Una obra visualmente apabullante, con un magnífico reparto (una de las protagonistas es ni más ni menos que Anna May Wong, una de las pocas actrices orientales que alcanzó el estatus de estrella en la era clásica del cine) y plagada de planos excelentemente elaborados: desde el espectáculo de baile de Anna May Wong, al asesinato tras el biombo que solo nos permite ver las sombras. Hay también planos menos espectaculares pero que merecen nuestra atención, como aquel en el que Gilda Gray llega al piso de Anna May y vemos una cortina en primer plano de forma nítida hasta que la cámara la desenfoca para que podamos ver al fondo al personaje.

Destaca también en la película la recreación de diversos ambientes londinenses, desde las calles con rótulos luminosos, hasta diversos locales: el Piccadilly Club, con el espíritu de la Belle Époque, aunque en el año del crack, o el local de los bajos fondos, donde conviven personajes de muy diversa condición y origen. El arranque de la película y su final son en sí un homenaje a la ciudad de Londres, o a cualquier ciudad moderna: el filme se inicia con una serie de anuncios luminosos y los rótulos que van apareciendo en los autobuses que pasan, donde de forma ingeniosa se introducen los créditos de la película, al final, cuando ya sabemos quién disparó el arma homicida y la información aparece en los periódicos, un anónimo ciudadano lee la noticia, pero inmediatamente después gira la página y mira el resultado de sus apuestas. La historia se ha olvidado y la vida, como avisan a continuación unos hombres anuncio, continúa. De nuevo, las luces de la ciudad vuelven a enterrar la historia e invitan al espectador tras el "The End" a volver a su rutina.

Piccadilly no es evidentemente una gran obra maestra, pero posee esa cualidad que hace que muchos sintamos una predilección especial por el cine mudo, y es ese maravilloso sentido de la composición visual, el mimo con el que se tratan los planos, sabiendo que la imagen lo es todo. Estos detalles hacen que incluso buenas películas como ésta, pero no destinadas a sobresalir, tengan su razón de ser.