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Andorra Andorra · Escaldes-Engordany
Críticas de Gecko
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
7
11 de febrero de 2016
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
3 horas de disgusto, decepción y desgana.

Nunca pensé que iniciaría mi nuevo blog de críticas de cine deslenguadas con una frustración ocasionada por una creación de Quentin Tarantino, en mi opinión, el director más importante de la década de los 90. Y es que después de pasar 167 minutos ante la pantalla me he quedado patidifuso. ¿El mismo director de Reservoir Dogs o Pulp Fiction es quién firma esta obra? No consigo creerlo. Y si es cierto puedo afirmar que el amigo Quentin ha perdido totalmente su identidad, cayendo en un pozo rebosante de vulgaridad. Sí, vulgaridad, como cualquier otro tipo de cine que solamente busca obtener un resultado final aceptable. Y como es habitual, hay sangre y ensañamiento pero corriente y ridículo; situándonos siempre en un contexto cinéfilo claro. La violencia gratuita normalmente es algo atractivo en una película siempre y cuando tenga un sentido, un derrotero y un objetivo. No es el caso.

Pero vayamos al inicio. El amor de Tarantino hacia el western es de sobras conocido, igual que su afán en realizar homenajes a aquellas películas que él admira y venera. Ya realizó su particular tributo al género con Django Unchained, y de una manera notable consiguió darles su merecido a esos jodidos racistas americanos de mediados del siglo XIX, allá cuando nació el engendro cobarde y defecado del Klux Klux Klan. Hizo lo mismo años antes aleccionando a, en este caso, dementes y criminales nazis en la genial Malditos Bastardos. Pero se ve que no tuvo bastante con un western, ahora ha repetido e incluso ha anunciado un tercero. De mantener el nivel no sería necesario. La película empieza bien, al estilo Tarantino, sobretodo con esos créditos inconfundibles. Cabe destacar también la increíble fotografía, y más aún cuando la cámara marcha por unos exteriores asombrosos en un vuelo perfecto, todo en formato 70mm, destinado únicamente a los más osados y experimentados directores.

El primer tercio de la película todavía no deja entrever el inminente desengaño. Se cuece eso sí a fuego lento, muy lento. El problema viene cuando los afamados odiosos ocho se encuentran en un mismo lugar, en una misma morada, momento en que debería de pasar justamente lo contrario. Pero Tarantino se propone jugar a ser Agatha Christie y eso es algo muy difícil de imitar. Pero lo más sorprendente es que es él mismo quien parece desgarrar su propio guión haciéndolo trizas a mitad de la película. Todo lo que le sigue es más que previsible y la historia se ahoga en su propia borrachera de despropósitos y disparates. ¿Por qué este harakiri Quentin?

¿El hecho de que el primer guión se filtrase ha afectado el resultado final? Muy probablemente. La realidad es que Tarantino se enfureció tanto que inicialmente decidió anular el proyecto. ¿Si no puedes confiar en tu propio equipo en quién coño lo vas a hacer? ¡Menudos cabrones! Hubiese sido entendible que les hubiese aplicado algún tipo de tortura o ajustamiento del estilo que suele aparecer en sus películas. Al parecer fue Samuel L. Jackson quien le convenció de continuar con el proyecto. Así que una vez pasado el mosqueo Tarantino decidió reescribir parte del guión para joder a sus soplones y, según creo yo, eso fue lo que fastidió el resultado final, aunque nadie sabrá si el guión inicial era mejor o incluso peor. Lo cierto es que la mayoría de la crítica a alabado la película hasta el infinito y más allá, y yo me pregunto ¿Hemos visto la misma? ¿Estoy enfermo? No, están enfermos. Ni yo, seguidor absoluto del director, son tan ciego.

Dicho todo esto me gustaría resaltar la gran actuación del incombustible Samuel L. Jackson. Sin él el film sería un bodrio absoluto. Bueno, quizás no tanto, pero cuando las expectativas son tan altas la decepción se magnifica y todo se oscurece. Es uno de los actores fetiche de Tarantino y en todas las películas en que trabajan juntos está a máximo nivel. Para la historia pasará su papel de Jules Winnfield en la anteriormente citada Pulp Fiction, pero también deslumbró como Ordell Robbie en Jackie Brown y como Stephen en la también mencionada Django Unchained.

