Imaginen La jungla 1, 2 y 3 juntas. Luego imaginen eso mismo, pero elevado al cuadrado. Luego imaginenlo elevado a 1000. Pues bien, aún así todavía no habrán llegado a comprender hasta que punto se ha desfasado tanto la esencia de la saga y del propio personaje.
John sigue siendo John. Eso es inevitable. Te hace reír con su ironía. Te hace quererte con esa risa torcida y esa personalidad tan cojonuda que tiene, pero señores, seamos serios.
Esta película no tiene ni pies ni cabeza. Todo está demasiado desfasado. A los guionistas se les fue la mano, y han tirado a la basura todo lo especial que tenía La jungla de cristal.
La película no es que sea mala, su primera parte es entretenida y considerablemente creíble. Pero a partir de ahi todo empieza a ser caótico, sin sentido, muy previsible, y terriblemente decepcionante.
No voy a entrar a compararlo con Bourne, McClaine no lo merece, pero es que han conseguido lo que me parecía que era imposible: que McClaine, el tipo duro pero vulnerable que todos queríamos y que todos nos creíamos (sobre todo en la primera parte), pase a ser una mezcla entre robocop y terminator que, muy a mi pesar, no se lo cree nadie.

Que una película sea pionera no implica, necesariamente, que sea buena. Existen muchos ejemplos de "alumnos" que superaron a sus "tutores". Y uso la palabra tutor, en lugar de maestro, porque Herk Harvey pudo guiar los pasos de muchos directores posteriores, pero sólo puso la primera piedra, los cimientos, sin llegar a alcanzar la excelencia de los que, sin duda, se inspiraron en 'El carnaval de las almas' para sentar las bases de lo que luego sería su cine.

Que George A. Romero, por citar al más obvio, entre otra serie de directores, bebe directamente de esta película, es una obviedad. De igual manera que es también una obviedad decir que Harvey bebe directamente del expresionismo alemán y de cierto cine surrealista con toques gótico/siniestros como la magnífica 'El hundimiento de la casa Usher' (me refiero a la de Epstein, no a la de Corman). Pero, como digo, eso no implica que estemos delante de una buena película.

La fotografía en blanco y negro de Maurice Prather, así como el dominio de la composición del encuadre y la puesta en escena de Harvey, son excepcionales. Sin embargo, la película se hunde por su propio peso por varias razones. La primera, un guión flojo, que parte de una buena premisa, pero que se ahoga con algunos diálogos que rozan lo ridículo, así como un plot twist final tan predecible como inverosímil; la segunda, unas interpretaciones que no es que sean malas, es que son nefastas por momentos; y la tercera, la escasa tensión a nivel de ritmo y atmósfera, que lastra a una película que acaba por hacerse un poco larga, pese a que dura apenas 75 minutos.

En definitiva, 'El carnaval de las almas' es un ejemplo perfecto de dos cosas. Una, que no toda película considerada de culto merece dicho nombre por su calidad intrínseca, pero sí quizás por otras cuestiones; y dos, que es una pena que Harvey no contara con mayor presupuesto, o el respaldo de alguna productora medianamente potente, porque resulta evidente que talento tras la cámara sí que tenía, y que puede que lo que le faltara para parir una auténtica genialidad fueran dinero y tiempo para rodar en plenitud de condiciones.

No quisiera ser yo quien se ponga en contra de los partidarios de Centauros del Desierto, de los que la califican de obra maestra.

Todo lo contrario.

Sin embargo, si esta película es lo que es, y se la encumbra donde se la encumbra, no es ni por su argumento, ni por el personaje de Wayne ni por la calidad de su supuesto "mensaje". Esta película es lo que es, y será recordada siempre, por el tipejo que la dirigió. John Ford, un maestro de la narración, es probablemente el único director de cine de la historia que seria capaz de hacer un peliculón de un guión como el de Centauros del Desierto.

La soberbia fuerza narrativa con la que narra la historia, acompañada de esa magnífica fotografía de Winston C. Hoch, es lo que imprime ese aire de grandeza que en manos de cualquier otro manazas con aires de superioridad habría hecho de esta historia una largometraje pedante y muy lejano del espíritu de aventura y redención que conduce a esta película.

Asi que me quito el sombrero y, aún reconociendo que no es ni de lejos el mejor film de John Ford, sólo puedo acordarme de esa mítica frase del maestro que da título a mi crítica, y decirle: ¡Ole tus cojones!

En el año 2007, The Ocean Collective, una banda germana de metal alternativo, publicó ‘Precambrian’, un disco que pretendía emular, a través de la música, todo el proceso geológico que abarcó el largo periodo conocido como Precámbico, o lo que es lo mismo, los primeros 4000 millones de años de existencia de la Tierra.

