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Eijanaika (Qué más da)

Drama Ambientada en la segunda mitad del siglo XIX, narra la peripecia personal de los protagonistas (un superviviente de un naufragio en busca de su esposa secuestrada) en uno de los periodos más turbulentos de la historia de Japón. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
19 de marzo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es fácil explicar qué supuso para los japoneses esa extraña transición entre el último shogunato y la restauración del emperador, ya muy entrados en el S.XIX, y que supone un importante punto de inflexión en su historia. A Shôhei Imamura le interesa más la reacción de la base, del campesino, del japonés empobrecido que lleva generaciones aplastado por un sistema feudal que no le permitía ni siquiera tener apellidos. La película "Eijanaika (Qué más da)" usa una palabra intraducible que a la vez, por lo visto y lo leído, está llena de contenido. Lo que interesa es que Imamura nos ensucia con la vida bruta del campesino, de la masa, los que son mayoría, y por fin huye del samurái emperifollado y los arrogantes mandamases.

¿Qué queda de la moral recta, de la filosofía del samurái?; pues sencillamente, qué mas da, efectivamente, cuando todo está cambiando y ya nada importa porque has sufrido demasiado y has superado el límite tolerable, te pones a bailar y a cantar en grupo, embriagados por una posición pasotista común al grito de 'Eijanaika'. La película se fundamenta en ese pueblo agotado que se enfrenta a un cambio de ciclo tan desganado que no les queda otra que bailar y cantar. Las escenas finales del grupo, son sin duda lo mejor de la película.

Sin embargo, lamento decir que no es fácil llegar a esa apoteosis final, porque un Imamura desbocado es un peligro. Para entonces hemos tenido tiempo de perdernos en muchas subtramas, demasiados personajes que van y vienen y que hará que muchos espectadores se pierdan y abandonen. De no ser por la obscenidad y ese humor siempre latente lo normal es sentir cierta decepción. No es fácil seguir el hilo de una película tan larga si tampoco se entiende bien el cambio entre un shogun y un emperador, porque al final, eso lo tienen claro los campesinos, todo será lo mismo para ellos.

Por eso se ponen a bailar y a cantar sin miedo a la autoridad. Ya ves, probablemente yo me uniría a ellos.
Luisito
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17 de noviembre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empiezan a caer los reinos, los señores de la guerra pierden, los samuráis vagan sin rumbo fijo y la tierra se llena de extranjeros con nuevas ideas.
Mientras tanto los campesinos, rufianes, asesinos, jugadores y prostitutas bailan dicharacheros por su suerte y por el fin de una época al grito de "¡ええじゃないか!".

De igual modo, "Ejanaika" abre una nueva etapa en la carrera de Shohei Imamura, cuya reducida producción se centrará en los grandes frescos históricos y ocupará una tetralogía muy particular en su cine, culminando en "Lluvia Negra"; esta "primera parte" viene a ser el fruto de los beneficios que "Vengeance is Mine" le diera poco antes, un éxito de taquilla y muy aplaudido regreso al cine después de una década de silencio. Vuelve con Shochiku satisfaciendo así el deseo de rodar un guión escrito desde hace años y cuenta con todo su apoyo para preparar una megaproducción de gigantescos escenarios, miles de extras y plena libertad creativa.
La primera de las fechas que el director visitará en dicha tetralogía se sitúa a comienzos de la corta era Keio, un periodo un tanto convulso para Japón, justo cuando ha terminado la construcción de la enorme fortaleza Goryokaku y se atisban las primeras señales de debilidad en el Shogunato, al que sólo le quedan dos años más de vida. El que "Ejanaika" se inicie desde un grotesco espectáculo de fenómenos deja claro quienes van a ser los protagonistas, al sumergirnos en las calles de una Ryogoku atestada de multitudes del más bajo estrato, donde conviven timándose, robándose y matándose sin piedad; la historia abre con una llegada, la de Genji.

