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Más quel mundo (C)

Drama Un joven cazador cuyo único amigo es un perro, se enamora de una chica durante una fiesta. (FILMAFFINITY)
Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
28 de mayo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Me alumbraba pura estrella y no precise farol, tenía más luz en el alma que diez mil años de sol”
José Larralde.

El sol y las estrellas. La Pampa, la libertad. Los adjetivos, en ocasiones, están de sobra. Este caso, en particular, jamás alcanzaría. La materia absorbe, se lleva todo; lágrimas, oxígeno, amor. Así, no se puede y no habrá corazón que aguante. No se trata meramente de algo físico –aunque, en cierta manera, si–, es como un cosmos que uno quisiera controlar y estuviera a punto de estallar. La suerte está echada dirían, pero se busca el destino. Entonces, si es así, no habría tanto destino, porque el camino lo va construyendo el propio mortal. Inconvenientemente, mortal es, después de todo. Es decir, si no hay destino, algo hay. La hoja en blanco esta para llenarla, pero la hoja en blanco está. El preámbulo no intenta desplegar rabietas filosóficas, pero vuelvo a insistir; la hoja está ahí, esperando, alguien la puso en su lugar. No sé bien si se trata de una conciencia, pero el papel ahí se encuentra. Vamos a llenarlo.
Otra vez, las estrellas. Ahora, el sol. La llanura pampeana.

Más quel mundo data del 2004. Este cortometraje escrito y realizado por Lautaro Nuñez de Arco debió significar el síntoma paradigmático para la Argentina y su cine. Si, lee bien, me refiero al país. Pasadas décadas, Leonardo Favio construyó una posible epopeya que erigió para y por el cine argentino, pero este último no pudo o supo alargar o mantener, al menos, en alguna tradición. Por su parte, Hugo Santiago Muchnik propuso un arrabal noir que pudo haber sido continuado. Si bien es cierto, en esto último estamos señalando la construcción de una cultura urbana.
Es indudable que Historias Breves –recopilación de cortos nacionales, de los que forma parte Más quel mundo, en su cuarta edición– contribuyó en buena parte para lo que luego se llamó nuevo cine argentino, tanto en el plano formal y narrativo. En este momento, se plantea el problema; eso no alcanza para generar la costumbre que necesita la Argentina y su cine, rico pero falto de valores propios. Adolfo Aristarain, con sus herramientas intentó marcar el rumbo también; una lástima que los talentosos nuevos realizadores de las noventa no hayan acompañado ese “lugar en el mundo”.
Una vez más, el muchacho y el perro, el mundo más que casi todo, pero no más que negro, su mascota. La pradera, un camino y la tentación, en este caso, buena y pura. La inocencia pre-sexual. A la sazón, por eso mi reflexión tiene sentido. Que derive en una danza autóctona lo refuerza aún más. El (no) lirismo de un cierto baile que une a dos cuerpos, razón por la cual enlaza a un duelo con la misma consecuencia que bien nos ha sabido contar Eduardo Gutiérrez en sus folletines.
La epístola escrita a puño y letra por Marito –la textura de los sentidos que logra imprimir el realizador en la escena me resulta, sinceramente, vital– alcanza a un destinatario que no necesita leerla, más bien sentirla. En ocasiones, para entender o escuchar, solo hay que oír. Esta no es una cavilación ordinaria, más cuando la lectura de esa carta potencia lo cristalino de ese “algo” cinematográfico que todavía no logro comprender, pero se encuentra repleto de una intensa humanidad. Algo que ni John Ford hubiera podido estampar filmando los monumentales Apalaches de América del norte. Obstante lo cual, esto remite al epílogo de The Three Burials of Melquíades Estrada (2005), la obra maestra que dirigió y protagonizó Tommy Lee Jones en plena escuela fordiana. Este último, como director, posee una filmografía casi inexistente. Aun así, utiliza las herramientas cinematográficas formales y narrativas (tardío western existencialista escrito por Guillermo Arriaga), le agrega su propia nobleza y cimenta un paralelismo que lo relaciona con la conclusión de Más quel mundo. El silbido de Larralde (Detrás del tiempo) infecta con vida a un plano general –esa espiritual idea tarkovskiana de insuflar–, y nos señala lo que pudo haber sido, hace varias décadas, un locro western autóctono, pero no. A pesar de todo, ese bellísimo plano final podría ser la refundación, está en su lugar para ser mirado. Háganlo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
DamKowalskiCaz
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