Basada en la novela "Ángeles Custodios", de Almudena de Arteaga, la historia que narra esta película sólo se parece en los nombres de los personajes. Es evidente que la única preocupación del guionista y del director es la creación de un panfleto antireligioso. No le interesan los personajes protagonistas: el doctor Balmis aparece más como alguien insustancial al que sólo le preocupa lo que él quiere, cuando en realidad tuvo que ser alguién heróico con una enorme capacidad de trabajo y de entusiasmo que logró una expedición médica como nunca hasta entonces se había dado; José Salvany aparece como un simpático cara dura, sin más trascendencia; Isabel de Cendal como una buena mujer supersticiosa, cuando en realidad tenía un profundo sentido religioso (de otra forma no habría subido a un barco en una época en la que se afirmaba que "nunca había que llevar en un barco ni a religiosos ni a mujeres).
La historia de amor es, de intrascendente, cási inexistente.
La historia de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna (que tenía todas las autorizaciones posibles), es invisible. Casi parece la historia de un fracaso cuando en realidad fué un enorme éxito, Con un enorme trabajo, una enorme dedicación y el apoyo decidido de todos los sectores (las salvedades fueron mínimas).
La historia de la travesía, absurda, con un personaje inventado, el letrado, que auna todas las maldades y que se mueve a solas y sin que le vea nadie por un barco que se supone lleno de tripulantes y marineros. El resto de los personajes y de los actores, intranscendentes y simplones, con unos eclesiásticos malos-malísimos y unos gobernantes inexistentes.
Una película deprimente, aburrida y llena de tópicos. Continuamos con la leyenda negra. Luego nos llama la atención lo bién que narran cinematográficamente su historia los británicos. Mientras nos preocupen más los panfletos anti-cualquier-cosas que el reconocimiento del heroísmo de nuestro pasado y de sus personajes, sólo nos saldrán vacíos como la presente película. Lamentable.

Película vacua, aburrida y, simplemente, horrorosa. El torrente de caras conocidas no aporta más que despiste, pues ante la vaciedad del guión te entretienes en descubrir qué nuevo actor va a ser el siguiente en aparecer.
El supuesto humor, la inexistente intriga y el romance indiferente son tan de cartón-piedra como los escenarios. En mi vida se me había hecho tan larga una película tan corta.
Si según los grandes críticos es de lo mejor que ha hecho Wes Anderson, lo tengo claro: conmigo no vuelven a contar.