En este exiliado que lleva años fuera del país e incluso ha viajado a EE.UU. recae el protagonismo y seguiremos sus desventuras después de ser encarcelado y huir con éxito para reencontrarse con su familia y su esposa Ine, que fue vendida por su padre. Al llegar a Ryogoku el director nos mete con él en el acostumbrado submundo de su filmografía, desde cuyas entrañas mueven los hilos señores enriquecidos a base de cometer los peores crímenes; pero éste comete también otro, y es que el guión de su ambicioso proyecto posee un enfoque colectivo, demasiado complejo y a menudo bastante innecesario, que ahoga la trama principal.
El romance trágico de Genji e Ine, el cual atravesará distintas fases, capta fácilmente la atención del espectador, pero alrededor de ellos se alza un extenso catálogo de personajes que tiene su "parte de importancia" en la historia, y cada uno con sus conflictos y dilemas personales y sociales. De entre todos ellos destacan Kinzo, cacique de Ryogoku con contactos políticos que enrola a Genji en su grupo de ladrones y asesinos, y Furukawa, melancólico ronin vendido a las más despiadadas ofertas y que ejemplifica la caída del orgullo del reino japonés y de la dignidad del bushido.

Porque Imamura vuelve, sí, a sus entornos empobrecidos y salvajes, cuyos sucios rincones están ocupados por seres humanos que reflejan cómo la sociedad ha descendido a los más farragosos abismos de la corrupción e injusticia; radiografía toda la violencia nauseabunda y la depravación imperante con su habitual realismo sin concesiones, mientras su mirada crítica revuelve las tripas de una nación nipona en pleno conflicto. A un lado las fuerzas del shogun, al otro poderosos señores que quieren instaurar su propio gobierno, y en medio algunos facinerosos que sólo ansían controlar la sociedad aprovechándose de unos y otros.
En este momento los extranjeros son un modelo a seguir, los que proporcionan nuevas maneras de conducta y estrategia; por su parte los campesinos y ciudadanos pobres batallan a conciencia por unos derechos a todas luces imposibles de lograr. A lo lejos, América es la tierra prometida, un lugar, como afirma Genji, donde reina la democracia y han abolido la esclavitud; mientras el cineasta sigue, desde una cierta distancia, las diferentes conspiraciones políticas y burocráticas, observa de cerca las penurias que su protagonista sufre para alcanzar su ansiada libertad, casi todas provocadas por la zorra egoísta de Ine y el traidor de Kinzo.

De hecho Genji y Furukawa, hombres honestos que conducen sus existencias hacia un anhelo grandioso aun arriesgándose a perder la vida, son de los pocos personajes que se ganan la total simpatía del espectador, al estar rodeados de secundarios esbozados a la manera de Imamura: malnacidos satisfechos de regodearse en sus propias miserias, de las cuales intentan salir por la vía de la rebelión masiva, de ahí que el último tercio se desate sin control en el jolgorio caótico; aquél hace buen uso del presupuesto para brindarnos un clímax espectacular con todos los representantes de la pobreza social, unidos bajo el frenético alborozo y cargando contra las fuerzas del shogun en un gesto contestatario y burlón (sigue en Zona Spoiler).
El poeta y cantautor Shigeru Izumiya encabeza magistral el reparto junto a un Ken Ogata más contenido que de costumbre por segunda vez a las ordenes del cineasta, quien no salió bien parado de su enorme experimento histórico-épico de gran presupuesto, muy criticado por su falta de coherencia e inaccesibilidad, pese a ser recibido con relativo éxito en el extranjero. Esto provocará que abandone Shochiku para mudarse momentáneamente a Toei, donde podrá hacer su sueño de volver a llevar a la gran pantalla la mítica "Balada de Narayama".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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30 de diciembre de 2011
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película caótica, aburrida y demasiado larga, que solo cumple bien su función de retrato de una época igualmente caótica. Un elenco interminable de personajes y de arcos argumentales difíciles de seguir y con pocas conclusiones que sacar. A Imamura solo se le ve a través del sentido del humor socarrón e irreverente presente en algunos momentos de la película y que en general emana de toda ella.
Raphus
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