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Argentina Argentina · Córdoba Capital
Críticas de Por Una Solapa
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
3
21 de noviembre de 2012
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antonioni anuncia en los primeros minutos una película de corte netamente político e ideológico: vemos un acalorado debate universitario sobre la revolución; primeros planos a marcas y una publicidad inmobiliaria conservadora, naif y WASP hasta decir basta. Pero no, lo que sigue es una road movie "jipona" con una excesiva carga alegórica, (algo que en 2001: Odisea del Espacio no resulta una carga porque la trama del filme de Kubrick lo exige). En la soledad del desierto la película gana plásticamente y pierde narrativamente, es ahí donde a Antonioni la película se le va de las manos y nos revela su falta de estructura, como si todo fuese una excusa para ver planos hermosos de montañas y cuerpos jóvenes copulando. Es una pena que el creador de imágenes tan pulidas no se haya decidido por hacer una película de género, una road movie hecha y derecha (por cierto, cuando alguien compra un arma al comienzo de una película, espero que sea disparada por lo menos cinco veces).

En Gatica, el Mono, Leonardo Favio exhibía sin pudor y con mucha honestidad su visión del peronismo, poniendo énfasis en el costado emocional y apartando total y explícitamente el intelectual. Antonioni pretende operar del modo opuesto y falla: con la purificación ígnea de los bienes materiales en el final el largometraje recupera el "espíritu combativo" del comienzo y se autoproclama "una severa crítica al consumismo", casi un chiste si tenemos en cuenta que está musicalizada (y muy bien) por Pink Floyd, (con toda la maquinaria comercial que ese nombre implica) y protagonizada por un actor que se parece más a un modelo de jeans y una actriz que daba más para pin-up que para agitar la bandera de la disconformidad.
Por Una Solapa
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10
28 de julio de 2012
16 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras los padres Merrin y Karras intentaban expulsar al demonio de una niña de doce años, Clint Eastwood dirigía y protagonizaba un western (su primero como director) en el que dejaba mal parados a las mujeres, a los sacerdotes, a los comerciantes, a los buenos, a los malos y a los feos. Me refiero a High Plains Drifter, conocida en Argentina como La venganza del muerto -habría que poner presas a aquellas personas que les cambian los títulos a las películas para el público hispanoparlante, porque esta película es precisamente eso: la venganza de un muerto-.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Por Una Solapa
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1
28 de julio de 2012
17 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amélie Poulain es una deseable veinteañera parisina que padece un tipo de discapacidad mental que nunca se aclara del todo. ¿Desde cuándo las retrasadas están tan buenas? Como la historia (le voy a llamar historia a esta sucesión de situaciones y personajes estúpidos que se encadenan sin ton ni son a falta de una palabra adecuada) está contada en clave de cuento de hadas contemporáneo nadie pide aclaraciones de ningún tipo. Este esperpento audiovisual está lleno de subtramas tan o más idiotas que la "trama" general. El enano de jardín que recorre el mundo. El tipo obsesionado con una mesera. El pintor demente. Y así. Un cadáver exquisito que no tiene nada de exquisito y todo de cadáver: inanimado y repulsivo. Jeunet se ampara en el "cine arte" (¿por qué le dicen cine arte a basuras como ésta o Requiem para un sueño?) para disimular la ausencia de un guión sólido con una fotografía preciosista (para que los estudiantes de arte o fotografía se deslumbren) y con la agotadora música de Yann Tiersen. Joven argentino: si tenés entre 18 y 27 años y estudiás alguna carrera de humanidades, tenés que tener la banda de sonido original de Le fabuleux destin d'Amélie Poulain. Y acordate que tener no significa escuchar.

Jean-Pierre Jeunet es tan canchero que tiene el tupé de incluir desnudos y orgasmos en una película inocente y bonachona, no vaya a ser que uno se olvide de que es originalísimo y que su deber es asombrar al esnobismo mundial con sus malabares de director loco-loco. Pero también quiere contribuir a la humanidad con un mensaje de paz, de amor y de justicia presentando a Amélie como una heroína desinteresada. Y sí, es muy fácil ser un héroe desinteresado en el universo que nos muestra la película, donde el verdadero mal no existe.

La boludísima Amélie descubre su razón de ser en el mundo afectada por de la muerte de Lady Di. Claro, es muchímo más cool que te afecte la muerte de una princesa-filántropa-rubia-alta-linda-e-inglesa que la de una misionera-de-un-metro-y-medio-con-cierto-parecido-a-E.T.-e-india como la Madre Teresa de Calcuta que sucedió exactamente cinco días después. Podríamos arrojar un manto de piedad y suponer que la idiotez de la señorita Poulain impidió que se enterase de este segundo fallecimiento. O que la pelotudez es inherente a lo cool.

Sin embargo, Amélie no es tan imbécil como parece. Además de procurar el bienestar de los demás, también le interesa su propia felicidad. Luego de histeriqueos con un personaje tan pelmazo como ella, descubre el amor y la película cierra con ellos paseando en moto con el puto acordeón de Yann Tiersen de fondo.

Si la felicidad es eso, Jean-Pierre Jeunet, no me interesa en lo más mínimo.
Por Una Solapa
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7
14 de enero de 2013
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
De un modo pueril, sólo esperaba tres cosas de Gilda (1946): el momento en el que aparece Rita Hayworth revoleando su cabellera (que vuelve loco a Red en Sueños de Libertad), la frase "¿Te interesa saber lo mucho que te odio? Te odio de tal modo que buscaría mi perdición para destruirte conmigo” y ver a la señorita del título con su vestido y guantes largos negros (estos dos últimos ítems generados por el genial libro de Pablo Bernasconi "Retratos" donde representa a la Hayworth solamente con celuloide formando el vestido y los guantes de marras y una manzana por boca). Además de eso, también me encontré con una atmósfera noir que deslumbra al comienzo, con una visión ridícula de la Argentina y con un final feliz desubicado. Con todo, la sensualidad de Hayworth no tiene fecha de vencimiento ni punto de comparación en la actualidad. Hasta dan ganas de comprarse un póster de ella, aunque más no sea para tapar un boquete en la pared.
Por Una Solapa
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10
5 de agosto de 2012
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Batman de Burton mata. No siente ningún remordimiento al incinerar con la turbina del batimóvil a un demonio lanzallamas o dinamitar a un luchador de dos metros. Y no sólo eso: lo hace con placer, con una media sonrisa. Debajo de su máscara obsoleta está Michael Keaton. Digo que la máscara es obsoleta porque la boca de Keaton es inconfundible. Es obsoleta porque los rasgos de la máscara del Batman burtoniano son los de Michael. Según IMDb, el actor de Beetlejuice mide 1,75 metros -una estatura ridícula para personificar al Caballero Oscuro- sin embargo lo último en que reparo en las películas de 1989 y 1992 es en su altura. Porque su cara es la de un psicópata. Porque sus cejas son tan puntiagudas como las de Nicholson. Porque está loco. El Batman de Nolan y el de los cómics no mata. Persigue, reduce y entrega a la ley; pero de matar ni hablemos. Bien por él; todo un ejemplo. El resentimiento, el odio y la locura son accesorios para malos perdedores. El animador Bruce Timm dijo alguna vez que le gustaban las dos películas de Burton, pero que ése no era Batman. Tenía razón: era alguien más retorcido, larval y quizás mucho más interesante que el personaje creado por Bob Kane en 1939. Era Michael Keaton.
Por Una Solapa
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