Posteriormente al estreno de Los Odiosos Ocho Tarantino anunció la intención de adaptar la película al teatro. ¿Cómo? ¡La película ya es una obra de teatro con una sobreactuación de los personajes basada en un expresionismo disparatado! ¿Puede ser que el formidable y espléndido desfase cronológico de Pulp Fiction le remontase en la memoria y haya pecado de audacia al intentar adaptar una obra de teatro al cine antes de que incluso la propia obra se haya concebido? ¡Mejor hubiese sido iniciarse directamente en Broadway! En fin, todos los grandes directores tienen alguna manchita negra en su historial y el gran Quentin Tarantino no ha sido una excepción. Dicho todo esto recomiendo a todo el mundo que la vea, observe y opine. En líneas generales el nivel será bastante mayor que la mayoría de chapuzas que está viviendo últimamente el cine. Prefiero un Tarantino cojo que muchos en plena forma. ¡Doy fe!

https://afidavit.wordpress.com/2016/01/31/los-odiosos-ocho-the-hateful-eight/
Gecko
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9
29 de enero de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La La Land es la nueva película de Damien Chazelle, conocido sobre todo por ser el director de una de las mejores películas del siglo XXI, la fantástica Whiplash, aquella narración que profundiza sobre la sempiterna relación entre alumno y maestro, sobre el eterno debate de los métodos de instrucción, y que germinó uno de los mayores cabrones de la historia del cine bajo la batuta del extraordinario J. K. Simmons. Tras estos antecedentes, y observando la gran campaña publicitaria que se ha llevado a cabo, explotando hasta el infinito y más allá las innumerables nominaciones a los Oscar que ha recibido el film, el visionado de esta cinta se convertía en obligatorio, aun tratándose de un musical, género que particularmente no me entusiasma y que, seamos sinceros, tampoco es apto para todos los públicos. Los protagonistas son Ryan Gosling en el papel de Sebastián, un excelente pianista loco del jazz que sueña con abrir su propio club, y Emma Stone, interpretando a Mia, una chica que como otras tantas se mudó a Hollywood con la aspiración de llegar a ser algún día actriz de cine. El primero, Gosling, no necesita presentación y es unos de los actores más valorados de la actualidad, y que siempre será recordado por su actuación en la espléndida Drive. La segunda, Stone, es célebre por su papel en Spiderman, y algún que otro papel más o menos relevante como secundaria en buena forma. Vamos allá, que suene la música.

Algún crítico dijo que ya no se hacían películas como esta. Tras los primeros 20 minutos tuve la pretensión de abandonar la sala, precisamente por todo lo contrario: tenía la sensación de estar viendo otro musical del montón. Mi sujeción a la butaca se explicaba por los alucinantes, perfectos e inacabables planos secuencia que dejan boquiabiertos incluso a los mayores expertos operadores de steadycam. Todo acompañado de una perfecta coreografía digna de ser heredera de la inolvidable Flashdance. Sobresalta el uso de unos primeros planos muy cortos y tajantes, al más puro estilo Tarantino, que son usados como transición tras las interminables tomas, y que proyectan al espectador de una escena a otra de una manera fugaz pero efectiva, provocando el cada vez mayor interés por aquello que sucede en la pantalla. Después de estos instantes iniciales comienza el verdadero espectáculo.

Los protagonistas demuestran sobradamente tener talento bailando pero la realidad es que Ryan Gosling no es John Travolta, y Emma Stone ni mucho menos es Olivia Newton John. Pero esta naturalidad con la que se mueven, exhibiendo una enorme seguridad en sí mismos, y transmitiendo una gran indiferencia hacia aquellos eruditos de la danza hace contagiar al espectador de tal convicción, introduciéndolo cada vez más en el relato, y obviando ciertas imperfecciones. Pero y qué es la vida si no que un conjunto de defectos y desaciertos que conviven en un universo impredecible y bello, que convierten la existencia en algo mágico… Esta es una de las claves de la película, que los actores, independientemente de realizar unas interpretaciones majestuosas, no presentan inalcanzables gestas para la gente corriente, empapando de júbilo al espectador, quién cada vez se preocupa menos del que dirán, y si dicen, pues “que les den”.
Pero La La Land no es solo un musical. Es una historia de amor, como no… un relato de sueños, de ambición, de superación y de frustración. Sin embargo la fábula amorosa que se nos presenta acaba siendo demasiado empalagosa en ciertos instantes. Incluso hay momentos que piensas que el conflicto no llegará ya que todo parece ser demasiado perfecto. Pero la excelencia no existe y siempre acaba sucediendo algo que lo jode todo, y esta no es una excepción, tal y como las reglas de Hollywood marcan. Pero las normas también están para romperlas y Chazelle, el director, sabe que siempre hace falta una puntilla final para diferenciarse del resto, y lo ejecuta increíblemente en un final sorprendente que lo único que hace es encajar la última pieza de un puzle confeccionado en un guión cinematográfico impecable.

