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España España · Caravaca
Críticas de David
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
9
20 de enero de 2014
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
En términos cortos, en doce definiciones: bella, cautivadora, dolorosa, mágica, fantástica, imprescindible, tensa, libre, divertida, emocionante, independiente y necesaria. Short term 12 es un llamamiento a todo el mundo para que vea y sepa el peligro que nos acecha y al dolor que nos enfrentamos. Para, que, tristemente, y sin ahondar mucho, descubramos quien nos da la mano, saluda o con quien compartimos mesa para desayunar… por no hablar y descifrar muchas más allá.

Destin Cretton, guionista también de esta absoluta gozada –por tormentosa que sea–, es autor de un trabajo anterior llamado I am not a hipster –tanta moda tonta tiene que salir por donde sea-. Curioso. Cretton, en hora y media, abordando el tema del abuso sexual de padres a hijos, demuestra con una increíble maestría, sensibilidad y efectismo, escribir y desarrollar unas tristes, pero felices líneas para un reparto actoral de escándalo, dejando estos, dicho guión en lo más alto y por encima de tan reprochable actitud del ser humano que aquí se trata. Simplemente abrumador.

Short term 12 narra –entre otras, pero principalmente– la vida de Grace (Brie Larson). Una joven de veintitantos años que trabaja como supervisora en Short Term 12, un centro de acogida para adolescentes en situación de vulnerabilidad. Le encanta su empleo y está entregada al cuidado de los chavales, pero al mismo tiempo se debate con su propio pasado conflictivo. Cuando ingresa en el centro una chica inteligente e inquieta llamada Jayden (Kaitlyn Dever), Grace se da cuenta de que no puede seguir dando la espalda a los problemas que arrastra desde su propia infancia.

Pero en este centro no sólo encontraremos a Grace. Aquí también trabaja su pareja, Mason (John Gallagher Jr.) –magníficos diálogos y magnífico papel–, Jessica (Stephanie Beatriz), Nate (Rami Malek) y los niños, los niños del centro. Por nombrar, nombraré los tres que se comen la pantalla con sólo decir una palabra, con sólo moverse, con sólo sentir el dolor y la desesperación: Sammy “El fugas” (Alex Calloway), Luis “El buscaproblemas” (Kevin Hernandez) y Marcus “El rapero” (Keith Stanfield). Todos, con sus respectivos papeles, y gracias a un Cretton en estado de gracia, elaboran minuciosa y cuidadosamente, no sin humor; llantos o abstención a todo, una formidable historia que pespunte tras pespunte termina siendo un gran abrigo de lana en el que regocijarse y del que enamorarse. Abrigo hecho mientras suenan de fondo dulces y tensas piezas musicales, que no hacen otra cosa que engrandecer lo que nuestros ojos y corazón van aguantado.

Short term 12 no sólo es el centro: son Mason y Grace en su casa, en la bici o el coche. Grace y Jayden en casa de esta segunda. Las escapadas, las carreras o la sutileza de todo y para el todo. Dirigida fabulosamente, pero escrita y contada mejor aún, para que sus actores se despachen haciéndonos cómplices de tan dura y cruda realidad a la vez que –casi– babeamos. Este segundo trabajo de Denis Cretton es de esas películas independientes que logras dar con ella bien por un amigo, por estar muy espabilado en cuanto a todo lo que se mueve en el cine, o simplemente, porque productos así de buenos, deben de llegar a ojos y alma de todo el mundo.
David
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4
15 de febrero de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, sinceramente, últimamente me dedico a ver cine sin buscar datos referenciales de nada que tenga que ver con lo que voy a visionar, al menos hasta una vez vista. No quiero preparar caminos, facilitarlos o hacerlos duros. Si me entero de algo en concreto de lo que voy a ver, bien, pero nada más. Sí, antes leía e indagaba mucho sobre lo que vería, ahora, me siento para intentar disfrutar y aprender, y después, leer si lo merece. Toda esta parafernalia viene porque ni la más remota idea de que el director de American Hustle era –y es– el señor David O. Russell, director entre otras de: El lado bueno de las cosas –no entiendo ni como está nominada al premio que sea–, Tres Reyes –entretenida y divertida– o The Fighter –que no la he visto–. Una colección curiosa por su disparidad y resultados. ¡En fin!, que pasan las cosas porque tienen que pasar, creo.

