Por mucho que uno sea fan del cine iraní de línea dura, hay películas que hay que ver, casi porque sí. O porque en cierto modo, forman parte de la historia del cine. Como "La guerra de las galaxias", por poner un ejemplo. O como la que nos ocupa, "Avatar". Que ciertamente puede que tenga un tufillo ecologista, que resulte maniquea, o si uno ahonda en el argumento, que pueda ser una cierta expiación de la mala conciencia colectiva del pueblo americano: ¿cómo hubiera sido "Bailando con lobos" si hubieran ganado los indios? Pero no se puede negar el valor visual de la película, que supera a lo visto hasta ahora. Que nadie piense pues que va a ver una obra maestra capaz de poner del revés el mundo del cine como lo conocemos; acuda a la sala más bien pertrechado de palomitas y refrescos, dispuesto a pasar dos horas y media largas explorando Pandora, y quizás así disfrute de la película.

Así es el humor de esta película francesa que puede aburrir a más de uno y escandalizar a más de dos, pero que también puede hacer reir a muchos. Siempre que uno sintonice con el tono de la historia, marcadamente grotesco. Aparte de la sal gorda, vale destacar que la película tiene momentos auténticamente hilarantes, aunque quizás no sean los que los guionistas pretendían, como por ejemplo la toma de decisión de las trabajadoras despedidas que desencadena todo el lío subsiguiente. En su contra vale decir que en varias, puede que demasiadas ocasiones, se pierde en el intento de arrancar la carcajada del público, como esos humoristas rancios que se ríen los primeros de su propio chiste para ver si por simpatía alguien se arranca, y a media carcajada se dan cuenta de que su propia risa es la única que se oye en la sala, y se les corta la carcajada. Sólo que Delépine y Kervern no paran, y se enfangan en más de un momento. Pese a lo cual, tiene su aquél. Bouli Lanners funciona correctamente, y cuenta con el apoyo del público francófono, ante el que se prodiga, pero mucho me temo que en otras latitudes no funcione igual. Yolande Moreau merece un aplauso por su eficacia en el desempeño de su papel, y a su personaje le debemos alguno de los mejores momentos de la película. Por cierto que el superfluo final no es uno de ellos.

...pero no para llorar, sino para que no se te caiga la baba con la 'pivellina' que da título a la cinta, la niña Asia Crippa, absolutamente adorable. La película en sí es casi una fábula, al estilo de las historias de Vittorio de Sica, donde los directores han eludido ahondar en los componentes más duros -el abandono infantil, los problemas legales que en la realidad se derivarían de la decisión que toman los personajes o el entorno de exclusión en que se mueven- para celebrar la bondad y la ternura de la que es capaz el ser humano. Con una excelente actuación de la protagonista Patrizia Gerardi, que le valió el premio en el 47 FICXixón, pese a no ser actriz profesional. Apta para todos los gustos y públicos, una de esas películas que levantan la moral y hacen que salgas del cine con una sonrisa.

... o al poco empezarás a sentir un terrible agujero en tu estómago. Tal es la capacidad para transmitir del joven Yuto Kobayashi, que encarna a Ryô, un adolescente japonés cuya mayor preocupación es sobrevivir en una sociedad donde los mecanismos de protección no funcionan como deberían. La cámara le sigue en sus continuos desplazamientos en busca de una solución, de un agarradero, una protección, en busca del dinero del que continuamente hablan los adultos. Y le sigue muchas veces desde atrás por un buen motivo: el director Masahiro Kobayashi -que por cierto no tiene nada que ver con él, Kobayashi debe ser en Japón un apellido tan común como aquí Rodríguez- explicaba que no quería ver la cara del protagonista para no sentirse tentado de compadecerle por su juventud. 'Wakaranai' es un alegato exento de panfletos sobre un problema que la sociedad nipona no quiere ver. Apta para aquellos a los que asusta el cine oriental y su ritmo: no es '2012', pero tampoco es un tremendo rollo infumable en el que no ocurre nada (o al menos nada que se entienda o note); ayuda también que el metraje no es desmedido, hora y tres cuartos. Muy recomendable, aunque no para un día que estés de 'bajón'.

...pero es un plomo. Para quienes disfrutan exclusivamente con el juego del encadenado de planos, aprecian la dulzura de los travelling y se 'ponen' con larguísimos planos-secuencia, quizás sea una maravilla; para el público en general es tediosa e insoportable. Es encomiable que el director esrilanqués -Vimukthi Jayasundara, ahí es nada- intente romper con los moldes del esquema literario, abandonar el clásico exposición>nudo>desenlace, pero el intento naufraga. Puede que al público europeo nos falten referencias sobre la cultura del antiguo Ceilán, y es casi seguro que un mayor conocimiento de sus mitos, leyendas e historia enriquecerían mucho el visionado. Pero entonces nos quedamos con que es una película que fuera de su ámbito local se convierte en una mera sucesión de imágenes y escenas -técnicamente muy correctas, pero eso hoy día ya no es un mérito especial, sino un mínimo exigible- ligadas según mecanismos que se nos escapan, o sin ligar siquiera. Para esto de romper esquemas, hay que ver "El silencio antes de Bach", que resulta asequible a un amplio espectro de público y no una rareza exclusiva para cinéfilos.