En la escena en que Ernesto Alterio va a un campo a mear (un chorro sin fin y sin gracia), de repente tiene los pantalones de barro hasta la rodilla ¿cómo es posible?.
Blanca Suárez entra en el ¿hotel? vestida con un pantalón y un jersey blanco. Sale de él con un abrigo puesto que no llevaba cuando entró. Por cierto, entran a ese ¿hotel? Suárez y Cortada y hay una piscina enorme donde están ya Alterio y unas chicas (menuda velocidad de ligoteo, por cierto); sin más ni más, se desvisten y allá que se tiran a la piscina. Eso sí, tenemos tiempo a ver el cuerpo de Blanca -maravilloso- y un desnudo de Cortada. 1500 euros, la broma, que paga de su bolsillo Alberto San Juan sin rechistar
En las escenas de conducción (especialmente cuando conduce Blanca) se ven giros de volante queriendo indicar curvas y el paisaje del fondo es una recta (muy descarado).
Las escenas en la gasolinera, sonrojantes:¿es que puede salir el chorro de carburante del surtidor de esa manera? (otro chorro sin fin y sin gracia); hay que ser idiota para sacar un cigarrillo en medio de un charco de gasolina. El infructuoso pago por Alterio del euro y medio en la cola, interminable, por no hablar de la pelea que allí se forma, metida con calzador.
Los momentos en que interviene la Guardia Civil son grotescos y sin ninguna gracia. POr ejemplo, es ridículo que después de hacer una alcoholemia que da negativo, te hagan caminar por la línea del arcen y a llevarte la mano a la nariz (por no decir que allí nadie lleva chaleco reflectante). ¿Y esas paradas en medio de una autopista sin que ocurra nada cuando son rebasados? Puf.
Y el "entra y sale" de los coches en el atasco final... En fin... si es un homenaje a no sé quién, yo preferiría no ser homenajeado.

La aparición final de Leiva, pretendiendo hacer de maestro del "maestro" más que sumar, resta.
A los antitaurinos no les gustará el paralelismo que hace Aranoa entre el miedo de Sabina antes de salir al escenario -muy bien contado, por cierto- y la espera del torero antes de saltar al ruedo. O el símil de la cogida de José Tomas en Méjico con la caída de Joaquín en Madrid durante el concierto con Serrat, saliendo del "ruedo" los dos hacia el hospital, ante la angustia del público.