"Moonrise kingdom" es una película sencilla de argumento aparentemente pero con trasfondo. Es una historia sencilla, de dos niños que huyen porque están enamorados, pero refleja los diversos sentimientos de la infancia.
En esta película vemos el amor desde una visión infantil, los actos guiados por el sentimiento y no por la cabeza. Te hace recordar aquellos momentos en los que no tenías que pensar el porqué, simplemente te dejabas llevar porque eras demasiado pequeño para pensar en consecuencias.
Se puede ver en ella dos niños queriendo ser mayores, con ideas fijas, con ganas de luchar por lo que piensan o sienten, ¿que más dan los demás? Te hace plantearte hasta que punto lo mejor es tomarte como importante cada decisión. También refleja la manera de aferrarse a "esa persona" cuando la has encontrado, a esa que te hace sentir mejor, que te deja ser tú mismo, y que hace que te sientas orgulloso por ello; a esa a la que no hay que dejar escapar, porque ya forma parte de ti, y te completa.

En conclusión, me parece una película muy entretenida, ya que la actitud que toman los niños tan poco racional por su edad, hace que se vea una especie de "caricatura" de los momentos románticos o de los "comecocos" para ellos, ilógicos, de cualquier pareja de personas adultas. Además, hay momentos graciosos que la amenizan junto con pequeños toques irreales, que rodean incluso todo el argumento de la película.
He de destacar sin duda la música, diferente para cada momento, pero apropiada en cualquier caso.
"Seamos un poco niños, y de vez en cuando, dejemos que esas mariposas de la infancia sean las que nos guíen, olvidémonos de lo que nos conviene hacer, y hagamos lo que nos haga sentir nosotros mismos."

Maravillosa película. Quién tuviera la oportunidad de montarse en un coche de caballos y retroceder en el tiempo a ese lugar que para nosotros hoy es un sueño.
Será París, será esa música de los años veinte, será Hemingway. A tantos nos gustaría poder salir de nuestra vida por unas horas, y dejarnos llevar.
Queda claro en la película, como todos valoramos más aquello que fue, y no esto que es, y queda claro también que no podremos ser felices nunca si no apreciamos lo bueno de lo que está aquí y ahora. Sin embargo, por mucho que nos lo den como clave para ser felices de verdad, quizá tengamos que conformarnos con esta felicidad imaginada. Quizá no sea necesario que nos busque nuestro coche de caballos, quizá solo lo sea soñar, y trasladarnos al mundo que construiríamos ahora, un mundo que es nuestro, que nadie conoce.

Cerremos los ojos, y seamos nosotros quienes busquemos nuestro coche de caballos, para que cuando nos despertemos, como Gil, nadie sepa donde hemos estado, y que el resquicio de ese sueño, sea una sonrisa en la cara, de felicidad imaginada, de esperanza, y de ganas de volver a cerrar los ojos, para que esa sonrisa nunca desaparezca.

No es suficiente que dos personas se quieran para que su historia funcione, se casen, tengan hijos, vivan felices y coman perdices. No todas las historias de amor tienen un final horrible porque uno de los dos deja de sentir lo mismo, ni un final precioso porque comparten su vida para siempre. Hay otro amor, en el que las dos personas se quieren, se desean, y existe algo que ninguno es capaz de concretar, que impide que su historia también sea un cuento. Nos da pena aquél a quien le ha dejado su pareja, pero ¿no será mas triste, que ambos quieran estar juntos, y desconozcan la causa que se lo impide?
Creo que esta película refleja esta otra cara del amor. Toda la vida demostrando que somos capaces de todo, de cualquier locura, y de pronto, cuando todo parece obvio, cuando ya no es una locura y parece que todo puede ir bien, ninguno de los dos es capaz de conseguirlo. Hay veces que dos personas son unidas fuertemente por el corazón, y sin embargo no son capaces de ver lo cerca que están el uno del otro, y ser conscientes de que si levantaran la cabeza, son los ojos de esa persona lo que tendrían delante.
Nos creemos capaces de todo y cuando las cosas son realmente fáciles, no somos capaces de encontrar el camino, solo sabemos sentir impotencia. Sophie y Julian se querían, y fueron capaces de enterrarse juntos, pero no de dejar que lo que tenían dentro, les condujera. Capaces de la cosa más insólita, y al final, incapaces de la más sencilla: dejarse sentir.