La ciudad de la estrellas no es sólo un musical. Es más, no es sólo una película. Es la vida misma a través de un piano, de un baile, de un sueño… Nos enseña que no todo es blanco, ni todo negro, y que incluso en las circunstancias más crudas de la vida siempre, o casi siempre, existe una orilla luminosa dónde aferrarse… Ya se lo preguntaba Aquiles en Troya: “¿Reverberarán nuestras acciones a través de los siglos?” Y también afirmaba que “la grandeza de la eternidad obsesiona a los hombres”. Esa es la magnitud del ser humano, capaz de desafiar al tiempo a través de sus proezas, pero sobre todo gracias al Arte. Eso es La La Land, arte en estado puro.

https://afidavit.wordpress.com/2017/01/29/la-ciudad-de-la-estrellas-la-la-land/
Gecko
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7
9 de enero de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Passengers es la nueva película de Morten Tyldum, un director noruego que viene haciendo trabajos destacables como por ejemplo Headhunters, un thriller más que notable estrenado en el año 2011, o The Imitation Game (Descifrando Enigma en España) que relata la historia de Alan Turing, una de las personas más importantes para la caída del imperio nazi ya que fue él quien descifró los códigos de la máquina Enigma, y facilitó los datos necesarios para planear el desembarco de Normandía. Su final ya no es tan bonito, pero eso es otra historia. Lo que aquí nos concierne es un relato de ciencia ficción, a bordo de una nave que ha emprendido un viaje de 120 años a la velocidad de la luz para crear una nueva colonia humana en un flamante planeta, motivo por el cual sus 5.000 pasajeros se encuentran en estado de hibernación, ya que de otra manera no llegarían a su destino en un estado de salud óptimo. Vamos, que llegarían más tiesos que una mojama. Los protagonistas son Chris Patt y Jennifer Lawrence, quienes están a un grandísimo nivel. La elección de la actriz es de lo más acertado ya que no se trata de la típica intérprete femenina frágil y escuálida, si no que tiene una cierta corpulencia, que hace creíble algunas escenas dónde se le exige un evidente nivel físico. Y no lo neguemos, tiene curvas verdaderamente femeninas que la hacen realmente atractiva.

Evidentemente viajar durante 120 años en estado de hibernación tiene sus riesgos, unos riesgos claro que los creadores de la nave dan por imposibles ya que se supone que el dichoso cohete es perfecto y nada ni nadie puede provocar el más mínimo fallo. Error. Tan perfecta construcción, Ávalon, que así se llama la nave, resulta que no aguanta una lluvia de meteoritos. Al parecer los diseñadores no cayeron en que en el espacio exterior hay millones de estas tormentas, y la que aparece en la película no da la sensación tampoco de ser tan agresiva. En fin, lo que ya nos imaginamos todos, la cosmonave no resiste bien algunos impactos y comienza a dar fallos en el mecanismo por lo que una de las capsulas que acogen a los pasajeros se abre, despertando así al protagonista de la película, Jim Preston, un ingeniero dispuesto a comenzar una nueva vida en un nuevo planeta. Todo transcurre con normalidad hasta que nuestro personaje se da cuenta de que es el único que se ha despertado y su sorpresa es mayúscula cuando descubre que aún quedan 90 años para llegar al destino. El estupor es mayor al averiguar que no hay manera de volver a introducirse en la cápsula e iniciar una nueva hibernación. Claro, si quedan 10 años dices bueno, intento aguantar. Cuando quedan 90 años de viaje intuyes que no vas a llegar muy fresco a tu nuevo domicilio. Eso sí, en la nave hay todas las comodidades posibles y a priori no falta de nada.

