¿Por qué Better Call Saul es una de las mejores series de la historia? La crítica que aquí les dejo expone algunos argumentos que desde mi humilde lugar justifican esta idea.

En primer lugar, la serie se enlaza a otra de las mejores series de la historia como lo es Breaking Bad. Es decir, entre los personajes —las trayectoria de cada uno—, los guiones, las diferentes escenas y las historias que cada una cuentan, en su conjunto, en su fusión, genera una producción inigualable.

En segundo lugar, esta serie es, a diferencia de tantas y tantas y tantas que andan dando vuelta, calidad y expresión absoluta del arte cinematográfico. Las escenas en sus colores, sus pequeños y gigantes detalles, sus fotografiás, enlazan un entramado de imágenes y relatos que nada tienen que envidiarle a los grandes maestros del cine.

En tercer lugar, los mensajes que va hilando a lo largo de sus capítulos. No hay clichés, ni pancartas, ni búsqueda de ser políticamente correcta. No, nada de eso. Por lo contrario, la serie es una exquisita invitación a repensar vínculos afectivos y políticos. La institución familiar, la institución laboral, la institución judicial, la cultura norteamericana —y con ella la cultura occidental— todo dado vuelta por un sentido crítico que es potencia pura para el pensamiento.

En cuarto lugar, los papeles interpretados por Rhea Seehorn y Bob odenkirk son magistrales. Durante toda la historia vemos crecer y mutar a los dos personajes (Kim y Saul) de tal manera que solo alcanza como incentivo para ver la serie. Pero, y principalmente, el vinculo entre Kim y Saul es de los más increíbles que haya dado la historia de la televisión. La complicidad que exhibe esta relación hace que te enamores de los dos, de sus diálogos, sus pasiones, sus cambios. Nada puede igualar un vinculo afectivo entre dos personas que no tienen nada que ver entre sí, más que coincidir en un tiempo y espacio, y que se fusionan de esta manera.

Y por último —por si necesitan otra razón—, Better Call Saul es totalmente adictiva y entretenida.

Es injusto realizar una escala de las mejores películas de Almodóvar, pero "hable con ella" merece este título. Posiblemente es una de las películas más conmovedoras, inteligentes, polémicas y bella de todos los tiempos. Sus ritmos, sus escenas, su música y sobre todo su historia son totalmente inigualables. No hay mucho más para decir, tan solo véala y guárdela en su lista de películas favoritas. Y, vez en cuando, en aquellos momentos en donde necesites volver a sentir, a emocionarte y a utilizar el cine para aprender, simplemente volvé a verla.

Debo confesar que los primeros minutos fueron difíciles de tragar. Será que no sabía bien hacia donde apuntaba, o que los personajes no encajaban dentro de los cánones de personajes "clásicos hegemónicos" de hollywood, o que, en definitiva, dichos personajes eran demasiados simples para formar parte de una serie. Luego comencé a sentirme identificado, atraído, extrañamente conmovido por cada uno de los personajes que, poco a poco, iban apareciendo. Luego comprendí que dicha simpleza es una estrategia, un objetivo y una búsqueda del espectacular Russell T. Davies (recomiendo ver todas y cada una de sus producciones).

La serie pone en evidencia, como posiblemente muy pocas series lo hagan, la relación directa y profunda que existen entre las políticas estatales, macro, y las realidades cotidianas, las identidades y los sueños (presentes y futuros) de una familia de clase media. Aquí una primera característica importante en la construcción de sus personajes; entender qué, desde la simpleza, desde la búsqueda por la supervivencia, de la resistencia a políticas gubernamentales violentas, de la búsqueda por salir a adelante, se puede construir una historia fascinante. O que nuestra historia, la de cada unx, puede ser fascinante.

La serie va relatando las diferentes vivencias de una familia en particular de Gran Bretaña, mostrando distintos aspectos de la vida de esos personajes; las vivencias individuales, los sentimientos, los deseos, las relaciones, y la trama familiar entretejida por cada una de esas experiencias. Un eje transversal, es la cuestión política. Directa o indirectamente, la política gubernamental, el contexto macro y socio político afecta a todos los personajes y a la familia en particular. Aquí aparece el increíble personaje de Emma Thompson, encarnando a una dirigenta política que busca hacerse un lugar en el gobierno. El personaje, que se presenta como ridículo, como "políticamente incorrecto", desubicado, autoritario, sin filtros y hasta "ignorante", gana adeptos y seguidores mediante una progresiva mediatización. Escalofriantemente parecido a nuestro presente, el personaje construye un sujeto político, un personaje mediático muy parecido a los que, cada vez más, van apareciendo en la política local, regional y hasta mundial. Es aquí donde decimos que el futuro llegó, aquello que parecía distante, ese futuro distopico en donde aparecen gobiernos autoritarios apoyados en nuevas tecnologías de comunicación y control, cada vez están más presentes.

Pero la serie no es, a diferencia por ejemplo de Black Mirror, puramente critica al avance de las tecnologías. Pone en discusión la idea de identidades cyborg, transhumanas, identidades que se apropian políticamente de las diferentes tecnologías. Es decir, construye una mirada diferente, pone en discusión diferentes elementos a la visión negativa del avance tecnológico.

Por todo lo dicho, podemos decir que la serie tiene mucho de Mike Leigh en su manera de mostrar la clase media. Tiene mucho de Black Mirror en su forma de pensar el futuro - tecnológico, tiene mucho de Her (Spike Jonze) en las formas de pensar los vínculos entre lo humano y no humano, y, lo más importante, tiene muchísimo de las mejores ideas del propio Russell T. Davies.

Lo "negativo": NO QUERÉS QUE TERMINE.