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España España · Asturias
Críticas de Xano
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Críticas 58
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
11 de octubre de 2011
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dando una vuelta de tuerca al género de las “buddy movies”, “Seven” se saca de la chistera la consabida pareja de policías antagónicos condenados a entenderse para intentar renovar el cliché, poniéndolos a ambos tras la pista de un sádico y escurridizo asesino en serie que utiliza los siete pecados capitales como guía (in)moral para perpetrar sus crímenes. Ambientada en una ciudad innominada, lluviosa y gris, que recuerda a la de "Blade Runner" o "Black Rain", los elaborados y terroríficos asesinatos del demente de la función consiguen que “Seven” no sea un thriller al uso (no uno de tantos, al menos), que la atmósfera del film, ya angustiosa de por sí, empiece a enrarecerse cada vez más y, casi sin que nos demos cuenta, que la macabra historia vaya extendiendo sus redes a lo largo del metraje hasta tenernos bien atrapados en la última (y efectista) voltereta argumental, completamente justificable en este caso (trampas de guión incluidas) porque gracias a ella podemos agarrarnos con fuerza a la butaca en la irresistible secuencia de los dos crímenes finales.

Lo mejor: su fuerza visual, su atmósfera y la última media hora.

Lo peor: casi nada. Es una gran película.
Xano
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8
10 de octubre de 2011
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los psicópatas en el cine son como los monstruos de los cuentos infantiles: anidan en lo más profundo de nuestros miedos para atraparnos sin que nos demos cuenta, cercándonos, acechándonos y extendiendo sus garras cuando ya es demasiado tarde para gritar pidiendo auxilio. Y como la criatura que se esconde en el armario, al fondo de un pasillo oscuro o debajo de la cama, a veces el cine (lamentablemente no muy a menudo) se empeña en enseñarnos que los demonios de verdad, esos que se alejan del cliché hollywoodiense, no habitan en lugares desconocidos a los que jamás tendremos acceso, sino que forman parte de nuestra realidad cotidiana: viven con nosotros, duermen en la habitación de al lado, comen en nuestra mesa y charlan animadamente sobre el tiempo, los estudios o sobre cómo nos ha ido el día. Pero lo más aterrador de los monstruos reales, lo que los define, más allá de su apariencia pueril, su imagen vulgar y sus ademanes toscos y chabacanos, casi ridículos, es creer que tienen sobradas razones para hacer lo que hacen. Necesitan creerlo. Se nutren de ello para empuñar el cuchillo, la soga o los alicates. Eso es lo que los distingue de las alimañas que habitan las pesadillas de la ficción: el mundo real los empapa de su propia crueldad y les cede falsas justificaciones morales que ellos asumen como guías inamovibles para poder dar rienda suelta a su oscuridad interior, a una violencia malsana que, antes o después, desembocará en la destrucción o el contagio. Y una vez que se da el primer paso, una vez que se cruza la delgada línea roja entre la perversidad y la demencia, ya nada importa lo suficiente como para echar la vista atrás: el único alimento es el odio, el principal objetivo la brutalidad y la última y definitiva satisfacción, la muerte.

Estremecedora película. Siniestra, seca, lacerante y perturbadora. El estar basada en hechos reales sobredimensiona su propia monstruosidad.

Lo mejor: la atmósfera, la dirección, los actores y el alejamiento consciente y deliberado del trillado género de los psycokillers pese a ser una de las mejores radiografías recientes sobre el enfermizo mundo de los asesinos en serie.

Lo peor: al final pierde algo de fuelle.

Magnífica ópera prima.
Xano
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10
10 de octubre de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué es “El árbol de la vida”? ¿Es una película? ¿Es una sinfonía? ¿Un poema audiovisual? ¿Cine de Arte y Ensayo? ¿Una soberana estupidez? ¿Un auténtico coñazo? ¿Una ida de olla espectacular muy bien fotografiada? ¿La pretenciosidad hecha cine? No sé. Yo creo que es algo tan complejo, tan denso, tan rico, tan inabarcable y desproporcionado que, si consigues entrar en su juego, si traspasas las barreras que el cine comercial nos lleva imponiendo desde hace décadas y te sumerges en su amalgama de imágenes, sonidos, sensaciones y metáforas, se puede llegar a definir de una manera bastante directa y sencilla: la última obra de Terrence Málick es una incomparable, absoluta y abrumadora maravilla, un deleite para los sentidos ¿Pretenciosa? Puede ¿Aburrida? ¿No es el aburrimiento una de las emociones más subjetivas que existen? ¿Fascinante? Sin duda alguna ¿Hermosa? De principio a fin ¿Grande? Inmensa. Pero la duda surge ¿se puede hablar del Universo, del ser humano, de la Naturaleza, de Dios, del sufrimiento, de la muerte, del amor, de la familia, de la fe, de la vida, de la infancia, de la tristeza, de la esperanza, del perdón y de la existencia sin ser acusado de pretencioso y pedante? Evidentemente no. La ambición de la empresa es la que es y echa por tierra cualquier mesura en las formas. Pero la grandeza del resultado esta ahí y sólo hay que sentarse, liberarse de prejuicios, de nociones preestablecidas y contemplar. La maestría de Malick, la potencia arrolladora de sus pedazos de realidad filmados y su increíble belleza, harán el resto. Obra maestra.