El tráiler que pasan en los cines de American Hustle es llamativo y despierta interés. Por lo menos, a un servidor le llamó la atención esas ropas, música y posible trama. Por supuesto, la película cuenta con un elenco actoral bien interesante comandado por Christian Bale y Amy Adams, a los que siguen: Bradley Cooper, Jennifer Lawrence –repitiendo director un año más tarde– o Jeremy Renner, por nombrar los más destacados. Pero claro, de ahí a que te guste más, menos, saques algo positivo de ella o no, hay un largo camino. Y ese largo camino es el que dos días después de verla me hace recapacitar, sentarme a escribir, y sacar en claro que salvo cosas muy puntuales, el filme me entretuvo lo justito por dos o tres aspectos nada más.

La gran estafa americana cuenta la historia de un brillante estafador, Irving Rosenfeld (Christian Bale), que junto a su astuta y seductora compañera, Sydney Prosser (Amy Adams) –alucinantemente seductora–, se ve obligado a trabajar para un tempestuoso agente del FBI, Richie DiMaso (Bradley Cooper). DiMaso les arrastra al mundo de la política y la mafia de Nueva Jersey, (Jeremy Renner) es Carmine Polito, un apasionado y volátil político de Nueva Jersey, atrapado entre los estafadores y los agentes federales. La impredecible mujer de Irving, Rosalyn (Jennifer Lawrence), podría ser la que tire de la manta, haciendo que todo se desmorone.

Y tirando de la manta y paralelismos, podría decir que el carisma y genes –y problema– de Rosalyn aquí, son los mimos que se gastaba dentro de esa joven loca enamorada en El lado bueno de las cosas. No saber por dónde, cuándo ni cómo saldrá en el siguiente trozo de guión que le toca interpretar, es un mapa indescifrable y un punto a su favor –la verdad–. Pero también destacar de todo este producto las interpretaciones o puestas en escena de Adams, Bale, Cooper, Renner y la propia Lawrence. No me han desagradado, siendo esto lo que mantiene a flote el trabajo de O. Ruseell. Principalmente, los flashbacks de cuándo y cómo se conocieron Irving y Sydney, la vida de niño del propio Irving, o las conversaciones o escenas que suceden dentro de la casa de Irving, Rosalyn y el pequeño joven de ésta, sí son de mi agrado.

La música setentera del filme es otra pequeña alegría, y digo pequeña, porque aunque sea música de mi agrado, no termina de crear la atmósfera necesaria, ya que le dan al play a cuentagotas, lo que hace que te enganches y desenganches con las mismas.

Sobre su historia y desarrollo, aun creando el interés justo por ver como se desenvuelven en los casos, es más bien lineal, normal o soso.

Mi web: cinemaunderground.net
David
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9
15 de febrero de 2014
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Hay que comerse el mundo! Y DiCaprio lo hace literalmente en el último trabajo de Martin Scorsese. Se lo come, devora, traga, esnifa, folla, engaña, ríe, disfruta… DiCaprio en El Lobo de Wall Street lo hace todo, y lo hace de matrícula de honor. No sé si llevará el Oscar por este papel, el Globo de oro ya está en su poder, pero no importa, porque lo que de verdad hay que mirar y guardar, es el asombro derroche de humor y dramatismo con el que dota a su personaje. Con lo que hay que quedarse, es con el actorazo que es y lleva dentro. ¡Magistral! ¡Sublime! ¡Fantástico! Tenía que reventar sus aptitudes, si no lo había hecho ya, y aquí nos regala un trabajo que difícilmente se podrá olvidar.

Pero la culpa de que esta película de Scorsese tan dramática/humorística llegue hasta las arrugas más lejanas de nuestro cuerpo y saque todo aburrimiento o tristeza que en el halle, no es sólo de Leonardo. Habría que sacar a la pared de culpables al propio Martin Scorsese, por dirigir con elegancia y absoluta maestría una de las películas del año; a Jonah Hill (un fuera de serie), P.J Byrne, Kenneth Choi, Brian Sacca, Henry Zebrowski, Ethan Suplee, Jon Bernthal o Rob Reiner como compañeros de trabajo, amigos, familia… por formar la otra parte que todo reloj suizo necesita para funcionar con total precisión. Porque las cosas como son, DiCaprio está de escándalo, pero el resto de reparto, el guión, hecho por Terence Winter, basándose en el libro de Jordan Belfort –el origen de todo– y Scorsese, realizan unas de sus mejores partidas al póker en tiempo. Es como si hubieran dado vida y muerte por este trabajo, dejándose hasta la última gota de placer por un glorioso filme que los mantendrá vivos por lustros.

