Ni del país de las maravillas, ni del sombrerero loco, ni del gato de Cheshire, ni de la reina de corazones, como tampoco del conejo blanco. Alicia, no se presentó y, lo que es más grave, el espíritu que impregnó Lewis Carrol en su novela ha sido vilipendiado por ¡Tim Burton! No se me ocurre un director cuyo mundo interior case de manera más clara con el del escritor inglés. Sin embargo, el bueno de Tim parecía estar a otra cosa.

El hecho de ver a la protagonista alcanzando la madurez o que la historia fuese una adaptación personal de Linda Woolverton (guionista habitual de Disney) no afecta a mi crítica. Entraba en el terreno de lo posible inventar un nuevo relato que respetara los principios de la obra. Pero este no ha sido el caso. Y lo más triste es que el responsable sea quien es.

Vamos a ver, señor Burton. ¿Recuerdas Big Fish? ¿La escribiste tú, no es cierto? Una historia preciosa aquella, claramente inspirada en Alicia en el país de las maravillas. Ya sabéis, un viaje ficticio a la locura para escapar del tedio de lo cotidiano, para construir un mundo donde poder acomodar los sueños. No concibo que ahora no sea capaz de expresar aquellas mismas emociones en la obra original.

Me siento estafado. Dolido. ¿Cómo es posible que el grupo de personajes más carismático, demente, anarquista y maravillosamente enajenado de la historia de la literatura, haya dejado paso a esa panda de anodinos y banales tipejos? Por no hablar del final, ese refrito de El Señor de los Anillos y de las Crónicas de Narnia. Precisamente este, un mundo inspirador para cientos de autores posteriores que encontraron en él la fuente donde abordar el tema de la locura más tierna.

Amigo Burton, me debes una.

Giro comercial en la carrera de Scorsese. El director neoyorquino tiende una mano al espectador común. Se aleja de parámetros narrativos heterodoxos al contar una historia al alcance de casi todo el mundo. Esto no quiere decir que estemos ante una obra menor, al contrario. El resultado es un viaje a la locura, una pesadilla en forma de isla que no dejará indiferente a nadie.

La primera imagen de la mencionada isla no puede ser más evocadora. Vamos, que acojona. De un lugar como ese no es posible esperar nada bueno, pensaría el más pintado. Estamos ante una digna representación de lo que siempre se ha conocido como la boca del lobo. A partir de ese momento las garras de "ese lobo" te atrapan y no te sueltan hasta que las luces del cine se han encendido.

En la línea de películas como "Memento" o "El Maquinista", Scorsese conduce al espectador por un camino sinuoso y demencial repleto de trampas constantes en forma de delirios graduales en la cabeza del protagonista. Di Caprio, nunca santo de mi devoción, consigue paso a paso, trabajo tras trabajo, arrancarse el estigma de actor pusilánime de sus primeras actuaciones. Con ejercicios tan poderosos el hombre de arraigada cara de niño consolida su carrera.

Y para terminar permitidme un pequeño consejo: no fiaros de las primeras impresiones...

Es la triste reflexión que me deja Celda 211: aquí cada uno tiene un precio y en situaciones límite unos cotizan más que otros. Pero que nadie piense que en esta clasificación cuentan virtuosismos como la integridad, la rectitud, la honestidad o la bondad, ni respetar principios y códigos del perfecto ciudadano para ocupar los puestos de privilegio...

En este mundo tan ruin esto es lo de menos: la relevancia nos la proporciona los beneficios que generemos en determinados grupos de poder, lo útil que resultemos en un determinado momento. No obstante, esta posición no te asegura honores permanentes, ya que donde hoy eres vital, mañana puede que seas de nuevo irrelevante. Todo depende de que nos coja en el momento y lugar indicado.

Como ejemplo, la película: da igual que seas un honrado vecino, cabeza de familia, pagues tus impuestos, progreses en la vida por medio de cauces legales… el precio de tu pescuezo no lo deciden estos valores. Cuando tengan que poner tu vida en una balanza junto con (en este caso) las de tres asesinos que cumplen justa condena, pesarán más oscuros intereses (políticos en la película) que hacer justicia con un buen hombre. Es la cruda realidad.

Es evidente que la guerra saca lo peor de las personas, las deshumaniza, las hace enfrentarse con aquellos con los que comparten los mismos lazos por unos intereses casi siempre dispersos (aunque siempre como fondo sonando un “clin clin caja”).

Y como fruto de esta deshumanización Kubrick nos muestra, entre otras cosas, la hipocresía y la demagogia llevadas hasta sus últimas consecuencias, representada por medio de unos miserables generales quienes, cómodamente situados en una posición de privilegio, manejan cual títeres a su ejército. Como dioses griegos, situados plácidamente en el Olimpo, juegan con los simples mortales a su antojo, decidiendo incluso en qué momento ha llegado la hora de sacrificar a sus peones.

Y en medio de estos dos universos, el de los que dirigen desde arriba, sin ensuciarse las manos, y los pobres diablos que arriesgan su vida en pos de un sinsentido, aparece la figura agradable del Coronel Dax, interpretada por Kirk Douglas, que en un ejercicio de filantropía y sentido común (en contraposición a tanta barbarie) se convierte en el último reducto en el que depositamos nuestras esperanzas y nos ayuda a recobrar la fe en el ser humano.

Año 1989. Tim Burton es el encargado de dirigir el primer proyecto cinematográfico del señor de la noche. Resulta ser un éxito, tanto de críticas como de público, al plasmar la naturaleza del personaje y la historia en su película. Burton respeta todos los valores del heroe y nos muestra una cinta fidedigna y entretenida. El guión es apropiado y la elección de los actores muy acertada: Keaton es un más que digno Bruce Wayne, y del Joker del gran Jack Nicholson no han parado nunca de caer las alabanzas. Baste decir que creó un villano a la altura de los más malos de la historia del cine (codo a codo con Darth Vader).

Años después el mismo director repite experiencia ,y aunque no llega a la altura de la primera entrega, nos encontramos de nuevo con una producción que respira la esencia de Batman por todos los costados.

Lo que vino después casi es mejor olvidarlo. Las siguientes entregas de nuestro heroe más tuvieron que ver con el carnaval de Rio y la cabalgata del orgullo gay, que con el comic en el que un día Bob Kane quiso mostrar al mundo a un heroe oscuro y discreto. Su responsable: Joel Schumacher, aunque bien podría haber llevado el sello de un ilustre de nuestro cine, Pedro Almodovar, y a nadie habría estrañado ver desfilar por la pantalla a Boris Izaguirre en el papel principal (como un heroe indefinido y fashion, osea), Jorge Sanz como Robin o Paco Clavel haciendo de Hiedra Venenosa.

Afortudadamente llegó Christopher Nolan para hacer justicia, y devolver al murcielago la diginidad y el respeto que siempre ha merecido. Con "Batman Begins" ya sentó las bases, mostrando además el origen de las habilidades de nuestro hombre. Dejó a un lado las lentejuelas, la charanga, las estridencias y rodeó la historia de oscuridad y misterio, tal y como debió ser siempre.

Ahora, con "el Caballero Oscuro" va más allá y lo convierte en algo más que un simple cómic. La historia es redonda y de nuevo el reparto vuelve a estar a la altura: Eckhart borda a Harvey Dent, Bale nos reconcilia con Batman (Clooney, dedicate a vender Nespresso) y de Ledger ya está todo escrito.

Así pués, tenemos como resultado la que para mi es la mejor adaptación de un cómic de todos los tiempos, al mismo tiempo que los fans del personaje nos quitamos la espinita que teníamos clavada.