Después del gran espectáculo sensorial sobre la vida en el campo, la sencillez y lo mundano; que nos ofreció Takahata en su anterior película "Recuerdos del ayer", vuelve a insistir en exaltar el papel de la naturaleza en nuestras atareadas vidas. Nos adentramos en un mundo muy similar al nuestro donde los problemas medioambientales y la preservación de la naturaleza son temas cada vez más recurrentes.

"Pompoko" nos deja un mensaje sobre la posible coexistencia entre los humanos y el resto de los seres vivos desde un punto de vista más infantilizado pero que deja entrever, con claridad, sus intenciones reivindicativas. Sencilla y bella, pero con una interesante complejidad en lo relacionado con la política, la propiedad y la insensibilidad humana. Esto último queda reflejado de forma brillante mediante el instrumento informativo llamado "tele", donde nos vemos retratados brutalmente mediante las noticias y los personajes que salen en pantalla. En nuestro mundo, una amenaza para las grandes empresas se trata tal y como se muestra en los informativos televisivos que nuestros protagonistas contemplan horrorizados.

Los humanos haremos cualquier cosa para conseguir nuestros objetivos y ningún animal ni ninguna planta podrán oponerse. Este es el mensaje final del film, un mensaje cruel pero realista.

Por último me gustaría añadir que esta fabulosa fábula, mediante su dibujo amigable y sus personajes inocentes, es ideal para los más pequeños. Unos años más tarde volverán a ver esta película y acabarán de entender por qué los adorables mapaches intentaban ahuyentarnos.

Takahata, llevándose consigo una filmografía de infarto, se despidió de todos nosotros obsequiándonos con otra obra monumental. El segundo genio japonés por excelencia ha logrado superar todas sus obras más recientes y, quizás, todas ellas a excepción de su obra cumbre "La tumba de las luciérnagas". ¿Podríamos haberle pedido algo más a este hombre?

A uno se le acaban los calificativos después de haber visto esta película tan hermosa, aunque parece que no todo el mundo opina igual, como es lógico, por su tema folclórico japonés que nos da un baño de cultura nipona difícil de apreciar en su totalidad. Y esto es algo entendible puesto que "El cuento de la princesa Kaguya" mantiene un ritmo lento y prolongado no apto para todos los espectadores donde los simbolismos y las tradiciones son elementos esenciales del relato. Pero de ninguna forma se hace pesada si dejas que te empape con su belleza.

Los temas principales son el amor y la avaricia, pero se tocan muchas otras cuestiones como el abuso de poder en los sistemas estamentales de la época, la vida en el campo de los campesinos, la crudeza de las tradiciones japonesas especialmente para las mujeres y la madurez. Y, a mi gusto, consigue tocar todos estos temas sin caer en sensiblerías típicas de los dramas orientales. Cada sonrisa y cada lágrima quedan justificadas en este visionado.

Y lo del dibujo a mano ya es un escándalo. Con razón se ha convertido en el elemento más diferenciador de esta obra, habiendo alcanzado un estilo muy único en cine.
Debo admitir que al principio de la película el dibujo me ha confundido pero, pasados los primeros minutos, lo he podido asimilar y ha sido como ver cualquier otra película, pero mucho más bella.

En estos tiempos, nos hemos malacostumbrado a las películas frenéticas y con escaso contenido estético y emocional, del que tienes que disfrutar lentamente. Me complace ver que aún existen y existirán obras como esta que plasman los placeres de una experiencia sosegada y muy gratificante para los más sensibles.

Imprescindible film para cualquier fan de Studio Ghibli y de la animación japonesa.

Impactante cuanto menos, de principio a fin, aunque con algunos matices.
La historia en sí no me sorprendió en ningún momento. No creo que el director pretendiera hacer un film innovador en cuanto al relato, aunque la forma en la que está tratado sí es sobresaliente.

Estamos ante una obra con sustos ingeniosos, casquería impactante en algunos momentos aunque no absurda, buenas interpretaciones por parte de los actores (sobre todo Ezequiel Rodríguez que, menos en alguna ocasión, actúa como parece que debería actuar un padre divorciado, triste y asustado ante los acontecimientos que se van sucediendo), y, sin duda, un ambiente muy conseguido de desasosiego y casi puro terror.
En el cine es una película que gana mucho y se convierte en una experiencia muy envolvente de poco más de hora y media que no te dejará escapar. Garantizado. Bueno, quizás el tramo final es un poco precipitado y carente de sentido.

En resumen es una avalancha de hechos desagradables con escenas impactantes que maquillan cualquier tipo de agujero narrativo y ofrecen al espectador lo que ha venido a buscar. Terror. A veces preferiría que otros directores se dejaran de guiones rocambolescos tratando de sorprender y se centraran más en causar esta sensación que tanto nos gusta.