Siguiendo con la actual moda de convertir grandes clásicos de la literatura fantástica y cuentos infantiles en grandes montones de excremento con el único fin de ganar dinero, la maravillosa industria de Hollywood nos trae esto.

No podían ser fieles a la novela, no, tenían que destriparla, destrozarla, coger partes putrefactas de malas ideas y coserlo todo para darle vida a esta bestia, esta monstruosidad. No tiene pies ni cabeza, no tiene alma ni corazón, no transmite ningún sentimiento salvo el de asco. Se habrá quedado a gusto el señor Beattie.

Darle más de un 1 a esta película es aceptar que hay gente que ha hecho su trabajo, por ejemplo los iluminadores y los de efectos especiales. Darle más de un 3 es motivo suficiente para ir al médico

La película es, por supuesto, entrañable, gracias al personaje principal y la forma en la que afronta los terribles sucesos que vive. Es una bella película, pero que abusa de la emotividad hasta el punto de hacerme creer que es comercial. Algo así como el director que hace un documental de dos horas sobre una cría de animal intentando despertar a su madre muerta, con la única finalidad de hacer llorar al público y así obtener buenas críticas.

Esta película, en resumen, es como el azúcar. Hay gente a las que les gusta en gran cantidad y lo disfruta. A mí, personalmente, me provoca diabetes.

Para quien no se haya leído el libro, deciros que la historia debería de tratar acerca de cómo los diferentes gobiernos hacen frente a esta epidemia y como la gente lucha por sobrevivir en un mundo en donde los zombies no son el mayor de los problemas. Max Brooks, capaz de imaginar cada detalle (Algunos lógicos, otros no) en este tipo de situaciones, debe de estar vomitando sangre al ver cómo una de sus novelas se ha visto reducida a Brad Pitt sobreviviendo a situaciones imposibles, junto a una familia llorona y una mujer muy molesta.

La gente ve esta película por las escenas de los zombies que parecen hormigas, no por nada más y es que, no hay nada más.