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Críticas de Hernán Khatchadourian
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
7
19 de febrero de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La influencia de China en el mercado cinematográfico mundial ya no es una “sensación” sino una realidad palpable que en el término de un año ya ha llevado a varios cinéfilos a ver películas que ni siquiera saben que cuentan con estos capitales.
Películas como Misión Imposible Nación Secreta, Warcraft, Star Trek Sin Límites o La Espada del Dragón son algunos de los ejemplos que tiene detrás a empresas como Alibaba Pictures o China Film Group y que se suman a los intentos norteamericanos por entrar en el gigante asiático con Transformers 4 o la última James Bond.
En esta ocasión, tenemos un caso como el de Carlos Tevez en el que una película de la mencionada China Film Group necesitaba de una estrella como Matt Damon y por eso contrató al actor de las películas de Jason Bourne para que estelarice la última película del laureado Zhang Yimou, junto con el chileno Pedro Pascal (Game of Thrones, Narcos) y el siempre efectivo Willem Dafoe.
La película respeta todos los cánones de las películas de Yimou, con peleas impresionantes, en esta ocasión contra monstruos muy bien construidos digitalmente y efectos que los hacen verosímiles al ojo. En este punto, la animación alcanza muy buenos niveles y eso le suma puntos a un film que termina contando la misma historia de siempre.
Matt Damon despliega su carisma interpretando a un personaje que va evolucionando con el correr de la trama y que genera muy buena química con la generala Lin Mae que interpreta la actriz Tian Jing.
La fotografía de Stuart Dryburgh y Xiaoding Zhao es maravillosa, algo típico en las producciones chinas, que se lucen, en especial los trajes de los soldados chinos que, muy coloridos, provocan un verdadero espectáculo visual engalanado por las coreografías y acrobacias varias.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Hernán Khatchadourian
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7
19 de febrero de 2017
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No es fácil engañar a los espectadores y eso algunos cineastas lo saben muy bien, y saben cómo manipular la vista para que, en cierto momento, surja la duda.
Y eso es lo que genera esta “Vigilia”, el debut cinematográfico de Julieta Ledesma, que hasta este momento había realizado el mediometraje “¡Al fin, mi vida!” y el corto “El Plan Perfecto”, y con esta experiencia construyó este relato en el que lo único que importa es saber cómo sigue.
El resto de este experimento cinematográfico se revela como un ejercicio constante de Ledesma por forzar al espectador a dudar de lo que está viendo. ¿Es esto una historia lineal? ¿Es un sueño u ocurre esto realmente?
Una atmósfera onírica prima en las imágenes que se van sucediendo, una tras otra, hasta que algún suceso hace temblar la trama. Y en esto, la directora se encarga de que lo visto se queden bien grabado en la retina como una en la que perro mata a una cabra, y que llevan a preguntarse cuánto de real y cuánto de ficción hay en el plano.
Asimismo, la realizadora abre la puerta de la imaginación al obligar al espectador a figurarse qué es lo que están viendo los personajes, en planos cerrados en los ellos parecen percibir situaciones o visiones que alteran su propio mundo interno. Sin embargo, en la mayoría de los casos, dichas visiones quedan fuera del alcance del espectador y eso contribuye a aumentar la angustia por averiguar qué es lo que está sucediendo, por terminar de armar un rompecabezas al que siempre le falta una pieza.
Y, entre tantos planos por los que preocuparse, Ledesma le hace un lugar a la psicología, con personajes que emprenden acciones que llevan a preguntarse qué nivel de estabilidad mental ostentan.
Para terminar, destacar que tanto la fotografía como las actuaciones son otros de los puntos fuertes de un film que no sólo roza lo onírico sino que cruza la línea y vuelve una y otra vez…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Hernán Khatchadourian
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7
19 de febrero de 2017
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A veces la innovación y la originalidad no son las cualidades más destacables para que los miembros de la academia de Hollywood llenen de nominaciones a una película. Pero, olvidémonos por un momento de la desorbitada cantidad de pases a la gran fiesta del cine norteamericano que consiguió La La Land (14 por si no se enteró) y hagamos de cuenta que estamos a comienzos de diciembre del 2016, cuando esta película de Damien Chazelle llegó a los cines de Estados Unidos.
La Land tiene como principal atractivo a la pareja protagónica de Ryan Gosling y Emma Stone, que ya han trabajado juntos con anterioridad en “Loco y Estúpido Amor” y en “Fuerza Antigángster” y que tiene una muy buena química en pantalla.
Ella compone a una actriz que trabaja en una cafetería de Hollywood y aprovecha el lugar para participar de todos los castings que pueda con el fin de hacerse de un nombre en el negocio de las películas.
Gosling es un pianista de jazz un tanto frustrado que toca en bares por la noche con el sueño de comprarse un club que solía brindar espectáculos de ese ritmo pero ahora ha caído en desgracia.
Ambos se conocen una fiesta y comienzan una relación que marcará sus vidas y sus carreras a futuro, aunque al principio no le pongan muchas fichas.
Todo esto ocurre en medio de números musicales a la vieja usanza, de esos que solían movilizar emociones cincuenta o sesenta años atrás, y muy diferente del concepto que tienen de ese género las generaciones actuales, que lo asocian con películas basadas en “Evita” o “Los Miserables”, por citar algunos ejemplos.
Los números de La La Land son divertidos y joviales, y aunque sus protagonistas no sepan ni bailar ni cantar (Gosling se esfuerza en más de una escena para tratar de seguir la coreografía y el director, posiblemente resignado, no se las hace repetir y las deja así nomás), el punto no va por ese lado y la cosa sigue como si nada.
Todo lo anterior, que es una suerte de explicación para el público moderno, no cuenta para los que ya tienen algunos años y conocen a films icónicos del género como “Cantando bajo la Lluvia”, “La Novicia Rebelde”, “Nace una Estrella” y “New York New York”. En ese caso, la película cobra otra dimensión y se convierte en un culto a la nostalgia y a la melancolía debido a que la ciudad de los sueños ya no produce este tipo de productos y si en cambio se ha desviado hacia el lado de la acción, el sexo y los superhéroes en busca de más y más dólares. No está mal pero no hay que desterrar a aquello que nos ha hecho bien en algún momento, y Chazelle lo entiende y lo demuestra a lo largo de 128 bien llevados minutos.
A diferencia de ese globo inflado que fue “Whiplash: Música y Obsesión” que nos dejó implantado en varias películas a esa mentira que es Miles Teller como actor, esta La La Land sí se ha construido sobre buenas bases y por eso el público la ha amado desde un primer comienzo otorgándole su visto bueno con una abundante concurrencia a las salas de cines.
Ahora, si usted me pregunta qué pienso yo sobre el récord de nominaciones al Oscar… le diría que el Hollywood de hoy en día está muy sobrevalorado, y el cine de Chazelle, ni le cuento.
Hernán Khatchadourian
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