Claro ejemplo de que en el cine todo lo puede. Con un plano secuencia de 80 minutos, Hitchcock crea una tensión casi insostenible para el espectador; y juega con ella, al igual que lo hace con la cámara y los personajes.
La trama es sencilla. Todo comienza con el estrangulamiento (tranquilos, esto ocurre en el primer minuto del film, no estamos desvelando nada) de David, a manos de sus compañeros Brandon y Phillip. ¿Y qué hacer, entonces con el cadáver? Pues, para darle más vidilla al asunto, deciden ocultarlo en pleno salón, dentro de un gran baúl y colocar encima la comida que servirán en la fiesta que tenían planeada a continuación.

En resumen, con un par de ingredientes básicos: un cadáver, dos asesinos y un salón lleno de invitados; el maestro del suspense nos ofrece una gran obra cinematográfica. ¿Por qué? Porque nunca una cámara había dado tanto de sí. Y es que parece como si los actores bailasen con la cámara, moviéndose a través de la habitación, hablando con unos, con otros… mientras que la cámara les sigue allá donde vayan; podría describirse simple y llanamente, como una obra de teatro filmada.
Atención, y precaución, con el primer plano del baúl, ese en el que la doncella recoge todo lo que había encima para guardar unos libros en él; puede provocar algún que otro ataque. Personalmente, creo que es uno de los planos más largos (crea esa sensación debido a la tensión de: “¿qué va a pasar si nadie la para a tiempo?”) y estresantes que recuerdo.
En otras palabras, y resumiendo, película 100% recomendable.

Ángela se encuentra inmersa en la elaboración de su tesis acerca de la violencia en el audiovisual y como el ser humano se está acostumbrando a ver por televisión, o en películas, imágenes que tiempo atrás hubiesen aterrorizado a cualquiera. En resumen, como, poco a poco nos estamos haciendo inmunes a todo tipo de imagen violenta.
Dentro de este polémico tema encontramos las conocidas como películas snuff, las que supuestamente son grabaciones de torturas, violaciones y asesinatos reales, y de las cuales también se habla en la “Asesinato en 8 milímetros” de Joel Schumacher, tres años más tarde.

Ópera prima (en el mundo del largometraje) del joven director chileno. Se trata de una obra cinematográfica que intenta explorar los miedos y deseos humanos, así como el morbo que nos produce el poder ver algo que, a priori, no se nos estaría permitido ver. Con maestría consigue mantener la tensión hasta el final, haciendo que suframos con los personajes, como si fuera nuestra vida la que estuviese en peligro.
Película recomendable; logra mantenerse a lo largo del tiempo, invitando a verla una, dos, tres… Muchas veces.

Mary and Max. Film acerca de cómo una persona puede ser indispensable para otra, aunque no se hayan visto en persona, aunque la única relación que se tiene es por escrito. Una historia un tanto dramática, con toques de humor negro que consigue calar, consigue que recuerdes cada momento, cada situación vivida por los dos protagonistas.

La ambientación oscura y un tanto tétrica a veces, logra que el público sienta la misma apatía, la misma desilusión que los personajes; ayuda a que seamos uno con ellos. Por otra parte, la elección de claymation para animar este film ha sido todo un acierto, ya que solo este tipo de animación otorga a las figuras esos movimientos torpes y entrecortados que hacen que sientas, si cabe, más lastima por ellos.

En una sociedad plana; en un mundo materialista y consumista, donde lo más importante es la presencia, el aspecto físico y cómo te ven tus semejantes, encontramos a Patrick Bateman, un joven empresario con un buen trabajo (muy bueno, de hecho), un gran sueldo, mujeres y amigos. Podría decirse que lo tiene todo, aunque nada le llena; no se siente autorrealizado. ¿Pero cómo puedes sentirte así si vives en un mundo donde es más importante un trozo de papel con tu nombre en él que tú mismo?

Película catalogada de terror, pero yo diría que no. Es más bien clasificable como un retrato social del mundo capitalista, de Wall Street, en clave de humor negro.
Un largometraje que te hace plantear los márgenes que separan sensatez y demencia. ¿Qué tipo de persona y en qué momento de su vida cruza esa delgada línea que separa ambas fronteras? Aquí vemos que, incluso a las más acomodadas, les puede ocurrir.

¿Y qué decir de Christian Bale? Aquí demuestra, de nuevo, sus dotes, en un papel complicado, en el que tiene que saber donde poner el límite entre la locura y la cordura con la que el personaje se muestra en diferentes ocasiones.

El mundo se ido al garete, sólo quedan unos pocos sobreviviendo en un reducido espacio: un largo e imparable tren. Luchan por subsistir ante las normas impuestas por unos pocos, aquellos que han decidido tomar el mando y someten al resto. La lucha de clases, el adoctrinamiento desde la infancia y, en definitiva, el equilibrio dentro de una sociedad autoritaria, obligada a convivir. Todo esto, y mucho más, es “Snowpiercer”.
Pongámonos en situación. Un mundo post-apocalíptico, donde el cambio climático y los intentos del hombre por ponerle remedio, casi acaban con la vida en la Tierra; la pequeña parte de la humanidad que queda, ha sido forzada a vivir el resto de sus vidas en un tren que recorre el mundo sin detenerse, esperando una solución, un milagro.

Producida por Park Chan-wook, el que creemos ha hecho algo más, como dejar su huella, ya sea en el propio argumento, o en una serie de escenas, como la escena “del túnel”, que nos recuerda a su “Oldboy”.
Con Chris Evans y Jamie Bell a la cabeza, Bong Joon-ho firma su séptimo largometraje, el primero coproducido con Estados Unidos. A su lado, también, encontramos a una polifacética Tilda Swinton, que ya puede hacer de anciana (“Gran Hotel Budapest”), de hombre (“Orlando”) o de bruja de las nieves (“Las Crónicas de Narnia”); haga lo que haga, lo hace bien. En este caso, consigue ser odiada, tanto por los pasajeros de la clase más baja, como por los propios espectadores. Mientras que Chris Evans deja de lado su capa y escudo para dar rienda suelta a su faceta más dramática; enternece a la vez que convence.
Les acompaña también Song Kang-ho, actor surcoreano conocido gracias a películas del propio Park Chan-wook, como “Sympathy for Mr. Vengeance” (encuadrada dentro de la trilogía de la venganza), o “Thirst”, mostrando una vez más, sus dotes actorales para conseguir mostrar y personificar el lado más amargo del ser humano.

En definitiva, si lo que se busca es una película que contenga dosis de acción, momentos para reflexionar (“y si…”), y, finalmente, una película que haga algunas veces de espejo, mostrando una situación (dentro del exceso) con la que compararse… Vayan a ver “Snowpiercer”, les hará quedarse pegados en la butaca, y sin posibilidad de levantarse, quedarán enganchados desde el primer segundo.
Así que, siéntense y disfruten, no les dejará indiferentes.