Obviamente, por muchas vistas al espacio que se tengan, un barman robot con bebida infinita, y varias actividades lúdicas por realizar, la compañía humana siempre tiene un plus. Después de un cierto tiempo en la más absoluta soledad emotiva, las dudas empiezan a aparecer. Qué hacer se vuelve un dilema significativo. ¿Despierto a alguien que me haga compañía? Sabiendo que si lo desvelas de su profundo sueño le jodes lo que queda de vida, la disyuntiva se vuelve todavía más trascendental, pero tiempo es algo que sobra para reflexionar en tal situación. Viendo la portada de la película ya podemos intuir el desenlace de tal duda. Y no lo neguemos. Todos hubiésemos hecho lo mismo. Unos hubiesen tardado más, otros hubiésemos tardado menos. Además, siempre puedes decir que la nave se ha vuelto loca.

A partir de aquí empieza una historia de amor intergaláctica con altibajos, como buena crónica romántica, y con algún punto filosófico que añade el personaje interpretado por Lawrence, Aurora Lane, escritora y periodista que no tuvo mejor idea que emprender este viaje para pasar un año enterito en este lindo planeta para después volver a la tierra y escribir una bonita historia. No sé si entendió bien que el dichoso periplo hace que cuando vuelva a la tierra hayan pasado 250 años y toda su familia y amigos sean meras cenizas. Durante el trayecto hace una breve aparición uno de los tripulantes de la nave (por fin alguien que sabe interpretar el manual de instrucciones del navío). Se trata de un oficial de cubierta llamado Gus Mancuso, interpretado por Laurence Fishburne, que cuando recordamos su papel en Matrix pensamos que quizás la saga acabó con Morfeo comiéndose a Neo, pero esto también es otra cuestión.

En definitiva, aún con las lagunas citadas, el conjunto de la película me parece muy bien ensamblado, con un resultado final de mayor calidad a la esperada. El visionado de esta película es un regocijo ante un trabajo de calidad, unas grandes actuaciones de actores que se suponen que no son de primer nivel pero que dotan a la cinta de una profunda personalidad, con un ritmo enlazado a la perfección por su director y con un final que deja al espectador con la incertidumbre hasta la mismísima y definitiva conclusión. Al parecer 2017 va a ser un año importante para el género de ciencia ficción. Ya se anunció en Blade Runner (Ridley Scott, 1982): “una nueva vida le espera en las colonias espaciales. Podrá volver a empezar en una tierra dorada llena de oportunidades y aventuras”.

https://afidavit.wordpress.com/2017/01/07/passengers/
Gecko
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8
5 de septiembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los amantes del cine de Quentin Tarantino hacía más de un año que esperábamos su nueva película. El pasado viernes 18 de enero, por fin, pudimos disfrutar de su nueva obra maestra: Django Unchained. El director de Knoxville (Tennessee) no destaca por su amplia producción, pero sí por su calidad. Seguramente por este motivo sus creaciones son aún más esperadas. Tal acontecimiento no merecía otra cosa que una sala casi llena.

La trama se sitúa en uno de los momentos más oscuros de la historia de Estados Unidos, donde durante más de dos siglos de esclavitud, los negros sufrieron el maltrato del pueblo americano. Según el propio director, la película “es una invitación a contemplar el hecho histórico más vergonzoso de la historia de nuestro país, es el equivalente americano del Holocausto”. Las escenas de Tarantino siempre son tildadas de demasiado explícitas y violentas, pero seguro que en esta ocasión la realidad superó la ficción.

