The Curse of La Patasola

Nulo terror el que nos vamos a encontrar en esta serie B, sin mayor aspiración que rellenar un hueco en la sobremesa del domingo, mientras nos echamos la siesta y la babilla nos cae por la comisura de la boca. Una leyenda colombiana, eso nos cuentan, se hace realidad en un bosque de los USA, porque solo con nombrarla aparece para llevarse a los maridos infieles. Es la absurda premisa que convierte la de Candyman en un tratado filosófico.

Es la historia de dos parejas que van a acampar a un bosque durante el finde, y allí se ponen de manifiesto sus choques de personalidad y conflictos conyugales. Daniel es un macho alfa que tiene subyugada a su mujer, Sarah, y Naomi es una feminista de cuarta ola por la que bebe los vientos el pusilánime James. Me explayo tanto porque la película emplea más de medio metraje en mostrarnos los dimes y diretes entre parejas que, en otro contexto, podría haber tenido algo de interés. Pero cuando el título habla de una maldición y nombra a un monstruo, todo ese contenido apesta a relleno para alcanzar la categoría de largometraje. Además, los cuatro compiten por ver quien es el más imbécil, y tardamos poco en desearle la muerte a todos.

Sorprende como Sarah se cree a pies juntillas una leyenda que solo unos minutos antes desconocía por completo. Hasta el punto de que sus actos empiezan a estar condicionados por esa creencia, cosa absurda pero muy conveniente para el guión. Para cuando empieza a manifestarse la Patasola ya nos importa un huevo todo de puro inane, los personajes son idiotas y queremos verlos sufrir. Cuando por fin aparece, el bicho es una suerte de Tommy Wiseau con una careta de Ronaldinho dibujada por un artista de Ghana. Inenarrable. Y que pasaría por ser el primer monstruo discapacitado de la historia. Quiero ver imágenes de la Patasola en las casetas de la ONCE, y que la Seguridad Social le subvencione una prótesis.