El lobo de Wall Street narra la dramática –y jocosa– historia basada en hechos reales del corredor de bolsa neoyorquino Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio). Corredor que, junto a sus felices colegas, amasaron una descomunal fortuna estafando millones de dólares a inversores. La película sigue la alucinante transformación de Jordan Belfort, desde que era un hombre honrado recién llegado a Wall Street hasta convertirse en un auténtico forajido de las acciones. Después de aglutinar una enorme fortuna en un tiempo récord, Jordan se la gasta de la forma más absurda en mujeres, tranquilizantes, cocaína, coches, su esposa (una supermodelo, Margot Robbie) y un deseo ilimitado de poseerlo todo.

Dos horas y media de auténtico desenfreno cinematográfico. Diversión y locura dentro y fuera de la pantalla. Scorsese logra la mezcla perfecta, es más, diría que da con una nueva sustancia, insuflando al espectador altas dosis de entretenimiento con las que queda enganchado y maravillado. Ya no sólo es el elenco actoral, Martin hace un despliegue visual y técnico a la altura de lo que es, un maestro, demostrando que los viejos zorros tienen ese apodo por algún motivo (lo de zorro se lo acabo yo de poner por el famoso cuento). Son muchas las secuencias o momentos, risas o sentimientos a lo largo del filme con las que babear. Mejor verla y abrumarse.

Otro de los grandes aciertos de esta cinta es su música o esos trocitos que nos regalan los protagonistas cantando ellos mismos, bien dándose golpes en el pecho, bien en algún momento de subidón o puestazo. Perfecta combinación para hacernos más pupa aún dentro de nuestro destrozado, y a merced de ellos, corazón.

Termino plasmando dos de los momentos más tronchantes y deliciosos que yo recuerde en el cine: el viaje en avión a Ginebra, donde la toman con las azafatas; y cuando Jordan Belfort (DiCaprio) y Donnie (Hill) toman las pasadas pastillas Lemmons 714. Sólo apuntaré que es algo que roza o supera la supremacía interpretativa, y con planos y secuencias de órdago.

Probablemente sea la película del año, o puede que no, pero de lo que estoy seguro es que aquí, en El Lobo de Wall Street, los planetas se han alineado para hacernos disfrutar sin medias tintas de una joya de principio a fin. Bravo por Scorsese, Winter y DiCaprio principalmente.

Mi web: cinemaunderground.net
David
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5
4 de enero de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La inexplicable aceptación por la crítica especializada –y alguna de la no especializada- y, sobrevaloradísima 12 años de esclavitud marcha viento en popa y a toda aspas –o a latigazos- de vaporetto hacia los Globos de Oro y Oscars, dejando tras de sí una incomprensible estela de premios y más premios por todo festival por el que pasa. La nueva película de Steve McQueen (Hunger y Shame) probablemente se consagre como la absoluta vencedora de todo premio existente y por existir, pero, ¿realmente es tan bueno lo que se esconde bajo la adaptación de John Ridley sobre la biografía de Solomon Northup, escrita por el propio Solomon? Esta critica tan supuestamente entendida, sinceramente, no dejan de vender humo. Siempre pasa lo mismo cuando se trata sobre una película basada en hechos reales, ¡más!, cuando hay de por medio maltratos, supervivencia, etc. Un flaco favor se le está haciendo al director inglés de Shame, que, gracias también al increíble Michael Fassbender, como en aquella ocasión, va salvándole los platos trabajo tras trabajo. Porque, y desde mi más humilde opinión, aquí solo hay exposición gráfica y gesticular de unos tristes hechos ocurridos en 1850, exacerbándose en el trato duro de los dueños –cosa que no debería de existir-, nada más. La fuerza y garra soltada para dar de latigazos y chillidos –y no se piensen que van a presenciar nada nunca visto- es la que no tiene su historia, desarrollo de la misma y algunos de los personajes que nos vamos encontrando a lo largo de las dos horas y cuarto que dura el filme. Mal contada y mal llevada hasta su final y desde el principio. Con leves resquicios de querer levantarse, pero lo único que sucede, es que se hunde más en el fango de las tierras del Sur hasta no dejar rastro de su existencia.