El argumento gira en torno a la historia de un esclavo, Django (Jamie Foxx), que se ve liberado por un dentista y caza recompensas llamado Dr. King Schultz (Christoph Waltz), el cual necesita su colaboración para capturar los hermanos Brittle, tres asesinos sin ningún tipo de escrúpulos. De esta relación nace una importante amistad entre estos dos personajes, reforzada sobre todo por la hasta ahora desconocida faceta de Django de terminar de una manera muy eficaz con todo tipo de criminales entusiasmados con el maltrato y el abuso. Ambos llegan a un acuerdo, y se ofrecen cooperación mutua: el Dr. Schultz ayudará a Django a encontrar a su esposa si éste le ayuda a capturar delincuentes. Juntos viajarán y matarán, reirán y volverán a matar… Este periplo llevará a esta pareja ante Calvin Candie (Leonardo Di Caprio), propietario de una plantación y multitud de esclavos, entre los que se encuentra Broomhilda (Kerry Washington), la amada de Django. En medio de esta situación encontraremos también a Stephen (Samuel L. Jackson), fiel esclavo, el cual tendrá un papel clave en el desenlace de la trama.

Siempre bajo la influencia del cine de Kung Fu y los Spaghetti Westerns, las películas de Tarantino son constantemente un homenaje a estos dos géneros. Esta mezcla de métodos y de toques personales han creado un estilo propio y único, aunque a veces acusado de imitar escenas de otras películas. Pero la realidad es que consigue dotarlas de una personalidad inherente y excepcional. Con Django Unchained, Quentin Tarantino cumple el sueño de producir un Western como los que veía constantemente en el vídeo club donde trabajaba. Se trata de una ofrenda al cine de Sergio Leone, una consideración al abrasador sol de Almería. Pero existen algunas diferencias respecto a sus anteriores películas. Notamos a un director mucho más maduro, mucho más atento a la composición y desarrollo de sus planos de cámara. Puede que sus 50 años de edad encuentren en él una limitación en su versión más intuitiva, y se centre más en la estructura pictórica. Aún así el resultado sigue siendo sencillamente genial.

Quentin Tarantino lleva dos décadas teniendo que dar explicaciones sobre la violencia en sus películas. No estamos ante una excepción. Como siempre, muchos litros de sangre, pero sólo un genio como él es capaz de hacernos reír ante una atrocidad. También ha sido acusado de racista en numerosas ocasiones argumentando que en sus producciones aparecen en gran número palabras como negro, negrata, etcétera. Sus dos últimos filmes desmontan esta teoría: “Inglorious Basterds” es un intento de girar la historia y dar una lección a aquellos malditos nazis, y Django Unchained su equivalente yanki. Esta motivación de volver a interpretar hechos históricos desde el punto de vista de las víctimas desmontan todas estas conjeturas.

En definitiva, quien vaya a Ver Django Unchained verá un Spaghetti Western contemporáneo, pero también verá una película de acción, de amor y de comedia. Unos actores de primera categoría que rozan la excelencia y que en pocas ocasiones han estado a la altura de este trabajo. Y como siempre en las películas de Tarantino, contemplaremos unos personajes rodeados de unos diálogos perfectos, capaces de hacernos olvidar que estamos en una sala de cine para adentrarnos en su mundo. Tarantino es eso, genio y locura, talento y desconcierto.

Y un apunte final, recuerden, la D de Django es muda…
Gecko
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10
5 de septiembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El año 2013 ya ha terminado, y durante este período de tiempo hemos podido disfrutar de un buen puñado de grandes series televisivas, entre las que destacan Game of Thrones, The Walking Dead o Homeland entre otras. Pero la serie que ha obtenido el premio Emmy como mejor serie dramática de 2013 ha sido Breaking Bad.

Su creador, Vince Gilligan, ya formó parte del equipo de guionistas de otra serie de gran éxito como fue The X- Files. En esta ocasión él es el creador, escritor, director y productor de una obra que cuenta la historia de Walter White (Bryan Cranston), un profesor de química casado, padre de un joven discapacitado, a la espera del nacimiento de su nueva hija, y al que se le diagnostica un cáncer de pulmón inoperable. Es en medio de una operación policial dirigida por su cuñado, agente de la DEA (Administración Estadounidense para el Control de Drogas), y a la que asiste Walter White para dar un poco de emoción al tiempo que le resta de vida, donde contacta con un viejo alumno suyo, Jesse Pinkman (Aaron Paul), que se dedica a la producción y venta de metanfetamina. A partir de este momento todas las luces de nuestro profesor se encienden y propone a su antiguo estudiante un alocado proyecto: él fabricaría la metanfetamina más pura del mercado, y Pinkman se dedicaría a su distribución, con el único objetivo de recaudar el mayor dinero posible para dejárselo en herencia a su familia antes de morir. Entonces se inicia una aventura inverosímil, llena de situaciones surrealistas, que se superan capítulo a capítulo hasta llegar a sucesos inimaginables.