Desconozco si Robin Staps, líder de la banda y compositor del álbum prácticamente en su totalidad, ha visto ‘Begotten’, pero desde luego que podría que ser sí, e incluso que le sirviera de inspiración para componer su música. No me parece para nada una idea descabellada.

Saco a relucir esta comparación porque, viendo el film de Merhige, no podía parar de pensar en ese disco, y en cómo el arte, independientemente de qué forma adopte, puede servir como vehículo para expresar y transmitir ideas puramente abstractas.

Con una fotografía en blanco y negro muy granulada y de altísimo contraste, fundamental para el propósito que persigue Merhige de trasladarnos, no ya visualmente, sino incluso físicamente, a la más primigenia de las etapas de la vida en la Tierra, una Tierra, dicho sea de paso, aún sin rumbo y en formación, sin diálogos y con un montaje de sonido que también juega al contraste, superponiendo el piar de unos amables pajarillos, o el alegre cantar de los grillos campestres, con imágenes de violaciones, asesinatos, torturas o desmembramientos de cuerpos humanos, el director trata de narrar, con una peculiar visión, y tirando de simbología muy variada, nada más y nada menos que el Génesis. O lo que parece que es el Génesis. Y digo ‘parece’ porque de lo que yo creo que Merhige está hablando aquí es del nacimiento del cine mismo, del cine como creador de vida, del cine como vehículo para todo, del cine como vicario y maestro de algo tan inconmensurable que, por desgracia, no llegamos a entender en su totalidad.

Y de ahí la estética de película muda masacrada por el paso del tiempo, y de ahí también la crítica velada que hace a los que, bien sean productores, críticos o espectadores, se atreven a mancillar, violar o torturar la innata capacidad de este medio para la representación de la realidad, la cual, dicho sea de paso, es libre, subjetiva y absolutamente personal.

‘No me toques mi arte, que te mato’, parece gritar Merhige, en una película que, de otras cosas no, pero de libertad creativa va sobrada hasta las entrañas.

Dicho esto, también hay ser claros y justos. Cinematográficamente hablando, la cinta de Merhige es irregular, repetitiva, a veces, y careciente de ritmo por momentos, pero el poderío visual es tal que, pese a sus defectos, consigue hipnotizarte. Ahora bien, no es ninguna obra maestra. Para mí, de hecho, está lejos de serlo. Pero como ocurre con el arte y ensayo, la subjetividad es primordial para valorar esta clase de obras. Al final, de lo que se trata aquí es de transmitir, y no todo el público consigue conectar con un tipo de propuesta como la que plantea Merhige. Si lo haces, bienvenido/a, vas a encontrar el éxtasis. Si no... puede que sientas que has perdido el tiempo. No lo sé. Lo que sí sé, y puedo asegurar sin temor a equivocarme, es que 'Begotten' no deja indiferente a nadie, ya sea porque la odies, la ames, o todo lo contrario.

Para bien o para mal, la experiencia merece la pena.

1.- Se enciende el proyector. Empieza a reproducirse la película. Ya estás atrapado. Ya no puedes huir.

2.- Contemplas la película. Te la tragas. Te traga ella a ti. Vicariamente, te odias y te amas, todo al mismo tiempo. Te imaginas eterno e insignificante, trascendental y nimio. Quieres hacer tantas cosas que al final no haces ninguna. Duele. Por exceso. Por defecto. Estás desdoblado porque no la entiendes, pero al desdoblarte contemplas tu confusión, desde fuera, y entonces la entiendes. Y sufres por ello. No hay nada más horrible. Y te ríes. No hay nada más maravilloso. Y te quedas atorado, quieto, catatónico, sin voz, sin voluntad, a la vez que sigues avanzando sin remedio, porque no te queda otra, porque aquí no se para, ni te espera, nada, ni nadie.

3.- Descarrila la cinta. Se acaba la película. Se apaga el proyector. Un rescoldo de luz, fruto de un elemento incandescente, continúa brillando durante unos instantes, en el encuadre superior derecho de la pantalla, hasta que todo se funde a negro, y todo se muere: la película, tú, el mundo, la vida.

Ver 'Persona' es como ponerse a observar la realidad, el universo, lo infinito, lo concreto, a uno mismo, a ti mismo, a todos los demás, y observar nada a la vez, caer al vacío, precipitarse por el abismo.

Ver 'Persona' es hacer todo eso, abarcarlo todo, absolutamente todo, y a la vez darse cuenta de que nada importa, de que nada es relevante, de que todo es mentira, una ilusión, un autoengaño.

Ver 'Persona' es hacer y saber todo eso, y aun así percatarse de que lo que se está viendo, lo que se está viviendo, ese total etéreo y fantasmagórico que es nuestra existencia, es una obra maestra. Una perfecta e imperfecta obra maestra.

Así de buena es esta película.

Así de buena es 'Persona'.