Como decía, 12 años de esclavitud está basada en un hecho real ocurrido en 1850. En ella se narra la historia de Solomon Northup, un culto músico negro -y hombre libre- que vivía con su familia en Saratoga, Nueva York. Tras compartir una copa con dos desconocidos, Solomon descubre que ha sido drogado y secuestrado para ser vendido como esclavo en el Sur en una plantación de Louisiana. Renunciando a abandonar la esperanza, Solomon contempla cómo todos a su alrededor sucumben a la violencia, al abuso emocional y a la desesperanza. Entonces decide correr riesgos increíbles y confiar en la gente menos aparente para intentar recuperar su libertad y reunirse con su familia.

Steve McQueen, arropado de un amplio y elegante reparto actoral: Paul Giamatti, Bradd Pitt, Miachel Fassbender, Paul Dano, Chiwetel Ejiofor, Benedict Cumberbatch, Lupita Nyong’o… Un maestro con la batuta: Hans Zimmer; un director de fotografía como Sean Bobbit y, la propia dirección de McQueen, es, el equipo más notable –por llamarlo así- y responsable de querer conseguir que esta novela llevada a la pantalla grande duela más de lo que verdaderamente lo hace. Porque eso es lo único que busca, causar dolor y marcar huella gracias a unos pasajes de nuestra amarga existencia en esta vida. Sí, Steve quiere sacarse toda espina posible tratando de mostrar al mundo lo que sucedió, para quien de verdad tenga que avergonzarse, lo haga por ello sufriendo cuanto más mejor. Pero no es así.

No basta con el elenco actoral, puesto salvando a Ejiofor, Fassbender y Lupita, los demás pasan por allí casi de puntillas, aportando papeles vacíos, es más, hasta podría decirse que irrisorios, porque igual que aparecen -¡¿de dónde y por qué apareces?!-, desaparecen, intentando ser primer plato de una comida que ya se les ha pasado. Un Hans Zimmer que sigue en su línea: todo lo que toca lo convierte en oro. En este trabajo, convierte seductoras notas musicales en un envoltorio de magia y poder. La fotografía de Sean Bobbit, imprescindible y fascicnante, llenando la pantalla por momentos de bellísimas imágenes que hasta nuestras retinas sufren de la dulce y fantástica luz – y oscuridad- a la que seremos expuestos. Y, un McQueen con primerísimos planos de un violín afinándose, las recogidas de la caña de azúcar, el cara a cara en algunos momentos del metraje donde los protagonistas se gritan o hablan, el viaje en el vaporetto… dando muestras de una inteligente y disfrutable dirección.

La película tiene un aprobado raspado, porque queda muy lejos de mayor nota. Ni pensar en obra maestra ni ningún otro adjetivo parecido que se le quiera adjudicar. 12 años de esclavitud te pone los pelos de punta cuando cantan la muerte de un esclavo –lo subtitulan y se puede apreciar el valor de la versión original-, o, simplemente, disfrutar un poco de sus actores/actrices, música, dirección y fotografía. Aquí no hay más verdad que la que vemos. Una adaptación que nos deja fríos como la resaca de Solomon tras su borrachera. Una película pretenciosa –dentro por el contenido, fuera por su publicidad- y con ganas de efectismo, que no logra si no que dejar al espectador impaciente de ser cogido por una historia con garra, fiereza y ser azotado desde el primer minuto para absorber con la sangre derramada por estos miles de esclavos, la empatía que se esperaba obtener. Ser quemado, maltratado y devuelto a la realidad por algo excitante y merecedor de ser alabado, pero no de un producto simplón, aprovechándose de la cruda realidad que arrastramos.

Mi web: http://cinemaunderground.net/
David
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9
4 de enero de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la mente de la depresión continua. En el gozo del sexo sin límites. En la provocación, violencia y exposición en mil formas de una vida que nos moldea a su gusto. Entre cantos independientes unos de los otros como si de una polifonía se tratara, donde una vez juntos, se crea el mayor clímax experimentado jamás. Dentro de un tritono orquestado por el mismísimo Satán, donde sus dos simples y martillantes notas, harán que nos aterroricemos y rápidamente nos agazapemos en busca de alivio y esperanza. La misma que Joe (Charlotte Gainsbourg) necesita para continuar con una vida que le ha golpeado por méritos propios. Su desesperada y necesitada búsqueda del exceso a base de sexo y, de forma incombustible, hora tras hora desde los dos años, momento en el que descubrió su coño y, del que tanto ha disfrutado y hecho disfrutar, le ha llevado a su ninfomanía y caos físico y mental actual. Desde ese momento, desde los roces sin bragas de su vulva –Mea Vulva. Mea Vulva Maximun- con el suelo del baño lleno de agua junto a su amiga B (Sophie Kennedy Clark) y, hasta encontrarse tirada en un callejón sin salida bajo la lluvia casi nieve, rodeada de objetos cotidianos de la calle y con el cuerpo señalado por una paliza. Justo hasta ahí, que será el instante en el que aparecerá Seligman (Stellan Skarsgård) como terapeuta, y nosotros como espectadores, su vida no tomará un punto y aparte intentando reflexionar para encontrar el por qué de todo con su triste y agitada vida.

