No soy muy dado a las comedias americanas; nunca llegué a cogerle el chiste a Scary Movie ni a cosas por el estilo, y reconozco que cualquiera de las opiniones que me dispongo a exponer están, a todas luces, influenciados por esa repulsión inexplicable a las comedias burdas y absurdas, pero “Año Uno” no tiene gracia, los personajes son chabacanos y se pasean por la película gritando a los cuatro vientos, de una manera ensordecedora e intrascendental: ¡Mirad lo que estoy haciendo!, y hay momentos en los que es mejor no mirar la pantalla, sobre todo cuando comienzan con su festival de suciedades, bebiendo meado y comiendo mierda, que más bien parece una oda a la ciencia de la escatología que un guiño al Nuevo Testamento. Pero, a parte de la coprofagía que atufa más aún la película, no supone un sufrimiento desorbitado visionarla. Hay cosas buenas, es innegable, pero estas se cuentan con los dedos de una mano, y aunque te rías una o dos veces, las olvidaras pronto al comprender que quien escribió el guión no tenía ni idea de hacer reír de verdad a la gente. Decir, sin embargo, que a nivel interpretativo, a mi parecer, a Jack Black no le supone un esfuerzo este tipo de personajes, y los encarna con soltura y quizá, si la calidad de los diálogos lo acompañara, podría haberse lucido un poco más este “Jim Carrey del absurdo”. A Michael Cera se le ve mas reservado, pero demuestra que quizá tenga más proyección de futuro en otros tipos de metrajes y con otros registros. De las féminas protagonistas cabe destacar esa exactitud, esa increíble deformación de sus personajes, que no van más allá de bromas sexistas, y sirven únicamente como reclamo para poner a la peña de pie, como muñecas hinchables que quizás hablen mas de la cuenta. A parte del machismo que inunda toda la película, que quizá pueda deberse a que el guionista también ha sido expulsado de su tribu de cavernícolas y aún no ha llegado a la aldea global del siglo XXI o a que simplemente es un completo imbecil, la homofobia se sitúa en el top ten de las barbaridades de esta película, pues volvemos a contar con el personaje homosexual gordo, peludo, horrible y maricón, que únicamente sirve de bufón de la corte (aunque tenía entendido que los bufones hacían reír) y que cómo imagen final acaba siendo quemado en el fuego. Definitivamente tenemos una comedia absurda, con un guión absurdo, unos personajes absurdos, y una conciencia social absurda. Te reías dos veces, el resto del tiempo lo pasaras acordándote de la familia de quien proporcionó el dinero para esta mierda, que por cierto, esta no se puede comer, señor guionista.

Desconcertante. El extraño puzzle de Tarantino convertido en película me dejó, al finalizar, un regusto agridulce. Me pregunté qué diabólico sentido tenía aquella inexacta sucesión de acontecimientos, aquellas historias paralelas, entrecruzadas, pero sin, aparentemente, un significado global. El antirigor, los extensos diálogos que pueblan el film de referencias cinéfilas pero que no llevan, dentro de la película, a ningún puerto, y la falta de un verdadero hilo conductor hacen casi imposible someter a esta película al mismo juicio que podríamos someter a otras. Es diferente. Y quizás, si profundizas en ella, vayas descubriendo curiosidades ocultas, piezas del extraño puzzle que antes no se vieron. Sea como fuere, la película va ligada a una sensación de desconcierto que raya a veces lo aguantable, pero que la hace especial (allá cada uno con el valor de especial que quieran darle), que se alimenta de un modo “pop” de ver el cine, de un modus operandi de realización que deja boquiabierto, para bien o para mal, a quien se disponga a verla. Cabe destacar la increíble fuerza del elenco (John Travolta, Samuel L. Jackson, Uma Thurman y Bruce Willis…) que sitúan a la película, a nivel interpretativo, en un alto pedestal muy difícil de alcanzar. Quizás los latinoamericanos tengan razón, y “Tiempos Violentos” sea verdaderamente el título que se merece esta película-experimento incoherente y rara, que mas bien parece una radiografía de una sociedad marchita y violenta, de una sociedad putrefacta y drogadicta, de una sociedad maldita y pasional, de una sociedad real como la vida misma. Desconcertante, sin duda.