Lo mejor: todo.

Lo peor: nada.
Xano
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9
10 de octubre de 2011
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dicen algunos que “La piel que habito” es la película menos característica y reconocible de su director. Falso. Vuelve a tener el sello Almodóvar grabado a fuego en cada uno de sus magníficos e hipnóticos planos. Dicen también que es un paso adelante en una carrera cinematográfica irregular que hacía años se había encallado por culpa de sus obsesiones recurrentes. Falso igualmente. No por el paso adelante, que es cierto que lo da al adentrarse en géneros desconocidos para él hasta ahora como la ciencia ficción y el terror, sino por la consideración de su obra como un todo reiterativo y estanco. Pedro Almodóvar siempre ha evolucionado con cada nueva película que ha hecho. “La piel que habito” es un peldaño más en la depuración de su tratado artístico y estético. Y lo es porque nos vuelve a contar como si nunca lo hubiese hecho antes lo esclavos que somos de nuestros deseos, lo incomprensibles que son los vaivenes de la pasión humana, lo caprichoso del azar y del destino, la fuerza rompedora de nuestra propia identidad, el poder liberador de la vida y el insoportable dolor de la pérdida, la locura y la muerte. En esta ocasión, no obstante, el envoltorio que es a la vez fondo y superficie, no se adentra en el melodrama, la comedia o el cine negro. El cautiverio de Vera, sus padecimientos, sus miedos y sus deseos, son tan característicos del género de terror como las estereotipadas historias de científicos megalómanos y desquiciados que, bisturí en mano, se empeñan en vencer a la muerte traspasando todas las normas de la razón y la cordura. Pero la “Piel que habito”, pese a todo, no es una película de terror, aunque lo que cuenta pueda poner los pelos de punta por demencial y truculento. En realidad es una historia de venganza y supervivencia. Un cuento (a)moral sobre los límites de la manipulación y la pasión que el director manchego rueda con un aplomo y una destreza que rayan en lo asombroso. Un relato gótico sobre la identidad que crece envuelto en la piel del postmodernismo consiguiendo una fusión estética y narrativa fascinante. Y esa mezcolanza suicida, funambulista, sólo tiene cabida en un género intransferible: el almodovarismo.

Lo mejor: El conjunto de sus elementos. El doble salto mortal con tirabuzón que supone una película como ésta.

Lo peor: El acento brasileño de Roberto Álamo.
Xano
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9
23 de mayo de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Probablemente la mejor película de Álex de la Iglesia (con permiso de “El Día de la Bestia”), y una de las comedias negras más redondas y logradas del cine español, “La Comunidad” recupera el espíritu de Azcona y Berlanga para diseccionar bajo el microscopio de la crítica social ácida las miserias y mezquindades que anidan bajo la impostura, la falsedad y los intereses egoístas de esos buitres carroñeros con los que convivimos (no queda otra, desgraciadamente) y que, más tarde o más temprano, siempre terminan emponzoñándolo todo. Inmisericorde en su retrato, mucho más veraz y certero de lo que algunos creen, de la Iglesia despedaza a machetazos la avaricia y la hipocresía de una comunidad de vecinos siniestros, maquiavélicos y desquiciados dispuestos a todo para conseguir esa maleta a cuadros estampados que contiene, o eso creen ellos, el pasaporte a la felicidad eterna. Frente a semejante manada de lobos con piel de cordero, Carmen Maura, en su enésima composición para la Historia del cine español, trata de huir como un potro desbocado de una zanja a la que no sabe muy bien cómo ha llegado a precipitarse, confundiéndose una y otra vez con los mismos depredadores que intentan darle caza por los pisos, escaleras, pasillos y tejados de ese edificio señorial reconvertido, por obra y gracia de un guión brillante y una puesta en escena espectacular, en una especie de prisión de Alcatraz madrileña. Si aún no es un clásico de nuestro cine poco le falta. Gran película.

Lo mejor: todo encaja perfectamente. Es una obra cuidada al máximo en todos sus detalles y eso se nota. Además tiene un ritmo envidiable.

Lo peor: que no esté lo suficientemente reconocida.
Xano
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