Con una pantalla negra durante un minuto aproximadamente. Con un guantazo a ritmo de Rammstein cantando Nymphomaniac. Con envidiable majestuosidad dirigiendo hacia, y moviendo sobre, Lars Von Trier nos da la bienvenida a su nueva obra. Sexo, Bach, pesca, poesía, paralelismos, fotografía… Todo se conjuntará para crear el nuevo hijo de este enfant terrible europeo. Von Trier podrá ser tedioso para la mitad –o mucha- de la parroquia cinéfaga, pero sincera e innegablemente, su cine es una obra de arte detrás de otra.
Nymphomaniac Vol.1 (en un mes se podrá ver el Vol.2) cuenta como Joe (Anticristo, 2009; Melancolía, 2011) es una mujer de cincuenta años que sufre una enfermedad estigmatizada dentro de la sociedad. Hace tiempo que la protagonista se autodiagnosticó como ninfómana, por su adicción al sexo desde que era pequeña, y ahora se atreve a contar las experiencias de toda una vida a un interlocutor inesperado. Seligman (Rompiendo las olas, 1996; Bailar en la oscuridad, 2000), un solterón entrado en años, se encuentra a Joe tirada en mitad de la calle, herida después de una brutal paliza que le acaban de dar. El hombre se apiada de la mujer y la lleva hasta su casa donde intentará curarla de la agresión. Seligman no puede entender cómo una mujer de sus características ha podido acabar de aquel modo, pero ahora que Joe está dispuesta a desvelarle todos sus secretos, él se convertirá en su principal confidente. Así, en una noche de frío invernal, la protagonista hará un repaso a los cincuenta años de su existencia a través de relatos repletos de lujuria y sexo, aunque también de incidentes poco deseados.

Pero Joe, para contarnos su infancia y juventud, se proyectará en la joven Joe, una guapísima Stacy Martin encargada de llevarse todo el peso de esta primera parte, realizando un papel tan grande, como el número de pollas comidas o metidas dentro de su trabajado aparato reproductor a lo largo de su solitaria vida. Porque Joe, probablemente como Von Trier, siga sin encontrar el amor y sólo el deseo. No se sabe bien el deseo de qué, pero seguro que el de provocar y excitar es seguro. Y no es sólo Joe actual y Joe joven, también está encomiable Seligman dándonos una excelente clase de pesca, psicología, de los números fibonacci y música. Que no importa que el tenedor para el bollo sea el del postre (sic), habiéndose equivocado en su elección, ya que su sola presencia y aptitud para desarrollar un papel fantástico, es de sobresaliente. O la increíble Uma Thurman (Pulp Fiction, 1999; Kill Bill Volumen 1, 2003 ), Mrs. H, desempeñando el papel más negro y humorístico de toda la película. Su capítulo, llamado como ella, es desternillante y punzante gracias a sus diálogos y personajes.

Lars Von Trier vuelve a seducir al espectador más abierto con una selección musical tan agradable y bella, que de paso sirve como clase magistral para alumnos hambrientos. Sólo recordar la forma de explicar y encontrar el paralelismo entre la polifonía y las tres mejores piezas cazadas por la joven Joe, es ya orgásmico. Pero para belleza: sus secuencias, imágenes e instantáneas, que poco a poco nos va sirviendo, como si de un restaurante se tratara, donde nosotros somos los clientes, y el danés el camarero/chef, desplegando con elegancia y maestría el arte de servir plato tras plato, o capítulo tras capítulo, hasta el total de cinco que consta este Volumen 1.

Un Cantus Firmmus (Canto fijo) de inolvidables, abrumadores y mágicos momentos experimentado sensaciones nuevamente con lo que considero gran cine, gran viaje, gran experiencia y gran mensaje. Cine con mayúsculas lo que este Señor cuenta y realiza.

Mi web: http://cinemaunderground.net/
David
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