#Nada
He visto la serie de @marianocohn y #gastónduprat.
He disfrutado el recorrido por el Buenos Aires exquisito.
Me he dejado llevar de la mano de un veterano-sólido-consagrado-lúcido-genial Brandoni -intérprete bien plantado en su personaje Manuel Tamayo Prats, soberbio, mordaz, cruel… frágil.
Sostenido en la vida por su vitalicia empleada.
Repentinamente en soledad forzosa: cambio de empleada, y de vida.
Supera el golpe, descarta la nada como destino.
Termina un libro, recupera ánimo, amistad, deseo.

Nada.
Me he dejado llevar por la impecable descripción -de ese escritor, gourmet, bon vivant- Tamayo Prats, por parte de su amigo Vincent Parisi. Reputado escritor interpretado por un veterano-sólido-consagrado-lúcido-genial Robert De Niro.
Memorable frente a la cámara, describiendo al amigo, la ciudad donde vive, la comida que disfruta, las expresiones, y hasta los insultos traducidos (y detalladamente explicados), que nos define a los argentinos.
Insuperable, inteligente, humorística narrativa que nos lleva fácilmente a querer maratonearla -serie corta deviene interesante película de dos horas y algo- y disfrutarla pronto.

Nada.
Me he sumergido en el recorrido propuesto por el Buenos Aires del disfrute gourmet, de la cultura, del descubrimiento del alma de sus personajes, habitantes y barrios.
Llevado de la mano de estos actores célebres, intérpretes justos ambos de estos entrañables personajes.

Nada
Serie rara, pero encendida.
Apasionada, algo melancólica.
Asombrosa, como la ciudad donde transcurre.

Nada...pero Mucho.

Muy buena peli.
Muy buena la historia la que se cuenta.
Muy bien contada por la directora -e intérprete- de una orquesta que suena armónica, afinada, al buen ritmo de los consustanciados ejecutantes, de una conmovedora partitura de 87 minutos.
87 minutos de un sentido concierto, que desnuda padeceres, disfrutes, peleas, encuentros, diferencias, amores, de una familia.
La inmediata -madre e hijo-; y la mediata -abuela, madre, tía, hermana.
Dolores Fonzi, Santiago Rovito. Carla Peterson, Rita Cortese, cada uno de ellos interpretes perfectos de cada tramo de la afinada pieza.
Y el tono acertado del conjunto lo marca la directora-intérprete Dolores Fonzi.
Dirige y actúa en idéntico ritmo: fluye la actuación-música-imagen integrada, de forma natural, sincera, graciosa y muy emotiva.
Discurre en un “andante moderato” que mantiene el interés siempre; con instantes de “allegro vivace”, rockeros y movidos.
Otros “moderato espressivos” necesarios en la trama, como ese de madre e hijo sincerándose bajo un toldo, protegidos de la lluvia y la interperie.
O el sonar repetido (se traba la cinta en el reproductor del auto) “andante moderato”, que instala una road movie sorpresiva, acompañada en todo el tramo por una original grabación: Velvet Underground & Nico, desde 1967 no sonaban así integrados a la secuencia, al paisaje, al momento.
“Allegro vivace intense” para un final a toda orquesta: Maria, el hit de Debbie Harry suena fuerte dentro del auto, acompañando el plano difuso de despedida, que se aleja.
Se aleja pero persiste esa imagen de vínculos sincerados, de relaciones por fin conciliadas, de emociones ya expresadas, por las tres centrales protagonistas: hija-madre-hermana.
Artistas genuinas, de una auténtica expresión de arte.

Un logro interpretativo más de la Loren en el cenit de su carrera. Aunque una historia previsible, Sophia e Ibrahima le dan un giro que la vuelve entrañable.

Tanto en los cuadros íntimos como en los exteriores espectaculares de Bari, Ponti demuestra que sabe hacer buen cine. Hace honor con su obra, al peso de la herencia de tan notables progenitores.

Atrapante serie que nos introduce en el mundo del contrabando -devenido en narcotráfico-, ocurrido en la Galicia de los ´80.
Desde el primer capítulo atrapa una trama de lealtades y traiciones, entre las familias de "empresarios" gallegos, que comprometen en sus lucrativos negocios a policias, y hasta jueces.
Trasuntan Galicia los personajes, sus expresiones, el paisaje, el mar y el clima.

Una comedia inteligente. Reflexión movilizante sobre la madurez en la vida de pareja, el síndrome del nido vacío, la distinción entre el cariño de la convivencia y el amor después de los cincuenta.
Impecable la actuación del consagrado Ricardo Darín y de Mercedes Morán.
Película argentina que suma prestigio, para un momento de gran altura del cine nacional (Mi Obra Maestra; La Quietud).