Es difícil saber cómo reaccionaríamos cada uno de nosotros ante una noticia tan devastadora. Seguramente tendríamos la misma sensación que el amigo Walter, sobre todo si la economía de tu familia depende de tu nomina. Pero es casi imposible reunir de una manera legal una cantidad de dinero suficiente para garantizar el futuro de tus progenitores, y más en un escueto plazo de tiempo. Si esto fuera una obstinación para nosotros, ¿nos introduciríamos en actividades ilícitas? Es una posibilidad, sobre todo si el tiempo se agota, y no tenemos nada que perder. ¿O quizás sí? En cualquier caso las actividades que te hacen sentir vivo cuando estás enfermo deben de ser la única manera de dar sentido a tu vida, al menos a lo que te queda de ella. El peligro radica en que estas vías de escape pueden volverse obsesivas, y pueden desorientar los objetivos finales. Si a esto sumamos una gran inyección económica a través de tus movimientos ilegales todo se convierte en un cóctel explosivo. Y ya se sabe lo que se aconseja, hay que parar a tiempo, si no te acaban pillando. Pero Walter White no está por minucias y no sabe dónde se encuentra el límite, ni el peligro. Como diría él mismo no estoy en peligro, yo soy el peligro. Si llaman a la puerta de un hombre y le disparan, ¿piensas que ese hombre seré yo? ¡No! ¡Yo soy el que llama!

Las grandes obras cinematográficas o televisivas son aquellas que te adentran en la historia, que hacen que olvides que lo que visualizas es un grupo de actores interpretando un guión establecido. Breaking Bad lo consigue sobradamente hasta el punto de creer que lo que ves es real, que los sucesos que sufren Walter White y Jesse Pinkman son auténticos, y hacen parte incluso de tu compasión. Esto únicamente se obtiene con un buen guión y unas grandes interpretaciones, como las de Bryan Cranston, ganador de tres premios Emmy y un Premio del Sindicato de Actores por su papel de Walter White, y que es uno de los mejores actores que ha dado nunca la pequeña y gran pantalla. Recordado sobre todo por su papel en la serie Malcom in the middle, ha participado en más de setenta series de televisión y en más de una treintena de películas, como Total Recall, Argo o Drive entre muchas otras. El otro protagonista de la serie, Aaron Paul, es también un excelente actor, a pesar de su juventud, y ganador de dos premios Emmy como mejor actor de reparto gracias a sus actuaciones en Breaking Bad. Ha saltado a la fama gracias a su papel de Jesse Pinkman, pero está cerca ya de convertirse en un actor cotizado. Aparecerá en la película Exodus de Ridley Scott, que se está rodando en Almería y Fuerteventura, en el papel de Josué, discípulo de un Moisés interpretado por Christian Bale, y también lo veremos en Need for Speed​​, una película que tiene la intención de situarse al nivel de The Fast and the Furious. Pero estos dos personajes también están acompañados de unos secundarios de excepción, algunos de ellos también premiados por sus papeles en la serie, y rozando la perfección. En definitiva Breaking Bad es una serie difícilmente superable que trata temas como el amor, la amistad, la traición o la ambición de una forma magistral.

Es difícil decir cuál es la mejor serie de la historia, ya que influyen muchos factores subjetivos en tales elecciones. Pero seguro que Breaking Bad se reserva una posición privilegiada en esta lista, y ya es una obra de referencia. Sus cinco temporadas se hacen cortas, y desearías que no acabaran nunca, pero Vince Gilligan ha sabido parar a tiempo, y de una forma brillante, sobre todo teniendo en cuenta que la última temporada dobló la audiencia, y el último capítulo batió récords con 10,3 millones de espectadores. A título personal para mí sí lo es, al menos de las que yo conozco, y junto a Los Soprano. Y si no la han visto y no se lo creen miren la serie, y si tienen algún problema, mejor llamen a Saúl.
Gecko
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